Si hay un ámbito en que las cifras no calzan con la realidad es el de la seguridad ciudadana. Resulta llamativo su contraste con la sensación de vulnerabilidad en que se encuentra la ciudadanía. En lo que va de año, hemos podido ver a un abogado, a un dueño de un minimarket y a una joven reaccionar fuertemente al accionar de los delincuentes. Hablamos de casos que han tenido repercusión mediática porque es probable que existan aún más pero que desconocemos. Estas personas defendieron lo suyo, no cabe duda y, a primera vista, podemos decir que tuvieron gestos de arrojo al enfrentar directamente a sus agresores.
En el caso del abogado, estaba conduciendo y arrolló al ladrón de su notaria. El dueño del minimarket defendió su negocio con un arma de fuego debidamente registrada. Por su parte, la mujer repelió un asalto en condiciones de abierta desventaja física, pero recurriendo solamente a su fuerza. Lo preocupante de dichas situaciones es que revelan la inequidad existente también en materia de seguridad: mientras algunos sectores del país pueden recurrir, como alternativa, a la seguridad privada o cuentan con seguros comprometidos que reparan pérdidas, un más vasto sector no dispone de nada más que su propia fuerza.
Cuando se está frente a una situación de riesgo, el temor es el mecanismo de defensa del organismo que hace que pongamos todos nuestros sentidos alerta. En general, el primer comportamiento que dicta nuestra naturaleza humana es la huida. Sin embargo, a veces, la adrenalina surge como respuesta en cierto tipo de personas. Es altamente probable lo que aconteció en los tres casos mencionados. En el caso de la joven mujer, logra repeler el asalto a costa de un tremendo esfuerzo físico que enfrenta a tres hombres, uno de ellos armado. Pero, ¿qué hace que el riesgo sea asumido por ellos y no esperar la actuación policial y judicial? Es cierto que la victimización ha bajado pero, llamativamente, la sensación de vulnerabilidad frente al delito no corre por el mismo carril. Una respuesta es que, cuando se decide asumir como propia la defensa frente al delito, es porque no se confía en las instituciones llamadas a cumplir ese rol. Algo similar sucedió en Brasil, donde los ciudadanos dejaron de creer en las políticas de seguridad pública, gatillando una fuerte alza de adquisición de armas por parte de la población civil. Según el diario El País, en un artículo publicado el 14 de mayo de este año, las licencias para el porte de armas aumentaron en un 378% y de éstas, el 60% está en manos de civiles. El recurso a armas de defensa personal no debe dejar de preocuparnos. El caso de Estados Unidos está a la vista.
En Chile, también se ha producido un aumento de registro de armas en un 48% en los últimos cuatro años, según datos de la Dirección General de Movilización Nacional. Carabineros de Chile lo relaciona con las campañas para regularizar el porte de armas. Sin embargo, es un hecho que existen 765.551 armas inscritas y de ellas, 96% son de personas naturales y 52% está destinado para la defensa personal. Por otra parte, según el Latinobarómetro Seguridad Ciudadana 2012, 65% de los chilenos creen que el Estado puede resolver los problemas de la delincuencia pero, al acercar la pregunta a su vida diaria, solamente 9% considera que contamos con buena seguridad ciudadana. Peor aún, un magro 3% siente que la política pública que más lo ha beneficiado son las que se han implementado en seguridad. Para generar más interrogantes, según el ranking OCDE publicado recientemente por la Tercera, en una escala de 1 a 10. Chile tiene un promedio de 6.3 en seguridad, superior a lo logrado en otras áreas medidas como la educación, salud, vivienda, entre otras.
La contradicción interna entre datos de distintas fuentes, así como el contraste de los datos con la realidad, obliga a asumir seriamente los dilemas que se levantan en materia de seguridad. Si hay un aspecto que desafía frontalmente los pilares y la naturaleza del tipo de sociedad que estamos construyendo es el de la seguridad ciudadana. ¿O esperaremos que las personas se conviertan, de víctimas en victimarios, incluso aunque se trate de casos de legítima defensa?
Se ha producido un aumento de registro de armas en un 48% en los últimos cuatro años, según datos de la Dirección General de Movilización Nacional. Carabineros de Chile lo relaciona con las campañas para regularizar el porte de armas. Sin embargo, es un hecho que existen 765.551 armas inscritas y de ellas, 96% son de personas naturales y 52% está destinado para la defensa personal.
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selma cabrera nuñez
Muy interesante el artículo, pero como ciudadana me siento desprotegida,creo que ya es mejor tener un arma inscrita,esperar política reales de seguridad en Chile no es posible, es demasiada la inversión en todo sentido , este gobierno dijo que se terminaría con la puerta giratoria, y hoy esa puerta ni siquiera gira esta definitivamente abierta, solo nos queda defendernos por nosotros mismos.
Marcela
Muy interesante y contingente el articulo, sin embargo, pese a que continuamos con la puerta giratoria y el sentir gral. es que los delincuentes reinciden y reinciden sin ningun castigo, yo no tendria un arma en la casa, sobre todo si hay niños, por el peligro que conlleva. Vivir en provincia tiene muchas desventajas porque Santiago es Chile, pero lo impagable es que la delincuencia aun no nos invade por completo!!!
Sebastian
Chileno (Simio esquizofrenico y demente) con arma = PELIGRO
Claudio
Típico imbécil haciendo comentarios estúpidos sobre un tema realmente importante.
Juan Pichulmanque Aniñir
La causa principal del aumento de delitos y la inseguridad ciudadana es la desproporción entre los derechos de las víctimas y los derechos de los delincuentes.
Muy por lejos los legisladores han dejado en la indefensión a las víctimas y los victimarios usan la puerta giratoria judicial gracias a ello.
No hay voluntad política para legislar en contra de los delincuentes. Por ello la ciudadanía no trepida en comprar armas, especialmente aquellos que ha sufrido reiterados asaltos a sus negocios o sus casas, bajo la consigna: «matando la perra se acaba la rabia»