Andar a tientas se decía antes. Quizás asociado a caminar con esos candelabros en medio de la noche en el campo, o en esas casonas antiguas que describen los comienzos del siglo pasado en relatos costumbristas de Santiago o Valparaíso.
Caminar a oscuras, también, como andar al achunte o al olfatímetro en materia de decisiones. Guiados por los instintos, sin datos, avanzando sin transar en la ruta de los objetivos o de las emociones y definiendo pasos según lo anuncie el termómetro -cambio climático mediante- que vuelve todo tan incierto, tan voluble, tan sinuoso.
Como en un terreno escarpado que vuelve todo más difícil, el trayecto se vuelve algo parecido a lo que es nuestro propio continente, aquel que no sabe lo que está en la vuelta de la esquina o en el cambio de provincia o de país. Numerosas ideas de democracia, de desarrollo, de justicia social o de libertad, de pueblo o ciudadanía, de avance o retroceso, con una dignidad en tantas versiones. Hay a la carta. Esa imagen imborrable de conducir por una pista de alta velocidad, como un manto liso de horizonte infinito al frente y a los costados de la ruta 7 y, de pronto, en el cambio administrativo de un país federal, volver el desafío a la altura de un rally esquivando eventos, de aquellos, entre acorazados que trasladan el sustento que provee la naturaleza porque, en general, en el desplazamiento de nuestras rutas (las físicas y las digitales) no es la innovación lo que campea.Alguna vieja imagen para graficar la situación chilena de su proceso de desarrollo, nos vuelve hacia un túnel, un túnel muy largo al cual le perdimos la vista del ingreso y menos vemos aquella luz de la salida que orienta. ¿Obligados a mantener el timón firme, el manubrio seguro y la atención precisa?
Alguna vieja imagen para graficar la situación chilena de su proceso de desarrollo, nos vuelve hacia un túnel, un túnel muy largo al cual le perdimos la vista del ingreso y menos vemos aquella luz de la salida que orienta. ¿Obligados a mantener el timón firme, el manubrio seguro y la atención precisa?, desde luego, y en lo básico y elemental, intentando salvar de nuestra memoria la aparición inevitable de los descargos de Mac – Iver para el centenario (parece que no somos felices) y de evitar nuevamente citar a un nuevo Aníbal Pinto (Chile: un caso de desarrollo frustrado). Qué desafío, ¿no?
Y así andamos, un poco a tientas, un poco a oscuras, avanzando en ripio y por un camino difícil, a veces algo intuitivo y con el coro polifónico del vehículo donde cada cual tiene su propia idea de cómo avanzar y el conductor con la tarea interminable de esquivar las eventualidades y las sorpresas, y algunas de ellas (que duda cabe) provocadas por sus generosos impulsos creativos para reducir los tiempos y volver, como en las porfiadas palabras de Galeano, de nuevo al camino central con la lección que en algunas materias no ofrece atajos ni caminos alternativos.
Quizás si andamos menos desbocados, con más ánimo de cruzar palabras, con vocación de rumbos comunes poniendo la pelota al piso, pero más que eso; saliendo del fraseo, poniendo prioridades con vocación de correr los cercos de lo posible y apuntalando los desafíos con datos, con números, con innovación en contexto del mundo actual y futuro, haciendo un esfuerzo por leer lo que está pasando: estamos en un siglo desafiante, en medio de un cambio de época colosal donde las relaciones culturales, económicas, sociales y políticas están creando nuevas formas con matrices productivas y formas de trabajo que toman nuevos caminos, mientras aparecen nuevas identidades y horizontes y hay demanda de dignidad y de seguridad humana.
En medio del túnel, quizás hay que prender la luz por una vez y dejar de andar a tientas, caminar a oscuras.
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