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Redes sociales, ¿moda o revolución?

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“Toda generación de la historia cree ser la protagonista de una gran revolución”, aseguraba el historiador inglés Stephen George Haw para burlarse de la comunidad hippie que afirmaba estar cambiando para siempre los destinos de la humanidad con su filosofía de paz y amor libre. “El sobreuso termina vaciando de significado las palabras”, aseguraba Haw, quien probablemente reprobaría el uso que actualmente los hijos y nietos de los hippies que tanto despreciaba dan a la palabra revolución, para referirse a los cambios que internet y las redes sociales han traído a nuestras vidas.

¿Son las redes sociales una gran revolución, o se trata de una moda pasajera?

La narrativa del cambio que estamos presenciando es simple y poderosa, probablemente porque hay mucho de cierto en ella: los medios masivos de comunicación ejercieron su dominio hegemónico sobre la opinión pública durante todo el siglo XX. La altísima concentración en la propiedad  (muchos medios en pocas manos) y la innegable estandarización ideológica de la elite propietaria (todos procapitalistas) marcaron el devenir del siglo e inclinaron la balanza de la lucha ideológica hacia un lado: el suyo, por supuesto.

Pero el sigo XXI comienza con sorpresas. Un conjunto de innovaciones tecnológicas de bajo costo lo cambia todo. En el curso de unos pocos años el panorama mediático sufre transformaciones profundas. La producción concentrada se diversifica y el consumo se fragmenta. Los contenidos ya no se distribuyen masivamente sino que circulan en red. Comenzamos a hablar de medios tradicionales y nuevos medios. La audiencia se atomiza en una enorme multitud de nichos: cada vez es más difícil retener y cautivar la atención de las personas.

Este paso de distribución vertical a circulación horizontal para muchos es signo de una cultura más participativa, en la que las personas no son simples consumidores de mensajes prefabricados sino que agentes activos en la construcción de significados. Otros perciben en el horizonte el fin de los medios de comunicación tal como los hemos conocido hasta aquí, y no son pocos los que ven a estas tecnologías –y a los comportamientos que la sustentan- como la llave que liberará a las masas oprimidas del mundo de la tiranía mediática ejercida por los grandes conglomerados mundiales de comunicaciones.

Pero los cambios relevantes no son tecnológicos ni se concentran en una nueva estructura de medios, sino que son de naturaleza social y se traducen en una serie de nuevos comportamientos y hábitos que se expresan en la vida cotidiana de las personas. Objetos como el computador o el teléfono dejan de tener un significado meramente  funcional para convertirse en ventanas de expresión personal al mundo. La relación con los contenidos mediales también se modifica: son ahora  expresión individualidad, lo que soy para mí y lo que quiero ser para otros.

Los cambios relevantes no son tecnológicos ni se concentran en una nueva estructura de medios, sino que son de naturaleza social y se traducen en una serie de nuevos comportamientos y hábitos que se expresan en la vida cotidiana de las personas. Objetos como el computador o el teléfono dejan de tener un significado meramente funcional para convertirse en ventanas de expresión personal al mundo.

Soy periodista, aunque nunca he ejercido como tal. Tengo estudios de licenciatura y de posgrado en literatura, pero jamás he hecho nada relacionado con eso tampoco. Hace casi 15 años que me dedico a diseñar proyectos digitales, actividad que nunca estudié formalmente en ninguna parte. Lo que sé sobre el tema lo aprendí en internet.

Más de 10 años de educación formal -y pagada- en la academia me dieron un par de diplomas que acumulan polvo en la bodega de mi casa. Los conocimientos específicos que me dan sustento profesional los adquirí gratuitamente en la red.

El historiador Eric Hobsbawm decía que las grandes revoluciones de la historia son aquellas que se filtran en la vida cotidiana, “cuando el cambio deviene en cultura”.

No seré yo quien bautice a la época que nos ha tocado vivir como la primera revolución del siglo XXI, pero pueden ustedes sacar sus propias conclusiones.

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Sebastian Villela

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