Vamos al grano: el problema de fondo con nuestro modelo laboral tiene que ver con el poder. El contexto actual nos dice que una de las partes, el movimiento sindical, se encuentra muy debilitada respecto de la otra. ¿Qué valor, entonces, le asignamos al sindicalismo?
A la fecha, lo hemos comprendido como una expresión más de la libertad de asociación: no es otra cosa que un grupo de personas asociadas para solventar necesidades comunes, generalmente relacionadas con mejoras salariales y/o económicas. Esta definición implica decir que su existencia es más bien opcional, pues ¿para qué un sindicato si dentro de la empresa hay buenas condiciones laborales?
Este concepto encierra una trampa: reduce el rol sindical al de un grupo de interés, escondiendo el beneficio público que conlleva un sindicalismo fuerte. Omite que se trata de una institución eminentemente democrática, capaz de trasladar las demandas insatisfechas de miles de trabajadores a la discusión pública. Se olvida que el movimiento sindical está llamado a canalizar el conflicto social, ordenando y dirigiendo las demandas hacia soluciones negociadas. Oculta su rol redistribuyendo de mejor manera las fuerzas entre los actores sociales, posibilitando el diálogo y la creación de confianzas. Encubre que se trata de una institución llamada a velar por todo aspecto del trabajo que menoscabe la vida del trabajador: salario, jornada, seguridad, capacitación, entre otras.
Finalmente, esta forma de entender el sindicalismo, no da cuenta de una cuestión muy sencilla: entre todo el ruido existente respecto de la alta desigualdad, hay en el movimiento sindical una tremenda herramienta para generar mayor equidad. Pero para posicionarla como tal, se requiere de gestos de todos los actores involucrados.
Al Estado y al mundo político, corresponde avanzar en reformas que empoderen el movimiento sindical, convirtiéndolo en un actor fuerte para interactuar tanto en la esfera de la empresa como en el ámbito público: titularidad sindical, ampliación de la negociación colectiva, derecho a huelga efectivo, inversión en formación sindical.
El empresariado debe a su vez reconocer el sindicalismo como un actor relevante en la definición de los temas laborales, y validarlo como interlocutor. Deben ser los propios empresarios los primeros en condenar con fuerza y públicamente las malas prácticas laborales y sindicales de su gremio. En buenas cuentas, debe aceptar que hay un tercero que tiene algo que decir respecto de cómo se organiza la empresa y el mercado laboral.
Al movimiento sindical le corresponde una profunda reflexión respecto de sus procedimientos y discurso. Inmerso en una crisis importante de representatividad –en un proceso casi idéntico al de los partidos políticos-, debe asumir también sus propias responsabilidades en la situación actual. Esto significa, fundamentalmente, asumir la amplitud e importancia de su rol; profundizar las prácticas democráticas internas de su organización; pero, por sobre todo, volver a las bases, insertarse en el mundo de los trabajadores pobres y construir su discurso desde las exigencias de dicha realidad.
El sindicato entonces, lejos de lo que plantean algunos, representa una fuerza social con una misión muy clara: custodiar la dignidad del trabajo y el trabajador en toda su amplitud. Misión que lo distingue de otras asociaciones gremiales.
El desafío de este primero de Mayo, si queremos tomarnos en serio la posibilidad de mejorar realmente las condiciones de trabajo, tiene que ver con reconocer en el movimiento sindical esta función pública y fortalecerlo, darle el valor que merece, y sin duda, exigirle también acorde a su status. ¿No le parece?
* Entrada escrita por Diego Navarrete, Director de la Escuela Sindical de Infocap
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Fotografía: proimos / Licencia CC
Comentarios
01 de mayo
Me gusta!!! pero sólo un detalle no menor, son los propios trabajadores y trabajadoras que deben reconocer el poder que han cedido o que han perdido…es hora de tomar conciencia de ello y recuperar algo que tienen por derecho propio, por ser parte de la sociedad y de la condición humana…Creo que al mercado y a los políticos, no les corresponde el empoderamiento de los otros, cada uno tiene poder en sí mismo, lo que les corresponde es respetar el espacio de los otros y no creer que lo manejan como para ceder o quitar, ahi se pierden y dejamos que todo funcione desde su verdad.
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