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Riqueza y desarrollo & bienestar y buen vivir

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Entramos al siglo XXI experimentando un proceso de transformación de las sociedades en el sentido de una maximización de las relaciones de mercado. Observamos cómo se radicaliza la mercantilización, sin poner atención entonces a las transformaciones que ello genera en los planos de la convivencia humana y la sostenibilidad de las formas de la vida. Ante esto, las posibilidades de convivir para la mayor satisfacción basada en la equidad, la cohesión social y la sostenibilidad –de acuerdo con una cierta comprensión del llamado “buen vivir”-, chocan abiertamente con la expansión del mercado en todos los ámbitos.

Este proceso ha contribuido a destruir capacidades sociales e institucionales, así como sistemas naturales, y ha supuesto nuevos obstáculos para la consecución de la dignidad de la vida humana. ¿Es posible una mirada hacia el buen vivir basada en una desvinculación de la noción de crecimiento? ¿Cómo es posible un escenario social de pos-crecimiento y que refleje una concepción de esa dignidad?

La cuestión del crecimiento económico se ha ubicado en el centro de las llamadas “estrategias de desarrollo” de nuestras sociedades, al mismo tiempo de fundamentar la ampliación permanente de la esfera del mercado. La defensa del crecimiento ha descansado en la apelación a las necesidades humanas, al imperativo de producir más para poder satisfacerlas y, por todo eso, al requisito de crear más empleos para incrementar el acceso monetario a los mercados. La lógica del crecimiento es una de expansión que se sintetiza en la palabra “más”.

A lo anterior ha contribuido el uso de la medida económica del PIB por habitante, por su capacidad técnica de simplificar la complejidad de las realidades económicas dentro del pensamiento dominante, lo que también ha servido como coartada para evitar los debates sobre la distribución y la dignidad desde la imagen de la “torta en continua expansión”.

Las objeciones ante esta cuestión en el propio plano económico apuntan a la inconveniencia de mezclar crecimiento y desarrollo –volviéndolos el mismo proceso-, o a plantear problemas relacionados con la inviabilidad –la doble existencia de límites sociales y de límites naturales para una continua y permanente ampliación de la producción-, o la inestabilidad de este modelo que en su conjunto refleja una concepción actual de la dignidad. ¿Puede ser esta medida de “riqueza” un fin en sí misma, la medida actual del “bienestar”?

Recientemente el economista Nobel (1998) Amartya Sen, se ha encargado de recordar el papel meramente instrumental del crecimiento, señalando: “aunque los bienes y servicios son valiosos, no lo son por sí mismos. Su valor radica en lo que pueden hacer por la gente o, más bien, lo que la gente puede hacer con ellos”. Su “valor” es relativo a la gente o comunidades. Entonces, tal vez ha generado más problemas de los que debía solucionar. ¿Es deseable un modelo social e histórico basado en el crecimiento? Se ha destacado su controvertida relación con la satisfacción humana, dando lugar a nuevas aproximaciones –o recuperaciones- del sentido de la dignidad.

La reducción de la esfera de los mercados puede dar lugar a mayores eficiencias comunitarias y ecológicas. La desmercantilización puede impactar en las economías feministas, las acciones del cuidado y la sostenibilidad de la vida.

A fines del siglo XX, los debates acerca del desarrollo se enlazaron con visiones críticas de las formas de la modernidad. De esta manera ellas fueron precursoras de lo que hoy conocemos como corrientes “post-desarrollistas”, donde se plantea aquella consideración como inviable e indeseable. En el área de influencia del buen vivir en América Latina aparece, además, un conflicto decisivo en torno de las prácticas extractivistas que, en nombre del crecimiento, se llevan a cabo en nuestros países.

¿Qué elementos pueden formar parte de una propuesta hacia el buen vivir que deje de lado el paradigma del crecimiento, y que no logren suplir los “progresos” tecnológicos? Uno de ellos puede describirse como estrategia de desmercantilización: el valor de los bienes no culmina en los precios que alcanzan en los mercados, sino en su relación con los valores de uso de ellos y su contribución efectiva a la satisfacción de las necesidades. En este sentido, se ha planteado que la reducción de la esfera de los mercados puede dar lugar a mayores eficiencias comunitarias y ecológicas. La desmercantilización puede referir algunas preocupaciones de las economías feministas –de las acciones del cuidado y la sostenibilidad de la vida.

En el horizonte reaparecen unos llamados “bienes relacionales” –los bienes de la atención, la compasión y la solidaridad, de la relacionalidad en las múltiples maneras de la participación social, la promoción de los espacios de libertad y espiritualidad-, todos como categorías más allá de una relación con el mercado, y así con la producción mercantil, el consumo monetarizado y el trabajo como empleo remunerado.

 

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2 Comentarios

abechtold

abechtold

En la historia han habido distintos estadios de desarrollo mundial, comandados eminentemente por la voluntad unipersonal de alguien. Solo bajo el advenimiento de la revolución industrial se produjo un cambio muy notorio: el desarrollo es conducido por multiples actores sociales, que POR EL HECHO DE QUE PODIAN PRODUCIR MAS QUE PARA SUBSISTIR (algo inédito en la sociedad, antes solo algunos jerarcas tenían esa posibilidad), fueron capaces de entregar a la sociedad estos excedentes, de forma que la sociedad entera se benefició. Este es el fundamento de la Riqueza de las naciones de Smith, y las evoluciones del pensamiento posteriores.
Ahora se quiere plantear que, como nuevo estadio de desarrollo, este se discutirá y logrará un acuerdo general entre todos de como se quiere funcionar. Hay que reconocer que es muy dudoso, al menos, que se puedan encontrar acuerdos así de amplios y, al menos así se esboza, en que actuaremos por el mero convencimiento, ya que el nuevo orden mundial no tendría el uso de la fuerza porque todos estaríamos tan contentos que nadie nos debe obligar: el «buen vivir» sería un mantra que nos hará levantarnos por la mañana a ayudar al resto, saliendonos de nuestras individualidades, para contribuir a un supuesto bien común. Sinceramente lo dudo mucho
Saludos

    viveroscollyer

    viveroscollyer

    Estimado Arturo, muy interesante su comentario acerca de mi columna.
    Lo que llamo «buen vivir» es una formula utopista que viene a reemplazar
    esta verdadera cosmovisiòn en que se ha convertido el «desarrollo».
    Este buen vivir no es un llamado al amor universal, sino una consideraciòn
    de las armonìas posibles entre nosotros humanos y, especialmente,
    con la Naturaleza.
    Creo que vivimos la antesala de una posible catastrofe ecològica, y por
    ello se impone, o se impondrà en su debido momento, la necesidad de
    esta posiciòn existencial de armonizaciòn. No se tratarà de una simple moral
    sino de un designio de las circunstancias.
    El desarrollo, tal como lo entendemos ahora, es insensible a las polìticas
    de armonizaciòn. La revoluciòn industrial ha evolucionado hasta situarnos
    en la encrucijada en que estamos
    Saludos