La memoria es siempre un trabajo en progreso, hago el ejercicio y me pierdo, siempre en un mar de recuerdos que construyen mi historia y que son parte de la historia de nuestro país, aunque muchos prefieran mirar para otro lado.
El 5 de octubre de 1988 tenía 17 años, ese día fue el plebiscito convocado por Pinochet, una señal clara de la desesperación del régimen por reafirmar su posición, se estaban quedando solos. Yo no podía votar, pero me daba lo mismo porque tenía la convicción de que ese día el resultado no sería respetado por la dictadura.
Fue un día muy extraño. Vivía con mi madre y mis hermanos en una pequeña casa en Puente Alto, cerca de la población Carol Urzúa. Desde temprano se respiraba un aire diferente en el barrio, mi madre tenía esperanzas, yo en cambio desperté pensando que era el momento de salir a la calle, luego de casi dos décadas de abuso sistemático y violencia del Estado. Las condiciones estaban dadas para que frente a un desconocimiento del plebiscito, el pueblo se levantara en busca de su camino.
A las 19:00 horas nos reunimos en una casa de Puente Alto, comenzaron a llegar amigos y compañeros, listos para salir a combatir, lo que suponíamos sería la última estocada de la dictadura. Estábamos preparados para luchar, con más juventud que herramientas, pero dispuestos a jugarnos la vida por Chile.
Mientras pasaban las horas, los medios de comunicación alimentaban al pueblo con información manipulada dando la victoria al Dictador. Eran momentos muy complejos, se notaba que no querían reconocerlo y eso hacía que nuestro corazón latiera cada vez más rápido. Tenía miedo, pero tenía esperanzas.
Estábamos coordinados con poblaciones cercanas. Cerca de la media noche teníamos informaciones de movimientos en el regimiento de Ferrocarrileros de Puente Alto y estábamos decididos a enfrentarlos.
De pronto y mientras nuestra sangre hervía, recibimos una noticia. Habían señales de reconocimiento del triunfo del NO. De pronto, la sensación de temor que inundaba las calles pasó a convertirse en un carnaval de bocinazos, gritos, banderas, sonrisas, llantos y emociones.
A la 1 de la mañana del 6 de octubre de 1988 quedamos congelados, los estómagos se apretaron y toda la adrenalina se convirtió en pregunta. Chile entero estaba de pié, celebrando, mientras, en el fondo, nuestro corazón sabía que la alegría iba a durar poco.
Entre el 6 de octubre de 1988 y el 4 de septiembre de 1989 fue un año difícil, de buscar objetivos, de reinventarse, de entender lo qué ocurría y lo que venía, de ver cómo amigos y compañeros que habían dado todo por combatir, quedaban abandonados a su suerte y su sacrificio era opacado por los políticos de turno que negociaban la salida “elegante” del dictador.
El 4 de septiembre de 1989 partió como un día normal, me reuní con amigos, trabajamos todo el día en planificar un acto cultural que realizaríamos en Pudahuel. Ese día, se anunció la candidatura de Aywin para la elección presidencial. Al caer la tarde me iba a mi casa, caminé una cuadra conversando con una gran persona, nos dimos la mano y caminamos en direcciones opuestas. Tres cuadras después, Jécar fue acribillado por una brigada de la CNI, yo supe de esto sólo a las 6 de la mañana del día siguiente. Triste recuerdo.
Que fuerte es mirar hacia atrás y ver que la historia no ha cambiado mucho. Ha pasado casi un mes del aniversario 40 del golpe de estado en Chile, he visto como varios defensores de la dictadura han pedido perdón, pero con tristeza sigo viendo que en los colegios a los niños les siguen hablando de Gobierno Militar, que todavía hay defensores de violadores a derechos humanos y que los pocos militares que han sido procesados por los crímenes de la dictadura son tratados con privilegios sin pensar en la naturaleza de sus condenas.
Este cinco de octubre, más que nada, se celebra la salida elegante del dictador y la certeza de que la alegría -en Chile- cubre el verdadero rostro -de Chile-: un país de injusticias, discriminador, de dobles discursos y de puñaladas por la espalda.
Hay que seguir escarbando en la memoria para sacar todos los trapos sucios y de una vez por todas, lavarlos, sacando los restos de podredumbre que aún queda en la historia de nuestro país. La memoria es siempre un trabajo en progreso, hago el ejercicio y me pierdo, siempre en un mar de recuerdos que construyen mi historia y que son parte de la historia de nuestro país, aunque muchos prefieran mirar para otro lado.
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Comentarios
04 de octubre
Si, desgraciadamente, se avanza lentamente, pero hay que seguir adelante.
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05 de octubre
Gobierno Militar es una descripción del gobierno, dictadura o gobierno de rcontrucción naional son calificaciones. Usar bien el lenguaje es un asunto de educación no de política.
Me parece que es usted el que mira para otro lado en lugar de sacar los verdaderos trapos sucios. la historia no ha cambiado mucho porque no tiene que cambiar, es usted el que insiste en tener un relato absurdo que omite y subraya cosas para que la historia le queda a la medida y no se acepte una visión distinta a la suya. A la larga eso es un esfuerzo esteril.
Saludos
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05 de octubre
des Gobierno de militares asesinos torturadores. Punta Peuco el museo de la memoria de sicópatas vivientes, restos de la dictadura militar con civiles hoy UDI-RN colaborando activamente.
Sacamos a los militares asesinos de la dictadura con el Voto, y al ladrón alias Daniel Lopez no se sirvió ni su violencia, ni su terror Dina-Cni para mantenerse en el poder.
El voto democrático venció el 5 de octubre a la dictadura de las Fuerza Armadas, sin disparar un solo tiro.
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05 de octubre
José Luis Silva: ya que usar bien el lenguaje es un asunto de educación y no de política, me remito a la RAE:
Dictadura:
3. f. Gobierno que, bajo condiciones excepcionales, prescinde de una parte, mayor o menor, del ordenamiento jurídico para ejercer la autoridad en un país.
4. f. Gobierno que en un país impone su autoridad violando la legislación anteriormente vigente.
No hay calificación, hay descripción de quien norma el idioma.
Respecto al ejercicio de la memoria, como tal es subjetivo, personal, intransferible, siempre legítimo, y en este caso, mayoritariamente compartido. Bien por Paulo Saavedra, que tiene la honestidad consigo mismo de continuar preguntándose y de interpelarnos con recuerdos del fin de la dictadura.
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