En una entrevista, el presidente de la CPC, Lorenzo Constans expresó su esperanza que una reforma laboral se encuentre en alguna parte de la agenda del gobierno. Confieso que soy escéptica. Para el gobierno, una reforma integral del Código del Trabajo, tal como los empresarios la sueñan, trae pocos beneficios y muchos costos. Políticamente, no conviene enganchar con temas tan sensibles como las indemnizaciones o la sindicalización, sobre los cuales no se ha podido lograr ningún consenso durante los últimos 20 años.
Además, el mercado laboral ha encontrado su propia solución: en 20 años no hemos realizado ninguna reforma que haya flexibilizado la legislación laboral en su sustancia, pero el perfil de los empleos que se están generando ha cambiado radicalmente. Según la Casen, sólo un 36% de los trabajadores tiene un contrato indefinido que dura más de un año y por lo tanto da derecho a indemnizaciones en caso de despido. Según la base de datos del seguro de cesantía, el diagnostico es peor: solo hay un 28% de trabajadores protegidos. Si a esta situación le agregamos la subcontratación y el uso de los multiruts, la sindicalización también es un problema controlado.
Así que, ¡disfrutemos mejor las buenas noticias! Hemos generado 487,000 empleos en poco más de un año. Si se pueden generar tantos empleos sin ningún tipo de política laboral, ¿para qué enmarañarse en temas delicados?
Entiendo la lógica política, pero estoy de acuerdo con el Señor Constans. Nuestra legislación laboral teórica tiene muy poco que ver con las reales necesidades de los empresarios y de los trabajadores. Es una legislación anticuada, basada en una idea de empleo estable que ya no existe. Protege más a los trabajadores menos vulnerables y simplemente excluye o no protege a los trabajadores que más lo necesitan. Es una legislación regresiva que ya no le sirve a nadie.
Me gustaría aprovechar que ahora estamos parados en otro pie para pensar una reforma laboral como corresponde. Durante 20 años no hemos logrado consenso porque el dogma de la flexibilidad laboral polarizó y paralizó el debate. Llevamos años escuchando que más flexibilidad era necesaria para generar más empleos. Ya es una verdad que se toma por sentado. Hasta la gente que era escéptica respecto a ese dogma, me preguntaba si acaso no era cierto.
Ahora tenemos la respuesta: 487,000 empleos. ¿Ha sido la reconstrucción después del terremoto? ¿La recuperación económica? ¿El efecto psicológico de que ahora gobierna un presidente de los empresarios? ¿O simplemente la buena suerte? No sabemos ni cómo ni por qué ha ocurrido este milagro, pero sí podemos estar seguros de que no es a causa de una mayor flexilibilidad regulatoria. Los empleos se han generados en el mismo mercado laboral que existe desde hace por lo menos diez años.
Ha llegado el momento de enterrar ese viejo dogma de que se necesita más flexibilidad para generar más empleos. Quizás ahora podemos empezar a discutir los temas de fondo: ¿Cómo generar mayor inversión en capital humano? ¿Cómo proteger a los trabajadores de verdad? ¿Cómo adecuar nuestra legislación laboral a las exigencias de un mercado globalizado que pronto les va a exigir certificaciones de estándares laborales a nuestros exportadores? ¿Cómo generar la estabilidad laboral necesaria para mejorar nuetros niveles de productividad?
¡Viva el debate laboral que viene!
(*) Columna publicada en The Clinic, edición 12 de mayo de 2011
————–
Comentarios
12 de mayo
Kirsten, no me queda claro como calza el tema de los derechos laborales (especie en vía extinción) dentro de su optimista proyección del mercado laboral. Hago hincapié en ello en razón de que usted, como tema de fondo a debatir en el corto plazo, alude el «capital humano», que, bajo mi perspectiva, no solamente se reduce a la capacitación intelectual-técnica de los individuos, sino que además al ejercicio de derechos que no prescriben bajo ningún régimen económico libre.
0