Cuando yo era pequeño, por las tardes de un día cualquiera, nos disponíamos muy a menudo, junto a los amigos o cercanos a jugar fútbol. La famosa “pichanga” urbana, evento que dicho sea de paso, es común a la mayoría de las culturas y sociedades. Ese ejercicio cotidiano tenía como objetivo la entretención de los participantes y a veces la de los espectadores. Mi madre nunca estuvo de acuerdo con mis conceptos acerca del fútbol, pues tenía la no grata labor de borrar las huellas de aquel deporte de mis ropas.
Previo al tan esperado juego, se producía un evento particular, el cual dejaba muchas lecturas. La mayoría de ellas invisibles a los participantes del evento, sin embargo otras no supe leerlas sino hasta muchos años después.
El evento que refiero es el de la selección de personal, en este caso, la elección de los jugadores para conformar los equipos en disputa.
Aquel ejercicio, era natural a los participantes, banal y necesario. Se realizaba considerando algunos parámetros particulares, que en aquellos años eran percibidos como de gran arbitrariedad, sin embargo, obligatorios. Referiré algunos de ellos.
1. La selección la realizaba una sola persona, anótese el capitán del equipo (generalmente el más grande o un virtuoso de mil batallas)
2. El que ostentaba de aquel poder utilizaba dos criterios:
a. Si conocía al jugador o su juego, evaluaba su desempeño anterior y en base a eso seleccionaba.
b. Si no lo conocía, “se aventuraba a seleccionar”. Sin embargo lo de aventura es un decir, pues tenía técnicas para realizar la elección idónea. Ejemplo de ello podía ser elegir en base a sus características físicas.
c. También podía consultar directamente a los jugadores. Solía preguntar datos que le parecieran relevantes cómo: ¿has jugado antes?, ¿sabes jugar? Incluso: ¿eres bueno para el futbol?, ¿en qué puesto?
d. En ocasiones y previo al proceso de selección, podía darse el caso de hacer algunas pruebas prácticas a los aspirantes al equipo (les hacía dominar el balón).
3. Tras estos ejercicios, era natural que los capitanes de equipo, seleccionaran a los mejores según los criterios referidos. Y postergaran la elección de aquellos que no cumplían con los requisitos buscados hasta última instancia.
4. Incluso podía darse la situación de que hubiese aspirantes al equipo que se quedaran sin jugar en base a su inexperiencia o físico insuficiente (estatura y contextura), entre otras variables propias de la exclusión.
5. En ocasiones especiales, es decir cuando había un desafío importante, el capitán podía hacer venir a jugadores de probada experiencia, que por cierto, no estuviesen presentes en al momento referido.
En el otro frente, estábamos los aspirantes a cualquiera de los dos equipos. Entre paréntesis: pueden ustedes deducir rápidamente que jamás fui capitán de equipo.
Nosotros nos preparábamos especialmente para aquel importante evento, había gran ansiedad, cundía el nerviosismo y muchas veces sucumbíamos a la sensación de la desvalorización de nuestras propias capacidades. Sólo la selección temprana era calmante requerido para aquietar nuestros convulsivos corazones.
De un momento a otro debíamos parecer aspirantes dignos de considerar. Para ello, podíamos practicar reiterados tiros al arco, ir con ropa adecuada, ojala, zapatillas que se vieran trabajadas y fieras.
Siempre fue importante el excelso dominio del balón, pues era una prueba tácitamente obligatoria, había que demostrar en el ejercicio diestramente ejecutado que éramos dignos guerreros, que nuestra experiencia, destreza y manejo era lo que el equipo requería.
Otro factor importante era conocer al equipo rival, así uno podía medir y evaluar si la experiencia o destrezas que uno ostentaba, eran válidas para aquella refriega.
Por último, lo cual era siempre un recurso desesperado, podíamos hacer gestos, con los brazos o manos, incluso con la vista, indicándole al capitán que debía elegirnos a nosotros. La amistad con el capitán o una bebida regalada antes del partido nunca fue bien vista.
Como pueden deducir, los procesos de selección, aquellos que hoy son materia obligada y transversal en la gran mayoría de las empresas comerciales y que están presentes en la educación, la salud, entidades públicas y gobierno, ONG, estamentos militares, eclesiásticos, incluso en voluntariado, son ejercicios que hemos realizado desde nuestra más tierna infancia.
Aquello que otrora fue parte de las reglas del juego al que se adscribían o no los participantes, hoy es una institución en sí misma, la cual es estandarizada para minimizar el impacto del irremediable error presente en toda actividad humana.
Se le añadieron, por cierto, procesos, procedimientos, escalas de evaluación, técnicas de medición, tanto cuantitativas como cualitativas, se sumaron teorías e hipótesis, todo con el afán de predecir con mayor grado de asertividad aquello que se busca controlar en ambientes medianamente presupuestados.
El concepto de la exclusión nacía desde tiempos olvidados por la mayoría, pues la selección no surgía, ni lo hace necesariamente ahora, para incorporar, sino más bien para excluir; es decir eliminar a aquellos que eventualmente podrían no desempeñar de la forma mínima esperada aquello para lo cual se les reclutaba.
Ejércitos griegos, fenicios y egipcios ya utilizaban la selección intencionada (pues la otra selección es la que nos anunciara posteriormente Sir Charles Robert Darwin), sin embargo la estructura organizacional de mayor antigüedad y vigencia de todos los tiempos, fue la institución que la utilizó como base de exclusión para su depurado ejercicio. No todos pueden ejercer el ministerio, no todos pueden entender aquello que es sublime, no todos tienen derecho al saber que los hace puros. Si bien, herederos del reino y obligados por sus leyes, no necesariamente aptos para recibir sus privilegios.
Retomando la descripción de las preparatorias de aquellos partidos de fútbol, creo que pude retratar los actuales procesos propios de la selección profesional de personal. Todos son herederos de las formas primarias de elección, apuntan al mismo fin que en el pasado y casi siempre obtuvieron y obtienen el mismo resultado hoy.
Pasamos desde el reclutamiento, la evaluación por competencias, la entrevista hasta la selección final.
¿Por qué en ese entonces no usábamos técnicas proyectivas? Lo único que parecía importar era su desempeño: El pasado predice el futuro.
¿El pasado predice el futuro?
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