Corre diciembre y se percibe en las calles el stress de la ciudadanía chilena: los tacos se sienten más largos de lo común, andamos apurados sea cual sea la causa y ambos efectos se reflejan en nuestra disposición y ánimo. Entiendo perfectamente que todos podemos tener diferentes tipos de problemas, pero lamentablemente esto que se llama «rutina» no nos deja margen de error ni de consentimiento personal, por lo que nos obliga a andar haciendo una especie de imagen nuestra la cual no sentimos.
Teniendo en cuenta los distintos sentimientos que se presentan en la cotidianidad, todo este ambiente me hace sentir una coincidencia muy grande a la que creo se vive en los circos. Cuando pienso en este lugar, se me vienen a la cabeza los payasos, los leones y los trapecistas.La época del año donde se debería mostrar unión, alegría y bondad se ve manchada por la intolerancia y la baja comprensión a los demás.
Los primeros, destacan por su capacidad de poder sacarle una sonrisa a los espectadores rompiendo la primera barrera de carcajadas que se presenta a la hora de la presentación. Los animales toman la atención del público por su rol en la naturaleza de líder innato, lo que hace que su rugido sale aplausos y gritos. Por su parte, los trapecistas desde las alturas de la carpa se encargan de deleitar a los visuales con arriesgadas maniobras en el trapecio generando euforia en el recinto.
Volviendo al ámbito anterior, es increíble la contradicción que se nos presenta: la época del año donde se debería mostrar unión, alegría y bondad se ve manchada por la intolerancia y la baja comprensión a los demás, lo que hace que el famoso «espíritu navideño chileno» sea un pasaje malhumorado de la población, provocando que el fin de año se convierta en una preocupación.
Y aquí nos encontramos, se acaban de apagar las luces de la carpa, la función de hoy terminó. El payaso sacó carcajadas; el león aplausos; y el trapecista gritos. El público se retira, y los que parecían ser protagonistas se convierten en secundarios, y sufren por sus problemas también, porque vale recordar que también son personas. Al otro día despiertan, y van rumbo a su trabajo, pero a diferencia de lo normal, ellos dejan lo personal de lado para que podamos sonreír en conjunto.
Está por comenzar otra edición, el payaso sonríe; el león se encariña con el público; y el trapecista anima a la gente. Hoy son más humanos que los demás no siendo ellos mismos. A disfrutar el momento y la actuación, ¡showtime!
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