Estamos en período de elecciones y se habla de un nuevo pacto social. Hagamos un nuevo pacto laboral, porque si se aplican las recetas de “países desarrollados” como Francia, la palabra “karojisatsu” no va a ser tan desconocida.
Se ha implantado en el empresariado (y pretenden hacernos creer que es la verdad) que el trabajo es algo que se nos concede, que es un privilegio, resumido en “el trabajo dignifica”. Pero no es cierto. El trabajo no dignifica, el trabajo es la principal causa de muerte de las personas.
Siempre que vamos a buscar empleo se nos evalúa si tenemos “tolerancia al estrés” o si no tenemos problema en “trabajar bajo presión”. No se nos advierte que eso nos puede provocar ataques cardíacos o cerebrales incluyendo hemorragias subaracnoidales (18%), hemorragias cerebrales (17%), trombosis o infarto cerebral (6%), infarto de miocardio (9%) y fallo cardiaco (18%). Esto es lo que se llama “karoshi”, o muerte imprevista por sobrecarga de trabajo. Tetsunojo Uehata y otros acuñaron el término en un libro de 1990, “Karoshi: When the Corporate Warrior Dies (Karōshi Bengodan Zenkoku Renraku Kaigi)” usando dos palabras: «karo» que significa «exceso de cansancio»; y «shi», muerte.
En Japón es una reconocida psicopatología laboral desde 1987, aunque el caso emblemático es de 1969, cuando un empleado de sólo 29 años falleció de infarto cerebral después de llevar más de 40 días seguidos trabajando apenas descansando, lo que se calificó de «muerte súbita ocupacional». Y así es cómo se define al karoshi en la normativa japonesa: la muerte súbita de cualquier empleado que trabaja un promedio de 65 horas a la semana o más durante más de 4 semanas, o un promedio de 60 horas o más a la semana durante más de 8 semanas. Cualquiera que trabaja 24 horas continuas, o que ha trabajado como mínimo 16 horas de trabajo durante siete días, o que ha trabajado más de 12 horas al día, seis o incluso siete días a la semana año tras año sin descanso puede morir súbitamente. Y la familia de la víctima tiene derecho a indemnización.
Y si no se nos advierte de esto, menos se nos advierte que en vez de estar en riesgo de sufrir alguna de estos problemas cometamos lo que representa más del 30% de las muertes laborales: suicidio.
Que una persona se suicide no es del todo extraño. Según la Organización Mundial de la Salud, alrededor de un millón de personas en todo el mundo mueren por suicidio: 16 por cada 100 mil habitantes, 1 suicida cada 40 segundos (en Chile mueren en promedio cinco personas por suicidio cada día).
Lo que no mucha gente sabe es la estrecha relación entre trabajo y suicidio. Las personas que más se suicidan no son las que no tienen trabajo, son las que lo tienen y les es insoportable. No tiene nada que ver con el sueldo, de hecho médicos cirujanos y dentistas están en el top ten de suicidas, tiene que ver directamente con el ambiente laboral. El entorno de trabajo, organización del tiempo de trabajo, organización de las funciones y tareas y estructura de la organización son las principales causas de los suicidios. Y lo terrible es que es contagioso: si alguien se suicida en su trabajo o por su trabajo es muy probable que otro trabajador de esa misma empresa haga lo mismo.
Sobre eso no hay la menor conciencia. Lo que habitualmente se hace cuando un trabajador se suicida es creer que tiene problemas en su casa, la empresa o el organismo no tiene nada que ver y ahí queda el tema, no se hace nada. Pero qué tal si ponemos estas cifras: año 2000, 28 suicidios; 29 en el año 2002; 22 en 2003, con un breve periodo de “tregua” que se rompió entre los años 2008 y 2009, cuando hubo más de 30 suicidios seguidos por las más de 27 muertes y 13 tentativas del 2010 y en el 2013 ya van 24 suicidios… Son el número aproximado de trabajadores que se han suicidado en France Télécom. France Télécom es el principal operador de telecomunicaciones en Francia, ligada a empresas como Orange o Dailymotion, y está al borde de entrar al Récord Guinness como la empresa donde más personas se suicidan. Hagámonos una idea: la tasa de suicidios anual de Francia es de aproximadamente 17 personas por cada 100.000 habitantes; la de France Télécom, que tiene 100.000 trabajadores, se suicidan 18 trabajadores promedio al año. Esto supera a los tres trabajadores suicidas de Disneyland París del 2010, o los 4 trabajadores suicidas de Renault del 2006 (tres murieron en las mismas oficinas), o los 6 suicidas de Peugeot del 2007, o los 2 de Société Génerale del 2011.
