La combinación del auge globalizador, con la irrupción de Internet, ha transformado las relaciones al interior de la sociedad de una manera radical, como un acelerador de partículas que hace mutar todo.
Vivimos una revolución de los vínculos y una redefinición de los propios espacios en que nos corresponde actuar, tanto desde la vida personal, como desde las relaciones sociales y de intercambio.Las redes tecnológicas y las soluciones digitales, en el ámbito de la “cosa pública”, comparten un espacio de difícil manejo. El trato hoy es horizontal y las comunidades son cada vez más “multi/acción y multi/dimensión”.
Los nuevos sistemas de comunicación y trabajo están modificando nuestras propias maneras de aproximarnos a la agenda diaria y hoy estar “on line”, resulta perfectamente posible de una forma incluso asincrónica y con continentes de distancia, lo que hubiera resultado intolerable hace sólo unos pocos años atrás.
Los códigos de comunicación entre las instituciones y el sistema social, han perdido el sello tradicional y nos encontramos en una transición donde lo que tiene que morir no ha muerto y lo que tiene que nacer no ha nacido. En tanto, se ensayan cada día fórmulas intermedias que buscan el punto de ajuste en una sociedad que está resultando cada día más dinámica.
Las fronteras dejaron de ser puramente territoriales. El horizonte se expandió y no es posible mirar la realidad de un modo que no considere el contexto. Hay una imbricación que nos conecta, como en la teoría de los seis grados y esa conexión le ha puesto presión y velocidad al sistema social.
Los paradigmas que surgen, tienen que ver con una modificación estructural de los modos de vivir, lo cual ya empieza a vislumbrarse a través de signos múltiples. Trabajar en red y teletrabajar, redefinir la proximidad en escala global y local de comunidades afines que son capaces de actuar y coordinarse electrónicamente para dar con resultados similares a los que pudieran conseguir presencialmente. La propia Telemedicina está permitiendo operar a distancia con proyectos de altísima innovación, las relaciones personales se están redefiniendo desde el teléfono móvil y el ocio y el tiempo libre se transforman en un nuevo componente de la economía, de la mano de una esperanza de vida que se extiende.
El impacto de la tecnología en la política, en las instituciones y en las tareas cotidianas de quienes desempeñan funciones de poder, cualquiera ésta sea y en cualquier nivel o escala, está provocando un cambio en los modos de deliberar, de representar y de retroalimentar las relaciones entre líderes y ciudadanía.
Para que las instituciones políticas cumplan con el ideal de confianza que se les pide, deben volver a “re-entrelazar” a la sociedad en aquellos aspectos que unen y fortalecen el sistema democrático, pues las comunidades se están definiendo en torno a “mínimos comunes” que las convoquen y que les ofrezcan oportunidades de participar, afirmar identidad y fundamentalmente crear confianzas.
Las nuevas conversaciones deben ser conducidas con contextos, aspiraciones y posibilidades. Aquello se hace en un marco de propiciar ideales y metas que no nacen desde un “iluminismo”, sino desde una orientación estratégica que busca crear una nueva cultura de escuchar e interactuar con opiniones que en conjunto son corrientes y tendencias.
El medio – la tecnología y principalmente la móvil -, está permitiendo crear “nuevos hechos”, a partir de esquemas donde una palabra, se suma a otra y se forja una idea. La multitud dispersa, en el momento del “encuentro”, se transforma en una multitud inteligente, donde lo verdaderamente relevante, es que a ese conjunto – ya sea global, nacional, sectorial o local -, le haga sentido.
Las redes tecnológicas y las soluciones digitales, en el ámbito de la “cosa pública”, comparten un espacio de difícil manejo. El trato hoy es horizontal y las comunidades son cada vez más “multi/acción y multi/dimensión”. Es decir, una persona comparte en un instante similar, relaciones individuales, familiares, sociales y políticas a través de dispositivos electrónicos, fundiéndose cada vez más, el espacio personal con el social.
La tecnología llegó para quedarse y el sistema democrático debe tomar nota de ello.
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