Ayer como en tantas tardes viendo a Chile, el tiempo parecía detenerse. Nervioso con brazos temblorosos pero llegaba a la memoria como en tantas oportunidades no se nos daba nada.
Se me venía a la mente los triunfos morales, los robos arbitrales, con un penal evidente que ni la terna referil del V.A.R. lo quiso cobrar. Después el palo y el travesaño, lo cual nuevamente como una historia ya contada, como un sueño ya escrito, como que el destino iba a repetir nuestros malos augurios. Suponíamos lo que iba a pasar y eso se traducía en un gol al minuto 90, un penal inexistente o un simple error en la salida o un penal errado o la simple mala suerte y como en tantas oportunidades era agachar la cabeza y decir «ya está». «Pero vi algo distinto, soy profesor y estaba en mis horas de trabajo y como siempre en los colegios se arma una pequeña fiesta, con una tele y un data, con una antena y un acceso a Internet con cierto retraso pero ahí estaban ellos, que se prepararon de una manera como si se jugara con la selección de San Marino; con una tranquilidad de los que iba a pasar ellos son mis estudiantes.»
Llegaron los penales, era ver lo de las Copa América pero con una sensación retraída, preocupada pero nervioso más aún, ya que tengo 25 años y vi cómo en Francia nos dejaron fuera donde la «Señora FIFA» hacía de las suyas; como cuando para las clasificadoras para ir al mundial de Corea y Japón no dimos a la altura con una selección que se caía con sus baluartes y los que venían estaban más preocupados de el auto de lujo, vivir en Europa y aprovechar de sus excesos; como para clasificar al mundial de Alemania no nos alcanzó por los partidos accesibles y los puntos perdidos, en Sudáfrica, con el loco Bielsa en la banca, pero éramos muy inocentes en la cita de los gigantes y llegó el 2014, con el oriundo de Casilda, Don Jorge Sampaoli. Veníamos bien, confiando con el pecho inflado por eliminar al campeón del mundo, pero los destinos del minuto 119′ donde ese travesaño o larguero del arco sur del estadio Mineirao se sacudía tras el disparo de Pinilla.
Pero vi algo distinto, soy profesor y estaba en mis horas de trabajo y como siempre en los colegios se arma una pequeña fiesta, con una tele y un data, con una antena y un acceso a Internet con cierto retraso pero ahí estaban ellos, que se prepararon de una manera como si se jugara con la selección de San Marino; con una tranquilidad de los que iba a pasar ellos son mis estudiantes.
Ellos estaban tranquilos, no desenfrenados, seguros de lo que estaban haciendo estos 11 allá en Rusia, ellos vivieron las dos copas América y como el mejor del mundo o de la historia se rendía a nuestros pies, como se le ganó al campeón del mundo eliminandolo del mundial, ellos que quizás no saben de los robos arbitrales, el penal de Caszely o el penal de Francia que nos privó de volver a triunfar en un mundial y que se reflejan en un grupo de jugadores que hace del fútbol que nada es imposible, cosa que estoy tratando de aprender.
El Domingo viene otra final, rara, pero significativa
¿Cuánto nos queda? ¿cuánto durará la fiesta? ¿qué viene ahora? Esas son preguntas de las que quiero respuestas para aprender; la historia juzgará lo que viene, pero todavía estamos en deuda con la cita de los grandes y espero ver ahí lo capaces que somos, y por qué no soñar no como inocentes si no como posibles para además contar una linda historia de triunfos reales y así poder aprender…
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