Esto no es karoshi, sino karojisatsu (jisatsu: suicidio), o sea, suicidio profesional, cuando un trabajador acaba o intenta acabar con su vida por cuestiones relacionadas con la presión laboral. La persona no sólo es víctima del stress laboral habitual, sino que además ha sido víctima de burnout (o el síndrome de “estar quemado”, caracterizado por alteraciones en el estado de ánimo del trabajador cuando considera que no se valora su esfuerzo) y del síndrome de Fatiga Crónica (surmenage) y de mobbing (acoso sicológico que sufre un trabajador por parte de sus compañeros de trabajo o superiores comportamientos que pretenden intimidar, infravalorar y amedrentar al trabajador). No “o” sino “y”, porque la víctima de karojisatsu (como las de France Télécom) no sólo es acosada laboralmente, o trasladada de trabajo o presionada para obtener resultados imposibles sino que es además víctima de acoso moral, fracaso profesional y de conflictos con otros compañeros. Y lo grave del karojisatsu no es sólo la pérdida de una vida humana, sino cómo ocurre. Los suicidas de France Télécom, como los de Peugeut o los de Disneyland no sólo han tomado pastillas o arrojado de puentes, sino que se han quemado a lo bonzo, han saltado por la ventana de las oficinas, se han clavado cuchillos frente a sus compañeros de trabajo cuando son despedidos, se han ahorcado en las oficinas, etc. Esto ha provocado un explosivo aumento de estrés postraumático (PTSD) en los demás trabajadores de esas empresas… del mismo tipo que tienen los gendarmes chilenos cuando ven que un compañero se dispara con su propia arma.
Porque en Chile no se discute el tema y rara vez sale en las noticias cuando un trabajador se suicida. Lo que se discute es la “flexibilidad laboral” sin pensar que precisamente es la causa de karoshi y karojisatsu, porque este tipo de régimen labora obliga al trabajador a “adaptarse a un mundo en constante cambio” como dijo el presidente del grupo La Poste Jean Paul Bailly en su libro “Ceux d’en haut (Los de más arriba)” para explicar que los que no se adaptan al proceso de privatización no tienen espacio en las empresas, son débiles y que por eso se suicidan. La Poste ya tiene 70 trabajadores suicidas desde 2010, la última en abril de 2013.
“Cuando una persona toma una decisión así es difícil, la verdad sólo Dios sabe que pasaba por dentro de su corazón”. Así calificó el entonces Ministro de Educación Joaquín Lavín el suicidio del profesor Celestino Correa Benavides el 2011. No es cierto. Correa fue víctima de acoso laboral, del tipo que llevo a María Quilahuilque a suicidarse en junio del 2013. Ella trabajaba en el Supermercado Unimarc de calle Sargento Silva, en Puerto Montt, y no soportó el acoso laboral al que la sometían tanto el administrador y el sub administrador del local, quienes la insultaban, le gritaban, la humillaban. En mayo, los sindicatos Fenats y la Asociación N° 1 de empleados del Hospital San Juan de Dios denunciaron el suicidio de una funcionaria y 7 intentos de suicidio debido a que no soportan los maltratos, las agresiones sicológicas, las descalificaciones, y los insultos. En julio el gendarme Eduardo Miranda Muñoz se suicidó en el interior de la Cárcel Colina I con su arma de servicio, producto de una depresión agudizada por las duras condiciones de trabajo.
Estamos en período de elecciones y se habla de un nuevo pacto social. Hagamos un nuevo pacto laboral, porque si se aplican las recetas de “países desarrollados” como Francia, la palabra “karojisatsu” no va a ser tan desconocida.
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