En 2007 la ahora ministra Evelyn Matthei expresaba –a propósito de la propuesta de Monseñor Goic sobre el sueldo ético-: “las empresas grandes muchas veces no son éticas, porque pudiendo pagar 700 sólo pagan 350”, pero rápidamente agregaba que la PYME no estaba en condiciones de pagar lo propuesto, apelando al fantasma de la quiebra y del desempleo. Por esa fecha, Arturo Martínez planteaba un sueldo mínimo de $180.000, para acercarse gradualmente a lo propuesto por Goic. También Hernán Larraín, en su momento presidente de la UDI, decía: “Que los empresarios que puedan pagar más lo hagan, que no se escondan en el sueldo mínimo para no pagar lo que en justicia pueden entregarles a los trabajadores.”
Es necesario recordar el consenso social y político que generó el planteamiento de Monseñor Goic y, por otro, que esta propuesta nació a raíz de conflictos colectivos en grandes empresas, como la huelga de los trabajadores subcontratados del cobre, liderados por Cristián Cuevas.
El año pasado, en otra columna sobre el tema, esta paradoja la graficaba con la frase: ¡La vida no se trata solo de comer pan pelado!
Hoy, la ministra del trabajo señala que la CUT entrega una propuesta con el “tejo pasado” y hace hincapié en el supuesto acuerdo que habría sido ratificado mediante la firma de sus representantes al interior de la Comisión Asesora para el Salario Mínimo. En síntesis, ya se habría “acordado” un salario mínimo cercano a los $180.000. A buen entendedor, pocas palabras.
Como podrán constatar, la discusión por un salario mínimo mayor al que siempre termina por acordarse no es nueva y confronta a los actores políticos y sindicales en un show demasiado repetido. Entonces… ¿Por qué los dirigentes sindicales de base no nos empoderamos de nuestra función y cambiamos el eje de la discusión?
En esa línea, la Fundación SOL nos ha convocado a debatir, analizar y movilizarnos para situar la discusión también en otros ámbitos más concretos: el sindicato, la empresa donde trabajamos, donde vivimos, etc. La idea es que seamos actores principales y generemos en la base sindical instrumentos de debate y comunicación para incidir en que los trabajadores y trabajadoras comprendan el impacto personal y familiar de que exista un sueldo mínimo tan bajo. La familia en su conjunto ve afectado su bienestar cuando se gana tan poco.
Tengo la impresión que si trabajadores y dirigentes sindicales jugásemos un rol más activo en la sociedad, poniendo los énfasis y las miradas en la línea correcta, empujando una distribución equitativa de los ingresos, con una negociación colectiva que dé cuenta del crecimiento de las empresas y que ofrezca mejores condiciones laborales y económicas, otro gallo cantaría. Claro está que nos enfrentamos a una pelea más profunda. El cambio de esta sociedad desigual y explotadora.
“Somos parte de una gran empresa” Así se refiere Cencosud -en su balance financiero del 2010– respecto de sus trabajadores y trabajadoras, a quienes la empresa mal llama colaboradores, empujándonos a perder nuestra identidad social como parte integral del modo de control social y dominación de las relaciones laborales al interior de las empresas.
Algunos datos: Cencosud tiene ventas sobre los 12 billones de dólares el año 2010, sus utilidades se acercan a los 900 millones de dólares el 2010 y el EBITDA sube a 1,03 billones de dólares el 2010 (+35%), proyectando ventas por 13.7 billones de dólares para el año 2011. “Cencosud es uno de los más grandes y prestigiosos conglomerados del Retail en América latina”. Es el broche de oro del balance mencionado.
En nuestro caso, como parte de Cencosud, nos parece relevante cambiar el eje de la discusión, asumiendo una realidad financiera más que evidente. Estamos frente a una empresa exitosa en lo económico, con ingresos anuales en constante crecimiento –al igual que Falabella, Ripley, Walmart entre otras-, por lo que resulta anti ético pagar sueldos miserables. En eso podríamos decir que la Ministra Matthei concuerda con nosotros. La diferencia está en qué es lo que hace cada cual para cambiar realmente esta condición miserable.
¿Qué queda para sus trabajadores y trabajadoras?: sobreutilización de la jornada parcial de 20 a 30 hrs (trabajadores part-time y peack time) con la consiguiente reducción de sus beneficios económicos y laborales; disminución de trabajadores a jornada completa; reducción de las comisiones; sueldos base mayoritariamente por debajo de los $200.000; despidos y recontratos por menores condiciones económicas y un largo etc.
Entonces, desde lo planteado por Monseñor Goic, resulta del todo necesario terminar con la vergüenza y aberración ética de pagar sueldos de explotación, no sólo en el Retail sino también en todas las empresas del país. La ministra nada más defiende lo suyo, es su pega.
Y los trabajadores y trabajadoras ¿qué defenderemos?
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