En muchas ocasiones hablar de historia del tiempo presente resulta conflictivo y/o cuestionable. Sin embargo, cuando dialogamos entre el presente y el pasado logramos considerar el carácter histórico de lo que aun está en curso. En este sentido, esta columna no es periodismo, es más que hablar de una coyuntura actual. Esta columna surge desde la perspectiva de quien trabaja la historia del puerto de San Antonio, pero comprendiendo la importancia que hoy tiene significar, en una pequeña parte, la historia del sector portuario nacional para con las presentes luchas de este sector laboral.
El movimiento portuario gestado en los trabajadores eventuales de Valparaíso y que en la madrugada de este martes 18 de diciembre se ha articulado con el resto de puertos del país a raíz del allanamiento al sindicato de estibadores por encargo de la intendencia regional, nos lleva a preguntarnos por cuáles han sido los impactos del movimiento portuario y las formas en que este se ha configurado en vistas a la obtención de resultados en sus demandas. Así, lo vivido últimamente en las calles del vecino puerto nos hace retrotraer las luchas del sector a finales del siglo XIX e inicios del XX. Asimismo, entre los distintos movimientos obreros portuarios, lo ocurrido en Valparaíso en 1903 puede servir de contraste a lo que hoy se vive en esta ciudad-puerto, tanto por sus características de radicalización como por la organización y la colectividad de los gremios:El allanamiento, la detención y la violencia contra los portuarios de Valparaíso y la radicalización del movimiento ante las negativas de negociación de la empresa privada y el Estado parecieran ser síntoma de la superación de esta discursividad y la puesta en marcha de la práctica de solidaridad obrera
El 15 de abril de 1903 la prensa porteña daba a conocer el inicio de una huelga de parte de los estibadores de la Pacific Steam Navigation Company. La exigencia de los trabajadores era la de re-adecuar la jornada laboral que se extendía por 12 horas al día, junto al ajuste de los salarios a la misma cifra que ganaban sus pares de la Compañía Sudamericana de Vapores. El historiador Mario Garcés agrega que estos últimos también estaban determinados productos del alza del costo de la vida en el marco de la Cuestión Social de principios de siglo.
La respuesta de la compañía inglesa fue la de negarse a negociar, incluso ante la mediación de Arturo Fernádez Vial, contraalmirante de la Armada y Director del Territorio Marítimo, quien ese año declaraba a través de El Mercurio que las demandas obreras eran justificadas en vistas de las presentes necesidades de la clase obrera. Esta negativa provocó que los estibadores solicitaran apoyo al Gremio de Lancheros quienes se sumaron y, a la vez, incluyeron las peticiones propias de su sector. Esta solidaridad de expandió a prácticamente todos los gremios portuarios, logrando la paralización total. Garcés agrega que todos estos se habían comprometido a constituir un frente unido de tal forma de solidarizarse en sus peticiones y no volver al trabajo mientras no se resolviera globalmente el conflicto. Mientras algunos contratistas se mostraban abiertos a negociar, las compañías navieras apostaron por el desgaste del movimiento reactivando las labores del puerto a casi un mes de iniciada la huelga. La respuesta de los obreros, en su mayoría mutualistas y anarquistas, y tras disputas internas, fue la radicalización. El día 12 de mayo los huelguistas comenzaron a arribar a los muelles. El diario «El Chileno» indicaba que por las calles de Valparaíso la gente entraba y salía de los bares escuchando y aplaudiendo a diferentes oradores. Desde los cerros la gente bajó uniéndose al meeting En las plazas Sotomayor y Echaurren.
Todo se había mantenido normal, sin enfrentamientos, hasta que un carro quiso pasar por la columna de estibadores quienes reaccionaron violentamente. Esto provocó la intervención de la policía, en donde uno de ellos, tras una pedrada, sacó su arma y disparó contra el grupo, dando muerte a Manuel Salazar, según indica «El Chileno». Ante esto el pueblo se indignó (…) levantaron el cuerpo (…) y a grito de ¡A la intendencia! y ¡Que se haga justicia! lo trasladaron por las calles en dirección a la sede del gobierno regional. La indignación fue tal que lo que antes había sido solo un discurso se hizo realidad y los manifestantes, avanzado el día, encendieron grandes fogatas en algunas esquinas del edificio de la Compañía Sudamericana de Vapores, lugar al cual entraron y quemaron sus libros y oficinas, luego saquearon e incendiaron el malecon y Valparaíso se transformó en una ciudad entre tiros, gritos de rabia y de odio y quejas y lamentos, describía El Diario Ilustrado. Sin embargo por la tarde se dirigieron al puerto las tropas desde regimientos de Santiago, Viña del Mar, Limache y Curicó para detener la ola de saqueos al comercio y ataques incediarios por medio del ataque armado.
