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Reformar para dignificar

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La dignidad de los trabajadores nunca deberá implicar obligatorias muestras de heroísmo en su ejercicio, allí reside la necesidad de modernizar nuestro sistema de relaciones laborales. El Trabajo humano como fenómeno trascendental para el desarrollo económico-social de nuestras comunidades viene a ser un complejo escenario donde el denominador común es la permanente tensión entre los intereses de trabajadores y empresarios. En ningún caso lo anterior sería la proposición de una pugna absoluta entre los agentes, sino la especial consecuencia de las reivindicaciones propias del componente laboral. En ese sentido y dada la naturaleza de la relación, el asunto debe ser abordado desde la multiplicidad de variables que configuran el sistema, esto por cuanto dicha mirada nos permitirá comprender y diseñar políticas públicas que den cuenta de la densidad del problema chileno, tanto a nivel privado como estatal.

El Gobierno con la propuesta de Reforma Laboral compromete no tan solo esfuerzos importantes en la modificación de diversas instituciones, sino que viene a configurar una visión distinta respecto del Trabajo, identificando ahí la matriz de la desigualdad, aquel lugar en donde se materializa el poder de unos respecto de otros. Sin duda este es el mayor avance de la propuesta, por cuanto modifica el foco de aproximación al fenómeno, arrancando de la lógica particular o estratificada de los trabajadores, situándola en el contexto nacional de prioridades. En ese contexto el debate político no tendrá solo que ver con los derechos por consagrar sino fundamentalmente con el concepto subyacente del hombre trabajador y las implicancias de este en la generación del capital.

Es por ello que la primera barrera a vencer es la delimitación política y comunicacional que se realiza respecto del trabajo como también del trabajador, en cuanto históricamente ha significado la pérdida de su sentido originario y fundamental en el desarrollo económico-social, con la intención de desproveer al sujeto laboral de toda consideración general y comunitaria de sus reivindicaciones, sujetándolo únicamente a la individualidad de sus necesidades. Acorde a esa línea de pensamiento ha sido el tratamiento que han dado a la Reforma la oposición política-empresarial, tildándola de Reforma Sindical, marcando diferencias entre los que serían intereses de los trabajadores y los sindicatos como estructura. En ese orden de cosas han señalado también que las cifras (ENCLA) dan cuenta de una supuesta falta de conflictividad, es decir, Chile no tendría mayores problemas entre sindicatos y empleadores, y es más, el trabajador chileno no tendría interés en pertenecer a dicha organización, por lo cual su fortalecimiento y promoción sería solo un gustito ideológico. Chiste repetido, suena podrido.

Sin duda el mayor avance de la propuesta de Reforma laboral, modifica el foco de aproximación al trabajo, arrancando de la lógica particular o estratificada de los trabajadores, situándola en el contexto nacional de prioridades.

Dirigentes sindicales perseguidos, con una imposibilidad casi absoluta de negociar en igualdad de condiciones y menos de ejercer plenamente el derecho a huelga, entonces en ese contexto, ¿alguien podría interesarse por el Sindicato? o mejor dicho, ¿alguien arriesgaría el pellejo en una huelga? Al parecer para la patronal política y económica, dichos antecedentes no condicionan la voluntad de adscribirse a un sindicato, serían meros datos de la causa. De lo anterior se colige un asunto mucho más primordial, el cual se refiere a preguntarnos si la falta de sindicatos o el debilitamiento de estos es realmente un obstáculo al desarrollo equitativo de nuestras comunidades, del todo ideológico y a la vez del todo sustantivo por cuanto la organización de los iguales en el trabajo configura la única opción jurídica y factual relevante a la hora de exigir condiciones de empleo dignas, en donde efectivamente se materialice la dignidad obrera. En ese orden de cosas debemos volver la mirada sobre la relación trabajo-capital, preguntándonos si la lógica capitalista de asumir el trabajo humano remunerado como costo posible de minimizar admite estándares mínimos de justicia social. De no estar de acuerdo con ello o mas bien de indignarnos con la ecuación, la solución del Gobierno es la apropiada, fortalecer el pilar Sindical. Es por ello que el gusto al final del día es dulce, entramos en un viaje sin retorno.

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