La consigna debe ser siempre crecer con los trabajadores y no a costa de ellos. Espero que algún día el mundo empresarial chileno se dé cuenta de algo tan sencillo como evidente, que les resulta, paradojalmente tan ciego a ellos: respete y cuide a sus trabajadores y ellos lo respetarán y cuidarán a usted y su negocio.
Cada vez que se conmemora al día del trabajo, al margen del descanso que este conlleva para gran parte de la comunidad laboral, pasa como estrella fugaz la reflexión acerca de cómo están los trabajadores, y de si tiene sentido continuar recordando la tragedia ocurrida en las afueras de la fábrica de maquinaria agrícola McCormik, en Chicago, que dejó establecido a este día como la fecha que recuerde los sacrificios para lograr lo que es, en mi opinión, obvio: el respeto que se merecen las personas de parte de otras personas.
No es lo mismo recordar al día del “trabajo” que al día del “trabajador”. Lo primero es una expresión funcional, que de alguna manera sólo se hace cargo de una realidad inevitable: para vivir la vida de esta sociedad, trabajar es ineludible. El trabajo no sólo financia la calidad de vida, sino que configura una trama fundamental de las relaciones sociales en que el individuo se desenvuelve la mayor parte de su día despierto. Lo segundo, el trabajador, es una expresión mucho más fuerte, y también mucho más olvidada en esta fecha.
Cuando aludimos al trabajador hacemos referencia a la persona, al ser que debe despertarse todos los días para mover sus energías cumpliendo tareas que le encomienda un tercero, también persona, pero que durante toda la jornada ejerce un rol de liderazgo impuesto, que se debe aceptar mientras la relación de beneficios versus obligaciones le resulten tolerables, o mientras no encuentre otro lugar para partir a aceptar las ordenes de una jefatura distinta, en un transitar que lo acompaña y acompañará durante toda la vida. Este es el trabajador y la trabajadora.
El trabajo se puede diseñar. Al trabajador, en tanto, se le debe respetar, capacitar, acompañar y ayudarlo a que esa inmensa cantidad de tiempo que deba estar en el ambiente laboral le resulte gratificante. No solo en lo económico (aspecto en que la inequidad actual no requiere mayores palabras), sino que en la generación de condiciones para que dicho tiempo, no financie su calidad de vida, sino que sea un eje central de aquella.
Por lo demás, incluso en la más pragmática de las percepciones, no puede caber duda alguna que, mientras mejor se trate al trabajador, este rendirá más, cometerá menos errores, se atreverá a hacer más sugerencias de mejoras, cuidará mejor su puesto laboral y ayudará más a sus compañeros/a de faenas. El mal trato, en el estilo de mando, en la inequidad de las compensaciones, en la exigencia de tiempos incluso por sobre la norma, y tantas otras expresiones del abuso, rápidamente rebotan y se transforman en problemas para el empresario que castigan su negocio y, en un mundo tan competitivo como lo es el actual, el riesgo de la quiebra o el fracaso se hace inminente.
En este día, por lo mismo, más que celebrar al día del trabajo, se debe honrar al trabajador/a propiamente tal, y honrarlo es avanzar en acciones concretas de respeto e inclusión. Para ello, no tiene sentido esperar la legislación, porque no tiene sentido esperar a que se impongan por la fuerza de la ley acciones que de manera natural harán (incluso desde una mirada muy egoísta) que le vaya bien al empresario, creciendo de manera sostenida, tanto cuando la economía fluye sin contratiempos como cuando (por la naturaleza cíclica de ésta) las aguas se tornen turbulentas.
En resumen, la consigna debe ser siempre crecer con los trabajadores y no a costa de ellos. Espero que algún día el mundo empresarial chileno se dé cuenta de algo tan sencillo como evidente, que les resulta, paradojalmente tan ciego a ellos: respete y cuide a sus trabajadores y ellos lo respetarán y cuidarán a usted y su negocio.
Cuando esto ocurra, podremos comenzar a pensar en serio que se puede llegar a ser un país desarrollado. Mientras ello no suceda, seguiremos dándonos vuelta en esta mediocridad abusiva de unos pocos, a costa de millones de trabajadores.
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Foto: Cristian– / Licencia CC
Comentarios
03 de mayo
Los empresarios no quieren darse cuenta que podrían estar más felices sin delincuencia ni pobreza. Es tan grande la desigualdad que va a reventar tarde o temprano. Entonces la culpa obviamente va a ser política, pero en realidad se deberá al egoísmo y la mezquindad, de quienes siempre quieren más sin medir las consecuencias.
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