“Sacar la tajada”. Así se dice cuando alguien saca ventaja de una situación a cambio de nada, o saca más de lo que se ofrece sin conocimiento de quien lo ofrece o de quien pueda afectar. Es la “pillería” o llamada “viveza criolla” para aprovecharse sin asco de alguien y/o de algo.
Me acordé de lo anterior cuando un compañero de oficina contó, con orgullo y los ojos brillantes de viveza (no de la buena claro está), cómo había aprovechado el nuevo error de American Airlines, que puso a la venta boletos a costo cero para Europa y Brasil, logrando hacer su reserva ida y vuelta por cero peso al viejo continente. Mi compañero hizo uso de su “viveza criolla”, “sacó su tajada” de la situación que a todas luces era un error y no una oferta de la aerolínea.Me parece bien que nos escandalicemos ante los casos de corrupción de grandes empresas, instituciones y personas con poder, que pidamos justicia, que se sancione a quienes lo hacen. Pero soy un convencido de que igual de importante es si yo aporto desde donde estoy, desde mis posibilidades.
Son innumerables las formas cotidianas de cómo se “saca la tajada” o se hace uso de la “viveza criolla”. Un ramillete, como ejemplo: Quién no se ha colado en la fila del banco o del supermercado; quién, en el supermercado, cuando ha recibido un vuelto mal dado (en exceso), lo devuelve y evita así que la cajera no se vea expuesta a un descuento de su bolsillo, o si la cajera pasó un producto sin cobrar le recuerda que no lo marcó; quién no se ha subido al Transantiago sin pagar; quién no ha intentado o, de frentón, se ha sacado un parte con algún carabinero amigo, a sabiendas de que cometió una infracción; quién no ha pasado la revisión técnica a la mala; quién no se ha conseguido una licencia médica sin estar enfermo; quién no ha pagado las cotizaciones de su asesora del hogar por el mínimo legal, y no por el sueldo que realmente corresponde. De alguna manera, todas son una forma de “sacar la tajada” a la altura de las posibilidades de cada uno. Ha sacado una pequeña ventaja y logrado joder al sistema y/o a alguien.
En otros casos, la tajada sólo es más grande. Empresas se coluden respecto de precios de sus productos y/o servicios afectando a los clientes; otras unilateralmente y sin conocimiento de los clientes repactan sus deudas; otras aportan a campañas políticas no sin esperar beneficio; hay las que, aunque la inversión hecha con platas de sus clientes y la rentabilidad sea negativa, siempre cobran su suculenta comisión; otras (personas o empresas) emiten boletas “ideológicamente” falsas para el financiamiento de campañas políticas, me imagino que tampoco desinteresadamente (al menos a la espera de la devolución de impuestos de un servicios que no prestaron); la lista es larga.
Así las cosas, parece que “sacar una tajada” está más enraizado en nuestras vidas cotidianas de lo que creemos o queremos creer. La única diferencia es que cada uno lo hace a la altura de sus posibilidades y de las oportunidades que se le presentan. También aquí opera el llamado doble estándar que se dice tenemos los chilenos. Mientras mostramos una cara pública inmaculada y rasgamos vestiduras por los escándalos que vemos en las noticias, otra cara es la que tenemos si no nos ve, si es en privado, donde se nos pone la mirada ladina, nos brillan los ojos de “viveza” y damos nuestros zarpazos, no con mano de tigre, sino con mano de gatito, pero zarpazos al fin y al cabo.
Está bien, me parece bien que nos escandalicemos ante los casos de corrupción de grandes empresas, instituciones y personas con poder, que pidamos justicia, que se sancione a quienes lo hacen. Pero soy un convencido de que igual de importante es si yo aporto desde donde estoy, desde mis posibilidades; ahí es donde enseño a mis hijos, ahí es donde pongo mis propios límites, sólo desde ahí puedo ser consecuente. Si en esas circunstancias no estoy dispuesto a “sacar mi pequeña tajada”, probablemente, si alguna vez llego a tener algo o mucho poder, tampoco estaré dispuesto, en ese caso, a “sacar mi gran tajada”.
Comentarios
02 de octubre
Muy cierto, quizás educando a los parvulitos, a los niños en su más temprana edad con profesores comprometidos se pueda erradicar este tipo de inmundicia, lo mismo que el «tongo» en los llamados concursos públicos, también cambiar la forma eufemística que construimos como por ejemplo llamar delito de robo el «chorear», e impedir que el periodismo le cambie el nombre a las acciones delictivas, porque el «portonazo» es en realidad un asalto.
+1