Un análisis de la agenda noticiosa de esta semana revela claramente cuáles son y cómo operan los mecanismos del Poder tanto a nivel global como a nivel local; y cómo los grandes grupos político-económicos han podido construir estructuras para hacer y deshacer sin tener que pasar por ningún tipo de control democrático, y que, para más remate, nos sintamos orgullosos de ello.
En la actualidad, no solo en Chile, sino en el mundo entero hay una distribución aberrante de la riqueza. Tres cuartas partes de los habitantes del mundo no son ni productores ni consumidores. Podrían morirse o esfumarse de la faz de la tierra y ni cuenta nos daríamos. Al modelo económico no le interesa, total, no pueden participar del mercado. Hay empresas que, por sí solas, poseen más dinero que muchos países juntos. Es decir, un pequeño grupo de personas, digamos 20 (top Forbes), tienen más dinero que miles de millones de seres humanos. ¿Cómo pudimos llegar a esto? Sencillo.¿Qué les queda a estas fortunas para sobrevivir? Que las leyes y las políticas públicas de cada país no se generen en los parlamentos donde reside la representación soberana de los ciudadanos de manera democrática, sino en un lugar distinto, lejos de los ojos de una ciudadanía exigente que quiere participar en la construcción de países más igualitarios.
Las instituciones por definición democráticas, los parlamentos por ejemplo, donde está expresado el interés de los grupos mayoritarios de cada sociedad, deben defender -mediante la generación de leyes y políticas públicas- el interés general de cada nación. Si un organismo democrático, como el parlamento, tiene la misión de defender el interés general, en función de: disminuir la desigualdad, mejorar la distribución, sancionar la concentración, o promover la competencia real, esta misión atenta contra el interés particular de las grandes riquezas de cada país que se han construido promoviendo prácticas contrarias a las de la democracia.
¿Qué les queda a estas fortunas para sobrevivir? Que las leyes y las políticas públicas de cada país no se generen en los parlamentos donde reside la representación soberana de los ciudadanos de manera democrática, sino en un lugar distinto, lejos de los ojos de una ciudadanía exigente que quiere participar en la construcción de países más igualitarios. Lejos de las malvadas garras de la gente común que quiere decidir por sí misma cómo deben funcionar las instituciones que los regirán.
¿Cuál es ese lugar mágico y lejano de la deliberación ciudadana? Este año fue Atlanta (EEUU) donde 12 países firmaron un tratado que los obligará a modificar sus leyes sin que nadie sepa de qué se trata en detalle dicho tratado. Llegaron a acuerdos en temas trascendentales como la industria farmacéutica -en Chile tenemos los medicamentos más caros de la región-, medioambientales -somos un país con discusiones no resueltas en este aspecto-, medidas sanitarias, compras públicas, servicios sociales, comercio electrónico, telecomunicaciones, propiedad intelectual, etc. ¿Para que voy a ir a votar a tal o cual candidato, si los temas fundamentales para el país se pactan en lugares lejos de la soberanía nacional, donde los representantes no tienen pito que tocar?
Mientras el gobierno le regala la soberanía a los poderes internacionales, bypasseando la soberanía nacional con TLC´s super-secretos, acá en Chilito, los grupos políticos se encuentran de las mechas por imponer a su candidato particular para dirigir las instituciones “autónomas” de justicia y fiscalización; acentuando así, la lógica antidemocrática que rige el actuar de los partidos. La autonomía de la Contraloría como la del “Poder Judicial” son pilares fundamentales del régimen democrático más básico posible. La separación e independencia de estos poderes respecto al legislativo (parlamento) y ejecutivo (gobierno) rigen la definición más mediocre de democracia que pueda existir. Bueno, en Chile eso no sucede. Y la clase política con su sinvergüenzura característica, ni cuenta se da del papelón que está haciendo tratando de intervenir en dichas elecciones.
Con la soberanía entregada a las estructuras supranacionales y la clase política tratando de intervenir un proceso eleccionario que debería ser probo y transparente, ¿quién defenderá el interés nacional?, nos preguntamos todos. Bueno, quién otro que Sánchez Vidal y el resto de sus compañeros de selección que no ganan ni la mitad del sueldo de sus afamados compañeros. Ellos defenderán el nombre de Chile ante la audiencia internacional en el que parece el único motivo por el cual apasionarse como colectivo, como nación, como patriotas.
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