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Resistir al olvido

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¿Qué lugar tiene la memoria?, y ¿cuál el olvido?, ¿Cuál es la mejor forma de recordar y cuál la de olvidar? A preguntas imposibles… respuestas imposibles. Tomando las reflexiones de Legendre (1996), apuntaría que “formular las preguntas imposibles puede ayudarnos a encontrar los pasajes hacia lo practicable, hacia aquello que podemos y queremos hacer en nuestros encuentros pedagógicos diarios”. No obstante, una sociedad que no manifiesta “preguntas imposibles” tampoco descubre la astucia para cruzar o atravesar sus problemas.

Cada generación reescribe la comprensión del pasado a la luz de sus preocupaciones y perspectivas, trazando nuevas interrogantes y dando forma a nuevas historias y memorias. La relación entre historia y memoria es complicada y con frecuencia difícil de abordar. El pasado nunca nos termina de dejar y la idea de una liberación es impracticable y poco eficaz. Es en la diferencia con las generaciones pasadas donde apuntamos nuestra propia huella en el mundo. En este reencuentro con el pasado, en esta recreación original, el olvido también tiene su lugar.

Huyssen (1999) apunta a no retener la memoria sólo en el trauma, sino que ampliarla para alcanzar un discurso articulador, lo que potencia a estos colectivos y grupos marginados de la historia oficial: “Reducir la memoria al trauma, creo, limitaría de manera indebida nuestra comprensión de lo que es la memoria, imprimiéndole demasiado exclusivamente el carácter de dolor, sufrimiento y pérdida. La memoria es más que una cárcel de un pasado infeliz”.

Así como en el olvido hay una intención política, la memoria debe ser un argumento político a tanta amnesia naciente. Por tanto, surge entonces como un acto subversivo, una impertinencia histórica ante el olvido disciplinador. No es la acción neutra de recordar, sino la actitud reflexiva de conocer y comprender esos otros diseños de vida y de país que quedaron truncos, pero no aniquilados.

Empero, hay que advertir también que no se puede confundir memoria con recuerdo. En toda memoria hay recuerdo, no cabe duda. Una memoria que no recuerde nada no sería memoria. Pero, y esto es decisivo, en toda memoria hay también olvido. “El olvido, por tanto, no es la negación de la memoria, sino todo lo contrario, es su condición de posibilidad” (Weinrich, 1999).

En este sentido, resistir al olvido hace una apuesta en esta apertura del tiempo por vía de la resignificación desde el sujeto hablante a través de la capacidad de narración del sujeto de su cotidianeidad, vivencias, experiencias y de su propia historia. Por tanto, la memoria se despliega relacionada con un tiempo abierto, donde el sujeto se construye en la tensión entre el pasado, el presente y el futuro.

“La memoria es, en simultáneo, el movimiento de activación de ese pasado, de presentificar lo ausente vivido; movimiento de activación que adopta la forma y modalidad de una lengua. La lengua de la memoria es el lugar donde se realiza la conversación en torno a nuestra experiencia” (Illanes, 2023).

La batalla por la memoria es una batalla que se da en diversos espacios formales y no formales, buscando los sentidos de las acciones individuales como colectivas, es un compromiso con el otro y, rescatar la voz, ideas y las propuestas del Trabajo Social Reconceptualizado. Dicotomías que se fueron conformando al calor del cuestionamiento académico, profesional y estructural.

El Trabajo Social debe articular respecto a su propio pasado, recobrando la voz como profesión, que estuvo en amplios sectores populares, creando y reflexionando sobre nuevas formas de participación, pensando y aplicando políticas sociales. Y, en ese proceso cuestionar a las bases conservadoras de la sociedad chilena. Muchos se involucraron mucho más allá de su compromiso profesional y producto de lo cual fueron detenidos desaparecidos y ejecutados a manos de agentes del Estado en diferentes momentos de la dictadura cívica militar.

Así como en el olvido hay una intención política, la memoria debe ser un argumento político a tanta amnesia naciente. Por tanto, surge entonces como un acto subversivo, una impertinencia histórica ante el olvido disciplinador

Ellos, los olvidados, los ausente-presente, están allí aguardando y esperando la justicia como una reparación, como una puerta que nos abra nuevos caminos por donde transitar ya que la tradición es también nuestro propio proyecto.

“Si todo dominio consiste en el olvido de lo dominado, es la memoria la única que puede vencerlo, rescatando el recuerdo de cada uno de los individuos que fueron olvidados, reconstruyendo sus historias personales y liberándolos de las visiones estigmatizadoras que muchas veces pesan sobre ellos” (Tafalla, 2003).

Los procesos de recuperación de las memorias y reconstrucción histórica son dinámicos y se encuentran en permanente tensión y elaboración. Como del mismo modo, por las amenazas constantes del olvido, del paso del tiempo y de los silencios impuestos y concertados que son resultados de las disputas políticas por y para el pasado.

“La memoria política instala el pasado en el presente, produce una disyunción, una anacronía radical, que hace que todo lo que parece ser opuesto al presente político, como la ausencia, lo que ya pasó, lo inactual, se torne contemporáneo. – Y así, al instalar el pasado en el presente, hace que la política se supedite a un volver que coloca siempre el por-venir en la dirección del pasado” (Lifschitz, 2012).

Cada generación escribe y reescribe la comprensión del pasado a la luz de sus preocupaciones y perspectivas, planteando viejas y nuevas interrogantes y no cabe duda escribiendo historias y memorias. Conmemorar, rememorar, recordar y rememorar nuevamente, traer al presente sucesos del pasado, revisitar las historias, los aprendizajes y compromisos de hombres y mujeres profesionales y estudiantes de Servicio Social, nos deben interpelar en nuestro ejercicio profesional de forma cotidiana, pues “los dolores que nos quedan… son los compañeros que nos faltan”.

Concluyo, transformar los dolores del pasado en esperanzas sobre el futuro. Resistir al olvido, pero también al olvido… resistir.

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3 Comentarios

Ana María Navia P.

Bueno, claro, real como todos tus escritos, pero le falta una orientación hacia la práctica. Tienes que aterrizar más tus escritos y transformarlos en acción. Este 11 nuestro día el Colegio invita a analizar profesión y militancia, te esperamos.

cristian barria

Don Andrés, lamentablemente creo que el olvido(oportunista), se esta apoderando de la sociedad. Sólo a modo de ejemplo, una ley que pasó «piola», en plena «matanza de pacos», el 2023, la ley que regula a las personas perdidas en Chile. Esta ley le entrega a los pacos el manejo de los datos de las personas que se «pierden» en Chile, olvidando que esa institución es por lejos la que más detenidos desaparecidos en dictadura tiene(la dina y cni,no existen en la actualidad). y lo que es peor las acusaciones muy fundadas de familiares y testigos de que esa institución es responsable o cómplice de detenidos desaparecidos en democracia(sólo recordar los detenidos desaparecidos en el maule y puerto montt y para que hablar del detenido desaparecido en Iquique el 2017, que tiene a Chile demandado en la Corte Interamericana de Justicia) o de personas perdidas o asesinadas(sin autor identificable) en democracia( los niños perdidos en Aysén, las niñas de Alto Hospicio y la decena de personas en situación de calle que han aparecido muertas desde 1990, esto último se refuerza por los antecedentes que se acreditaron con el detenido desaparecido en Iquique el 2017).

Fffgb jvkvvbbcc

100.000 falsos exonerados políticos se resisten al olvido… Hoy quienes no olvidan son los miles de familiares que ven a sus enfermos morir en una lista de espera porque los hospitales no tienen plata, ya que el Gobierno se la robó…