Estando en el distrito cívico de Londres hace un año, camino al Cabinet de Winston Churchill, y en trayecto por esas pequeñas calles en torno a Downing Street, apareció de improviso el primer ministro Johnson en su auto, con otro de escolta y un par de motos que lo anunciaban. La velocidad era mínima y la seguridad de contexto, nada espectacular, considerando que en ese instante se estaba desarrollando en torno a esas cuadras la cumbre de la OTAN, con principales dignatarios de los poderosos países que lo componen.
Nada de despliegues excéntricos que limitaran drásticamente las libertades ciudadanas y sí, algunas medidas de seguridad a la vista y, con toda certeza, muchas otras que no alcanzamos a apreciar. Fue comentario obligado con Nicolás, mi compañero de viaje y el preludio de lo que vendría.
Ya en el Cabinet, aquel bunker donde Churchill se enfrentó al nazismo con una perseverancia, tesón y convicción ejemplar que le han dado el merecido lugar que le guarda la historia de la democracia, la experiencia es ciertamente sobrecogedora. Y no solamente por la prolijidad museológica y la espléndida didáctica con que se puede recorrer un lugar fascinante y precisamente retratado por el cine en “Las horas más oscuras”, con esa actuación descollante de Gary Oldman. A medida que se va recorriendo, el paso se hace cada vez más lento y más profundo, de mayor interés y es posible adentrarse en esos primeros años de la década de 1940, donde muchos objetos, salas y documentos se mantienen en el exacto lugar que quedaron una vez finalizada la segunda guerra.
Y en torno a discursos, reproducciones audiovisuales, colecciones fotográficas o mapas de época, apareció la esencia de lo que algún político chileno denominaba como el rol principal del Estado: mover papeles. Recibir una carta, transformarla en memo, distribuirla entre quienes pueden actuar en torno a sus contenidos, los que al recibirla hacen lo propio, hasta llegar a la ejecución de la tarea, cuando aquello es posible.
Y ahí estaba el papel del primer ministro, con su frase “Action this day”, queriendo decir que la tarea era para cumplirla de inmediato, o “para ayer” como se diría en Chile. Se imaginarán que desatender el “Action this day” de Churchill, en medio de la guerra, podría constituir un acto de desobediencia en grado sumo, una categoría para revisar en el magnífico libro de Agustín Squella, “Desobediencia”.
La responsabilidad social y política indica que esa frase corre para todos quienes proveen bienes comunes a la sociedad, ya sea desde el Estado, las universidades, la empresa o la sociedad civil
Naturalmente, uno de los souvenirs que nos esperaban a la salida, eran esos clásicos imanes que descansan en nuestros refrigeradores y que reservan tantas cosas. Naturalmente, nos trajimos el “Action this day”, que recuerda siempre esa experiencia con la historia, tal cual como algunas fotos en Berlín, donde con curiosidad nos dirigimos hasta el búnker nazi, el cual nos esperaba en un tierral bajo un cartel que indicaba que estaba enterrado y clausurado. Quizás un retrato del espíritu de ambas naciones en torno a un convulso período de la historia y un genuino sello del carácter de cada una.
Siendo jefe de gabinete de la Intendencia de Valparaíso, en el período de Raúl Allard Neumann, durante el gobierno del expresidente Lagos, solía llevarme los fines de semana las cartas ciudadanas que llegaban diariamente demandando un sinfín de cosas. Entre ellas, nunca pude olvidar una de un padre de la comuna de Quillota, con hijos pianistas, ocupado del futuro de ellos y pidiendo respaldo para resguardar y proyectar ese talento. Al llamarlo y con su impresión mediante, tuvimos una larga conversación telefónica, me contó que era ciego y al teléfono pude escuchar el piano de fondo. Fue muy conmovedor. En el Londres de Churchill, en el Cabinet, en el “Action this day”, me recordé de esa ocasión, de aquel padre y del sentido de urgencia.
La responsabilidad social y política indica que esa frase corre para todos quienes proveen bienes comunes a la sociedad, ya sea desde el Estado, las universidades, la empresa o la sociedad civil. La tan manida frase acerca del sentido de urgencia indica que la eficiencia dejó de ser una medida técnica para ser una opción ética que hoy las nuevas tecnologías pueden hacer más eficaz.
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