Ya van dos meses desde que la discusión del salario mínimo dejo de ser un tema en Chile, hoy la atención está puesta en las necesarias demandas estudiantiles y el cambio del sistema educativo.
Pero el pasado paro nacional convocado por la CUT mostró a estudiantes y trabajadores unidos dejando entrever "puentes" entre las agendas. En efecto, salario mínimo, trabajador pobre y educación están estrechamente emparentados. Veamos qué sucede.
Según datos de la encuesta CASEN 2009, en Chile existen 2.508.880 pobres (considerando también los indigentes). De ese total, un 20% trabaja, vale decir, existen alrededor de 500 mil trabajadores pobres en Chile. De este nuevo total (los quinientos mil), un 75% son asalariados, son pues, "los asalariados pobres". Personas que trabajan apatronadamente y que igualmente son pobres.
¿Qué sucede con el trabajo en Chile? lo cierto es que cuesta encontrar empleos de calidad, son esquivos, escurridizos, reservados sólo para unos pocos, entre ellos, para los que lograron obtener estudios superiores. Si es posgrado, tanto mejor. Ciertamente, la realidad nos muestra que este grupo también es abusado (en términos de mala calidad), pero relativamente hablando veremos que son los más favorecidos.
En efecto, tener un título universitario aumenta la probabilidad de tener un empleo protegido (o sea de mayor calidad). Es más, quienes obtienen post-títulos, como magíster y doctorados, tienen aproximadamente un 20% más de probabilidad de obtener empleos de calidad versus quienes no los tienen. En el otro extremo, quien no pudo estudiar, o tienen pocos años de escolaridad, están condenados a tener trabajos precarios e indecentes, de hecho tienen un 25% menos de probabilidad respecto a los educados, a la hora de tener trabajos de los buenos.
Vemos, pues, que el apartheid que muestra la educación en Chile, desemboca luego en una segregación en cuanto a las condiciones laborales que reproduce las injusticias y agudiza las desigualdades. El niño rico que estudia en un colegio bueno entra a la universidad, obtiene un post-titulo y luego se inserta en el mercado laboral en trabajos de calidad. Su homólogo pobre, le tocará vivir todo lo contrario.
Así, entregar educación de calidad e igualitaria es condición sine qua non para atacar el cerco cultural, político y laboral con el que se tiene marginado a un ingente sector de la población. Pero la cosa no se acaba allí. Tampoco se puede dejar que la dignidad en el trabajo dependa de la credencial educativa que se tenga, como si esa fuese la condición mínima para ser tratado con respeto, y si no se cumple, se es trabajador pobre. El mundo del trabajo, al margen de los cambios educativos, debe entregar calidad.
Las empresas se han acostumbrado a pagar bajos sueldos y sacrificar la calidad del empleo a toda costa. Y tienen chipe libre: un Código del Trabajo servil a ellos, que dificulta una negociación colectiva real y la lleva a un escuálido 11% de cobertura, con rompe-huelgas que protegen las empresas ante cualquier señal de conflicto y con trabajadores absorbidos por las deudas para mantenerse en el sistema. Para rematar el cuadro, nuestras autoridades sólo se preocupan por la tasa de desocupación. A eso se ha reducido la política de empleo.
Buena calidad en los empleos y terminar con los trabajadores pobres[2], debiese ser una meta del corto y mediano plazo para cualquier país que aspire al desarrollo. En ello, una política de salario mínimo es crucial, del libre albedrío del empresario no puede depender que el trabajador coma.
Nuestro país movilizado pide a gritos un cambio de modelo. En ello es clave un nuevo Código del Trabajo, que revitalice el sindicalismo y la negociación colectiva para todas y todos los trabajadores. Es más, debería discutirse que la calidad se asegure constitucionalmente, tal como piden los estudiantes con la educación. Sin el trabajo al centro de la estrategia, el camino hacia el apetecido desarrollo será cada vez más largo.
Por Gonzalo Durán Sanhueza, Economista Fundación SOL, www.fundacionsol.cl
Extracto Columna publicada en The Clinic N° 412, del 22 de agosto de 2011
[1] Piso mínimo para medir calidad, el índice de empleo protegido es un indicador elaborado por la Fundación SOL que busca objetivar la calidad del trabajo.
Comentarios
16 de marzo
Soy desempleada por ciertas condiciones de leyes chilenas que no se hicieron en este gobierno sinó vienen del tiempo de la concertación. Aunque usted no lo crea, luché toda mi vida por tener un título que me costó mucho lograr (25 años de lucha y esfuerzo). Hoy día soy médico, con muchas posibilidades de entrgar mi vocación al ser humano pero por condiciones muy especiales de leyes antiguas NO PUEDO TRABAJAR. Estoy cesante y con muchos problemas económicos y ya el tiempo ha pasado para emprender una lucha distinta.
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