¿Alguien sabe lo que es el ALMA? No, no me refiero a aquella que se supone asciende a los cielos; me refiero al observatorio astronómico. Bueno, yo no lo conocería probablemente, si no fuera porque he tenido la maravillosa suerte de ver que Cristian ha cumplido un sueño. ¿Y quién es Cristian? Cristian es mi compañero de trabajo. Es ingeniero y hasta ahora trabajaba principalmente en proyectos de conectividad. Su sueño era poder trabajar en un observatorio como científico, y lo logró.
Es tan bonito ver como alguien puede alcanzar un sueño tan difícil; en Chile no tenemos muchos observatorios, por lo tanto el mérito es aun mayor. Cristian es un hombre riguroso como el que más, disciplinado en extremo, pero con un corazón bueno y noble. De seguro será un gran científico chileno trabajando en las grandes ligas.
Yo trabajo en la Subsecretaría de Telecomunicaciones, implementando un modelo de apropiación social de las TIC, para lo cual instalamos telecentros en sectores vulnerables. Nuestra tarea es hacer que las personas aprendan a usar la TIC para tener mayores y mejores oportunidades, en una sociedad en la que éstas les han sido algo esquivas.
Hace unos días una operadora de telecentros nos contó que un niño llegó al telecentro en horario de clases. Ella le dijo, como es natural, que no podía entrar, pues a esa hora él debía estar en el colegio. El niño le respondió que no podía ir, porque tenía que trabajar. La operadora le preguntó la edad y el niño le dijo que tenía 10 años. La operadora le preguntó que por qué tenía que trabajar y el niño le respondió que le debía diez mil pesos a su madre. La operadora, acongojada, nos cuenta el dolor que le provoca esta situación, y la injusticia que cotidianamente enfrentan muchos.
Ustedes se preguntarán qué tiene que ver la historia de Cristian con la del telecentro. Hay algo que aún no he contado, y es que Cristian nació en un barrio parecido a los barrios donde ponemos nuestros telecentros. Su familia es de mucho esfuerzo y todo lo que consiguió es principalmente gracias a una enorme dosis de trabajo y tesón personal. Nada le regalaron, y sólo usando su inteligencia, ocupando las oportunidades que fue encontrando en su camino, logró llegar adonde ahora está.
Como ambas noticias me llegaron el mismo día, fue inevitable preguntarme ¿y si el niño del telecentro fuera “un Cristian”?
Habitualmente uno suele, y con justa razón, entender que hay un deber ético de ayudar a quienes tienen menos oportunidades, que es un deber social del Estado compensar las brechas para que quienes están “excluidos” pueden integrarse a la sociedad.
La pobreza es algo que duele naturalmente a quien le aqueja y también al espectador, pues no es difícil imaginar todo lo que se complica la vida cuando uno solo ve puertas cerradas a su paso. Pero no a esta mirada que me quiero referir.
Mi reflexión fue más bien preguntarme, y si fuera “un Cristian” el niño que en lugar de estar en clase aprendiendo del sistema solar, debe estar vendiendo en las micros para devolverle el dinero a la madre? ¿Y si fuera “un Cristian” el que se salió del liceo, porque tiene que trabajar para ayudar a pagar el arriendo? ¿Y si fuera “un Cristian” el joven que tuvo que dejar de estudiar en la nocturna, porque tenía que cuidar a sus hermanos, porque la mamá trabaja ahora con turnos de noche?
Trabajar en pos del Desarrollo Humano y la superación de la pobreza no tiene que ver sólo con el actuar ético que acompaña el hecho de buscar compensar las brechas sociales.
Superar la pobreza y educar para esto implica también invertir recursos para que el talento de cientos de jóvenes y adultos no se pierda en el camino, no transforme en polvo de estrellas que el viento diluye en un relato de una historia mal contada.
La vida es injusta muchas veces y eso no es novedad. Pero puede dejar de serlo si creemos que el hecho de que las “cosas sean así” no necesariamente implica que las cosas "deben seguir siendo así”.
Yo soy cabeza dura. Yo no me rindo aunque mi nariz quede plana de recibir tantos portazos.
A quienes somos profesores sólo nos mueve una convicción: las cosas pueden mejorar, las personas pueden aprender, el mundo puede y debe ser mejor.
Por eso, sólo por eso, yo elegí educar.
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