Ante la magnitud de los acontecimientos vividos, las compañías cedieron, los periódicos publicaron proclamas por la paz y los trabajadores acordaron volver a las faenas mientras se formalizara la creación de un comité arbitral. El saldo final fue de 35 muertos y 600 heridos repartidos por las calles del puerto de Valparaíso, cifra Mario Garcés en Crisis social y motines populares en el 1900.
La historia reciente de los movimientos portuarios ha estado determinada por los cambios impuestos tras la dictadura al sistema laboral. La flexibilización laboral, según Franck Gaudichaud, desarrollada por la maduración del neoliberalismo chileno, a terminado por fragmentar la organización sindical de los trabajadores portuarios. Estos cambios en el sistema, según el mismo autor, han precarizado tanto las relaciones laborales como la capacidad de organización de los propios trabajadores.
De esta forma, el pasado reciente del movimiento portuario se ha reconstruido en medio de disputas internas y diversos intereses. Sin embargo, ante este escenario se ha edificado un discurso de unión portuaria a niveles locales y nacionales en donde la propia historia del sector (como las huelgas del siglo pasado o la memoria de los mártires marítimo portuarios asesinados en San Antonio durante la dictadura militar) se ha posicionado como principal herramienta dentro de la organización de los obreros en los puertos del país.
La característica de este discurso ha sido el de solo quedarse en eso y no plasmarse claramente en las prácticas. Pero en la actualidad, el allanamiento, la detención y la violencia contra los portuarios de Valparaíso y la radicalización del movimiento ante las negativas de negociación de la empresa privada y el Estado parecieran ser síntoma de la superación de esta discursividad y la puesta en marcha de la práctica de solidaridad obrera, expresada en la paralización inmediata de los puertos de norte a sur en respuesta a la represión en Valparaíso.
Mirando el pasado, en 1903 se logró, por un lado, establecer que la radicalización de las acciones pudo hacer frente a la estrategia de las compañías por desarticular la organización sin dar solución a las demandas exigidas y, por otro, que el poder de la lucha obrera portuaria está en la unión y la solidaridad de todo el sector para el beneficio colectivo. Todo esto nos lleva a que en un presente, en el cual el propio sistema económico ha impulsado el beneficio individual antes que el del grupo al cual se pertenece, en donde se ha configurado un sistema laboral de organización fragmentada, es justamente la concientización del pasado y su convivencia en el accionar del presente los principales elementos de la construcción de las relaciones obreras portuarias en un tiempo de latentes problemas sociales.
Comentarios
19 de diciembre
Gracias por hablarnos de un pasado olvidado y recordarnos que el ser humano no aprende de sus errores y tropieza con la misma piedra una y otra vez y siempre terminamos culpando a la pobre piedra
Saludos
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20 de diciembre
Gracias por el comentario, justamente, con la élite no se consigue nada civilizadamente y el objeto de esta columna es tomar conciencia de lo que hemos sido para construir este presente.
Saludos.
25 de diciembre
Pienso que no es homologable la situación, lo primero corresponde a un mundo diferente, hoy hay un cuerpo de leyes que nos protegen y que debe seguir evolucionando de acuerdo a como evoluciona la sociedad, y los derechos que ella misma se reclama. Lo que es inconcebible a estas alturas es que hayan trabajadores eventuales, es inaceptable, cada trabajador debería tener su contrato indefinido, sus horarios y seguridad, y si su tiempo no se ocupa, mala suerte, habrán otras actividades por hacer. Los puertos se estan mecanizando en todo el mundo, y toda la industria sigue esa ruta, la robotización es una realidad, por lo tanto si se quiere de verdad ayudar, hay que buscar la forma de que esas personas, que en algún tiempo quedarán sin trabajo, en el marco de su empleos y contratos, se puedan reorientar, se puedan reinventar, creo que no vale seguir apoyando el mantener ocupaciones, roles, estilos de vida, que sabemos, se acabarán.
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26 de diciembre
Obviamente no lo son, ni el tiempo ni el contexto del presente son los mismos. Dialogar pasado y presente no es equiparar situaciones. Es, con eso, construir comprensión y cuestionarse la historia reciente.
Quizás lo único que pareciera estar casi congelado en el tiempo es el trabajo eventual de los puertos y eso, en el contexto post dictadura, es una de los principales puntos de conflicto. Junto a eso, la organización y la superación de las propias divisiones que genera el neoliberalismo en este ámbito debería ser la dirección y Valparaíso ha dado ejemplo de eso.