Voté por Ricardo Lagos. Tanto en primarias como en primera y segunda vuelta. Es decir, me identifiqué como laguista en las elecciones que ganó y lo apoyé durante todo su gobierno.
Hecha esta confesión, tampoco tengo problemas en reconocer que he discrepado de algunas de sus iniciativas, como por ejemplo, la del puente de Chacao.
Creo que la mayoría de los chilenos tiene un gran respeto y, en ocasiones, una franca admiración por quien indudablemente ha demostrado estatura política y condición de estadista. El hombre tampoco está libre de defectos, como un asomo de soberbia, un dejo de autoritarismo y una voluntad a veces rayana en el voluntarismo.
Pues bien, ese mismo Ricardo Lagos fue capaz de apuntar con el índice al dictador exigiendo explicaciones, en un gesto que lo catapultó a esa primera magistratura que terminó con un alto grado de aprobación. Fue también capaz de defender los verdaderos intereses del país y decirle no al gobernante más poderoso del mundo cuando nos pedía integrar activamente la descabellada y criminal acción contra Irak.
Pero todo eso es historia ultra conocida. La situación actual está demostrando que necesitamos a un líder capaz de apuntar su dedo contra nuestra propia abulia. La oposición – por las causas que sea – se debate en el plano miserable de los eventos diarios, las piñericosas, los chismes, los dimes y te diretes. Ha sido pusilánime e insubstancial. No se observa una dirección clara ni un rumbo determinado.
No quiero ser autorreferente, pero en estas mismas columnas denuncié esta situación el día 4 de Marzo. Lo recuerdo a propósito del documento presentado con fecha de hoy por el ex presidente aludido.
¡Por fin, un plan!
No ha llegado la hora de pronunciarse sobre sus detalles porque es un documento que necesita un cierto tiempo de estudio. Pero es preciso dar una respuesta inmediata. Bienvenido sea el documento. A primera vista, llama la atención el hecho de hablar de índices de expectativas de vida, ingresos per cápita, de felicidad. De opciones energéticas, de proyectos de desarrollo.
Es decir, apunta con el dedo a la naturaleza de nuestra política pusilánime y timorata, carente de sentido, de fe política, de entusiasmo y de encanto. Nos llama a tomar una posición, nos invita al diálogo y al aporte. Pregunta por nuestra opinión. Acierta plenamente al corazón de nuestros problemas.
La ciudadanía tiene ansias de superar el escepticismo, esa maldita idea de que toda política es corrupta porque todos sus actores lo son. Ese slogan creado por la dictadura y mantenido vigente por sus seguidores, ha hecho un daño enorme. La juventud –y los menos jóvenes – deben volver a creer, a militar por sus causas, a defender sus ideas, a concluir que la vida es posible. Tienen el deber de imaginar qué tipo de sociedad necesitamos y cómo lograrla. Tienen el derecho a superar esta etapa de vacilaciones, de frustración y desencanto.
Bienvenido pues, este mensaje. Estudiaremos sus propuestas. Nos informaremos, tomaremos libremente nuestra decisión propia tras un intenso período de discusión y pensamiento. Discreparemos en algunos temas, aprobaremos otros. Mejoraremos algunas ideas, rechazaremos aquellas que no nos convenzan. Llegaremos a acuerdos. En resumen, estaremos vivos e interesados en nuestro propio futuro, seremos responsables de nuestra opinión y aporte.
Una vez que la discusión cuaje en frutos palpables, en proyectos concretos y planes precisos, elegiremos a la persona que nos represente. Puede ser el propio señor Lagos, puede ser otro(a). Ya veremos, Eso, por ahora no tiene ninguna prioridad.
Por mientras, un simple gracias, don Ricardo.
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