Los economistas hablan de la baja productividad de Chile y quiero reflexionar como ésta se une a las actuales demandas de la ciudadanía.
De acuerdo a estimaciones de la Cámara de Comercio de Santiago (CCS), durante 2012 la economía chilena habría registrado, por primera vez desde 2007, un aumento en la productividad total de factores, estimando que el aumento fue del orden de 1%, favorable considerando el descenso de la productividad del quinquenio 2006-2010 que fue en promedio -0,7%.
La productividad total de los factores (PTF) es afectada por la productividad del factor trabajo y capital o técnica. Dentro del trabajo, la productividad laboral se mide como productividad por hora trabajada. Es decir es la relación entre la cantidad de productos obtenida por un sistema productivo y los recursos humanos utilizados para obtener dicha producción.
Es de vital importancia, si se quiere llegar a ser un país desarrollado, que desea entregar mayor bienestar económico a su población, ser eficiente; es decir, tener un alto índice de productividad laboral.
La productividad laboral o productividad por hora trabajada, se mide entonces como el total producido por un país dividido por el total de horas trabajadas, por toda su fuerza laboral.
En este contexto frente a los países de la OCDE quedamos muy mal parados, de los 39 países medidos, estamos en el penúltimo lugar, solo superando a México. Chile aparece con 21 US$ de PGB por hora trabajada, cuando el promedio de la OCDE es 45 US$ y el más productivo, Noruega, tiene 83 US$. Estamos muy lejos de considerarnos un país eficiente.
Entonces, cabe preguntarse: ¿Qué influye en el aumento de la productividad laboral, tan necesaria para mejorar las remuneraciones? Los expertos podrán plantear varias causas, entre ellas: acceso a la tecnología, la relación de stock de capital por trabajador (que el trabajador tenga más y mejores herramientas de trabajo), las regulaciones innecesarias y excesivas, que aumentaban los costos, la motivación de los trabajadores, el acceso a la tecnología, la paz social, la creatividad y sobre todo las capacidades de su fuerza laboral.
Es de vital importancia, si se quiere llegar a ser un país desarrollado, que desea entregar mayor bienestar económico a su población, ser eficiente; es decir, tener un alto índice de productividad laboral.
Entonces, teniendo presente que el acceso al capital es importante, volvamos al centro de la preocupación nacional por estos días. Necesitamos personas más educadas, más capacitadas, si queremos llegar a ser parte del club de los países desarrollados. Es un imperativo ético y moral, pero también es un requisito económico-social, mejorar la educación y las capacidades de todos los que vivimos en este país. No es coincidencia que en los demás países de la OCDE se trabaje menos y se gane más. Italia, Canadá y tantos otros, con más de 40 US$ de PGB por hora trabajada, nos doblan en productividad. Entonces el camino a recorrer es largo.
Es necesario entender que la educación no es un gasto sino una inversión, y así como estamos dispuestos a invertir en puentes y caminos, deberíamos estar dispuestos a invertir en la educación de nuestros hijos, o nunca podrán vivir en un país realmente desarrollado. La educación y capacitación no podemos dejarla a la buena voluntad de cada persona, debería ser una prioridad de país, porque sin ella, no alcanzáremos nunca a los países más ricos. Educación que debe ser para todos, no basta con unos pocos, como muy bien lo entienden en los países más ricos de la OCDE.
Carmen Gloria López,
Directora Ejecutiva Fundación Emplea
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