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Reforma laboral: la mala suerte está echada

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Solo usamos el dicho como título porque ninguna ley es el resultado de la suerte, sea buena o mala. Las leyes resultan de la lucha de clases y el Estado, a través de su aparato político, sigue siendo parte de los órganos de opresión de la clase dominante. Feas palabras y pasadas de moda dirán muchos, pero la triste realidad lo trae a la memoria todos los días. El recién estrenado presidente de la Cámara de Diputados nos recordó este hecho real y brutal usando la expresión “correlación de fuerzas”.

Cuando se llamó a votar por la Nueva Mayoría, con su programa de transformaciones, no se le dijo a los electores que ese proyecto político no tenía ni siquiera garantías de coherencia interna de las fuerzas políticas allí representadas. Se nos dirá ingenuos por desconocer que hubo antes precandidaturas que expresaban los “matices” de esa naciente coalición. Eso es cierto, pero por favor, en el programa exhibido como común y en los dichos de las autoridades y parlamentarios mentores de los cambios legales, cuando ya fueron gobierno, usaron expresiones esperanzadoras para referirse a la reforma laboral; voces que en el tiempo se fueron silenciando y terminaron siendo desmentidas en los hechos tajantemente.

Es necesario decirlo con claridad. Si se pudiera hoy elegir, preferiríamos que no hubiera reforma laboral porque cómo vamos, hay más daños que beneficios. Esta reforma puede conducir a más graves alteraciones estratégicas de los mapas de fuerzas del capital y el trabajo. Un solo ejemplo, si llegara a aprobarse definitivamente el acuerdo del gobierno con parlamentarios “escogidos” (porque no estaban los integrantes de las comisiones Trabajo de las cámaras o los jefes de comité) sobre la negociación y el derecho a huelga de los trabajadores subcontratistas ¿Qué razón existiría para no eliminar o reducir al mínimo las dotaciones de planta de las empresas si se puede contar con mano de obra subcontratada anulando el riesgo de huelga?

Los artículos aprobados permiten contratar todo el reemplazo necesario y lo que se ofreció, para que los parlamentarios de la Nueva Mayoría lo respaldaran, es sencillamente obsceno. ¿Cómo se presentaría que la mandante pudiera contratar a los propios huelguistas para autoreemplazarse? Es tan ridículo e irracional que produce vergüenza ajena. Imagine un ejemplo muy simple de lo que sería posible: un huelguista que debe marchar para no pagar multas al sindicato, pero que a la vez podría trabajar para la principal en sus tiempos de descanso de la huelga legal. Veremos con que genial solución de compromiso nos saldrán en la Comisión Mixta.

Otro asunto pendiente es la negociación de los sindicatos interempresas. A quienes sabemos de qué se está hablando nos ha sorprendido el duro combate que se ha dado en esta materia, por la CUT y sus cercanos. Al extremo de que hubo parlamentarios que explicaron su aprobación a las “adecuaciones necesarias” a cambio de avanzar en la obligatoriedad de la negociación para los sindicatos interempresas. Raro, salvo que haya gato encerrado. Veamos. Estos sindicatos se usan hoy para otorgar fueros a dirigentes y a socios, con menor duración.

En otros casos constituyen el inicio de una organización que terminará siendo “de establecimiento” o “de empresa”, si dan los quórums. Si se requiere negociar, se adopta la figura de “grupo negociador”. CoN ésta fórmula desaparece parcialmente con el término de los grupos negociadores. si en la empresa hubieran más sindicatos, efectivamente quedarían franjas de trabajadores sin negociar. Este efecto sería muy menor con los qúorums actuales, pero de nuevo tenemos un daño colateral con el cambio en los números para constituir sindicatos y negociar en las pequeñas y micro empresas. La pregunta es entonces por qué la CUT quiere propiciar la negociación  de esta manera. La respuesta es simple. Se trata de construir herramientas de control sindical.

Si tenemos negociación obligatoria en varias pequeñas empresas, de manera simultánea, se facilita la colusión y el lockout colectivo de esas compañías, reduciendo los problemas de competencia y pérdidas de mercado derivadas de la huelga y así disminuyendo los daños individuales de cada unidad productiva.

Empecemos de nuevo con este punto. Si tenemos negociación obligatoria en varias pequeñas empresas, de manera simultánea, se facilita la colusión y el lockout colectivo de esas compañías, reduciendo los problemas de competencia y pérdidas de mercado derivadas de la huelga y así disminuyendo los daños individuales de cada unidad productiva. Como se ve, de esta manera no se aumenta la fuerza real de los trabajadores, salvo en efectos simbólicos como las economías de escala para la organización de la huelga.

Entonces en la CUT no están en realidad defendiendo la ampliación de la negociación a ese sector de la economía. En los hechos promueven un tipo de sindicalismo altamente centralizado que dará origen a verdaderas burocracias sindicales despegadas de la realidad de sus afiliados, con cúpulas que abandonan sus puestos de trabajo y por este y otros beneficios se eternizan en sus cargos. Ya existen ejemplos de esta naturaleza. El sindicato interempresas de líder (SIL) es uno de ellos. Fue fundado por D&S como sindicato proempresa,  desarrollando por años políticas en contra de los trabajadores, condenados por esas prácticas en la Dirección del Trabajo, han realizado acciones de blanqueamiento de imagen por medio de alianzas políticas y participación en la CUT.  Hoy su poder está amagado por un sindicalismo de base, presente en cada local, que instala poderosas alianzas para negociar y permite que, en la práctica y sin ley, negocien las Federaciones de Walmart.

Ocurre otro tanto en ParÍs, Ripley, Sodimac y otras. En las tribunas del Senado y de la Cámara de Diputados no hubo presencia relevante y menos protestas de la CUT, seguramente porque eran parte del acuerdo de la noche previa a la última votación de los diputados. En cambio, fueron las federaciones organizadas en la Coordinadora de Sindicatos del Comercio y futura Central del Retail (CETRA), las que han perturbado las sesiones de los legisladores. Representando a miles de trabajadores y trabajadoras que conocen de cerca los efectos  de la desprotección reglada que recordaba el diputado Jiménez cuando señaló: “en este país cuando se hace la ley, se hace la trampa. Nos ha pasado con el proyecto sobre semana corrida o cuando legislamos sobre el feriado irrenunciable de los trabajadores».

Desde el compromiso político de reforma laboral, hoy, después de más dos años sólo queda en pie un diagnóstico contenido en el mensaje con que se ingresó a tramitación el proyecto de ley que señala: “Mientras no avancemos en el fortalecimiento de los derechos colectivos del trabajo, las condiciones estructurales para la reproducción de la desigualdad permanecerán, minando los esfuerzos que se están haciendo en otras áreas para hacer de Chile un país más justo y cohesionado”. Por favor que nadie repita o mejor crea que dejamos atrás el Plan Laboral de la Dictadura. Quedan muchas tareas pendientes y no dependerán de la buena voluntad de los poderosos.

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