Lo twitié (¿se escribe así?) el sábado pasado desesperadamente; luego, producto de la sorpresa, lo comenté en voz alta a quien quisiera oírme: primero fue Inti Illimani y luego Illapu quienes estuvieron encargados de la música ambiental en el supermercado Jumbo de Bilbao (ubicado en una avenida concurrida de la capital chilena, un sector de clase media alta). Alguien me dijo que “forman parte del patrimonio musical de Chile, más allá de cualquier cosa” y supongo que con “cualquier cosa” se referían al color político y a sus lugares en el imaginario chileno de la lucha de clases.
Antes de seguir adelante, no es malo confesar que en la casa hacemos en el Jumbo de Bilbao la compra semanal, a pesar de las malas prácticas de Cencosud, Golborne y lo que ya todos sabemos. La alternativa sería el Líder, pero el único Líder que tenemos cerca es un Líder Express en el que falta siempre la mitad de las cosas, aparte de ser pequeño, incómodo y con un estacionamiento demasiado apretado; al margen de que Líder pertenece a la cadena internacional Wallmart, que es igual de maligna que su competencia chilena. Y comprar en el almacén de la esquina para ayudar al vecino pyme es impensable, porque las cosas valen incluso el doble y por eso lo tenemos sólo para las pequeñas emergencias.
Compramos en el Jumbo porque no tenemos otra opción, pese a que el dogma capitalista reza que en un sistema de libre competencia la soberanía es del consumidor. En todo caso, este no es un sistema de libre competencia, si así fuera, el almacenero de la esquina podría vender a los mismos precios que su enorme competidor.
Ir al supermercado se ha vuelto un acto complejo porque al menos yo no puedo dejar de recordar que allí tienen malas prácticas laborales y abusan de los clientes que se ven obligados a comprar a crédito. En todo caso trato de ser un consumidor consecuente y así, por ejemplo, evito comprar productos Agrosúper después del incidente de Freirina, aunque al parecer no tenemos carne de cerdo de otra marca. Eso ha vuelto nuestras comidas mucho mas kosher de lo que solían ser. Es por ello que la música emblemática que representa todo lo contrario de lo que Jumbo significa me sorprendió. En el Jumbo espero escuchar la música gringa de los 80 que es nostálgica de Ronald Reagan –como “The power of love”, que fue el tema central de la saga “Back to the future”– y no la música que cantaba precisamente en contra del modelo que hace a Jumbo posible. También encontré allí el libro de Giorgio Jackson (uno de los líderes estudiantiles más sonados de los últimos años) a un precio sumamente conveniente.
No es difícil adivinar la intención –o la creencia– detrás de estas aparentes incongruencias: mostrar que el comercio es políticamente neutral. Quieren hacernos creer que detrás de los “bajos” precios de Jumbo y de la “Jumbo-ofertas relámpago” no hay ninguna ideología ni ningún modelo de sociedad en juego. De hecho, es muy posible que muchos de los ejecutivos de Cencosud efectivamente crean esto, así como efectivamente creen que son creadores de empleo y el motor mismo de la sociedad chilena.
Sin embargo, la discusión política efectivamente versa o debería versar sobre el modelo de sociedad que queremos. Las diferencias de ingreso y por ende de clase que Jumbo ayuda a establecer y mantener son parte de lo que la discusión política de fondo debiera ser. Una empresa que crea empleos de sueldo mínimo mientras que permite que sus altos ejecutivos lucren hasta el punto de tener que esconder su dinero en la Islas Vírgenes, no es una empresa políticamente neutral, sino una empresa que solo puede surgir en el modelo de “desarrollo” chileno, es decir, en un modelo en el que solo se desarrollan las grandes empresas.
No es difícil adivinar la intención –o la creencia– detrás de estas aparentes incongruencias: mostrar que el comercio es políticamente neutral. Quieren hacernos creer que detrás de los “bajos” precios de Jumbo y de la “Jumbo-ofertas relámpago” no hay ninguna ideología ni ningún modelo de sociedad en juego.
El caballero canoso que me dijo que los Inti Illimani “forman parte del patrimonio musical de Chile más allá de cualquier cosa” tal vez se haya tragado el cuento que viene de la dictadura y que afirma que la discusión política se trata de cosas distintas de nuestra vida cotidiana, pero por suerte parece ser que las nuevas generaciones se han dado cuenta de que es exactamente lo contrario: las consecuencias de la discusión política se tratan precisamente del nivel que tendrá nuestra vida cotidiana. Las decisiones que se tomen en la Moneda y el Congreso sí afectarán nuestro diario vivir, aunque “uno tenga que trabajar igual” como decía mi abuela que era de derecha, aunque no era cuica, sino un mero producto de la hegemonía, la misma con que me educaron a mí. Esas decisiones políticas, sin embargo, dictarán de cuánto es la jornada laboral legal, cuánto es lo mínimo que pueden pagarnos y si vamos a poder seguir comprando en el Jumbo con lo que nos den de jubilación.
El sábado pasado, aparte del comentario del caballero canoso, no vi ninguna reacción especial por parte del resto de la clientela. ¿Será que de verdad se tragaron el cuento de la neutralidad del comercio? ¿Qué todavía temen expresar su opinión? ¿Qué no conocen a los Inti Illimani ni a los Illapu? ¿Que sí creen en el modelo capitalista y son todos de derecha? ¿O no será más bien que estaban demasiado ocupados haciendo sus compras, aprovechando las “Jumbo-ofertas relámpago” e hipnotizados por los oropeles de los Molochs del consumo? Espero que las respuestas puedan leerse claramente en las movilizaciones y en las urnas de la próxima elección.
*Esta columna fue publicada originalmente en el blog EN VIAJE de AméricaEconomia.com
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