Hubo personas que se sorprendieron de los brutales dichos del ‘segundo a bordo’, otros, en cambio, se escandalizaron de que la iglesia católica*, representada en la boca del señor Bertone, fuera capaz de argumentar de tal modo para expiar sus responsabilidades* ante el mundo.
Lo cierto es que ninguno de los dos hechos sorprende. La iglesia católica es conocida por desviar la atención hacia otros grupos minoritarios y heredarles sus faltas. Lo hizo con los ‘herejes’ durante la inquisición, lo hace con los homosexuales hoy, e intentó hacerlo incluso con los niños hace unos días atrás. Y la pedofilia, siendo un tema dramático, suena aún peor cuando es protagonizada por un religioso abusador. Quizá el abuso tenga alguna relación con las relaciones verticales que se establecen ‘desde el cielo’ hasta el último de los pecadores, y por supuesto, un pene en un lugar “equivocado” constituye el mayor de los pecados para cualquiera que no forme parte de la santidad de la iglesia. Con esta premisa, desviar conceptos es fácil: el pedófilo no es tan sacerdote célibe como homosexual, y por eso hay que evitar la entrada de estos últimos a las filas del sacerdocio.
Sin embargo, ésta no es historia nueva: ya en 2005, el Vaticano promulga una instrucción amparada en que “la iglesia no puede admitir en los seminarios ni al sacerdocio a quienes practican la homosexualidad, presentan tendencias homosexuales profundas o apoyan la llamada cultura gay”. En ese momento no recuerdo que se haya formado una polémica que llegara al extremo de hacer que un personero UDI condenara, aunque livianamente, estos dichos. Tampoco hubo mucho interés en descifrar qué significan, exactamente, aquellas “tendencias homosexuales profundas”.
Lo cierto es que, según mi parecer, mientras la iglesia da manotazos sobre el agua, antes de hundirse, las personas están asumiendo con mayor responsabilidad un discurso frente a la homosexualidad, a favor o en contra, pero ideas mucho más concretas que aquél “tengo un amigo gay y es tan simpático”. Puede que esta nueva actitud sea mínima, quizá sólo un grupo microscópico de ciudadanos, pero al fin y al cabo, mucho más visible que hace cinco años.
Seguramente muchos factores escondan el abuso, pero creo que, de todas ellos, la orientación sexual no es determinante. Y por eso me alegra la funa organizada por el Movilh, y por eso también, me alegra que haya sido el tema de la semana. Estamos acostumbrados a decir y escuchar expresiones descabelladas sin sustento. Y ya era la hora de que nos hiciéramos cargo de estas afirmaciones irresponsables.
* Hace mucho rato superé a dios y a la iglesia. Cuando lo hice, dejé de escribirlos con mayúscula.
* Prefiero la expresión ‘responsabilidad’ a ‘culpa’. Ésta última se me hace demasiado cristiana.
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