El próximo sábado a eso de las 14:00 horas, miles de jovenes, hastiados de que los vean como «de segunda mano» y de que se sientan discriminados y menospreciados injustamente durante ya tantos años, marcharán para pedir algo que miembros de algunas clases sociales han perdido: El respeto.
Y no solo se debe pedir eso, sino que otra palabra muy bonita y que debe ser pilar en las políticas estatales de todo país: La diversidad.
¿Y qué pasa si combinamos respeto y diversidad? Un mejor pais.
La gente LGBTI puso un tema en el tapete: La discriminación a las cuales han estado sometidos, repudiados por una sociedad cuyo sector se mantiene aún más conservador que ayer. Vemos como se están monopolizando cosas que, derechamente, atentan contra un ideal clave y que debe perdurar siempre en países como el nuestro.
Porque dígame, ¿Usted cómo se sentiría si le mataran algún familiar o a algún amigo cercano solo por pensar distinto? Lo que pasó con Daniel Zamudio, y con los miles de detenidos desaparecidos cuyas familias aún buscan respuestas concretas. ¿Cómo te sentirías tú si en tu pega te echaran porque al jefe no le gusta tu estilo de vida u opción política?
¿Se puede diferir de algunas políticas de este gobierno? Por supuesto que si, todos tenemos que estar. Pero hay algo más: La prudencia. La forma y el fondo. Y muchas personas -me incluyo, no soy perfecto- cometemos errores ya sea de forma y de fondo. La libertad de expresión no solo debe existir siempre, sino que hay que saber cómo y cuándo ocuparse. No solamente para «algunos».
El próximo sábado estarán los jóvenes manifestándose, y para calentar el ambiente, el #YoRespeto se usa como uno de los hashtags emblema de ellos.
¿Y a qué me refiero con «cómo y cuándo»? En que se puede estar a favor o en contra de algunas políticas gubernamentales. Por supuesto, si estamos hablando de diversidad. Pero el problema es cuando «desmadreamos» a la mandataria solo porque no nos gusta y empezamos a perder la compostura. Si fue elegida, fue por algo. Tampoco es necesario usar la doctrina del shock y del miedo para crear una impaciencia en el país, como hacen algunas personas en redes sociales.
Además, sencillamente no pude creer como conocidos se manifestaron en contra del Acuerdo de Vida en Pareja. Eso es sencillamente seguir viendo a los gays, lesbianas, bisexuales y trans como «de segunda factura» y además contribuye a la discriminación de estos. ¿Qué no hemos aprendido nada del asesinato de Zamudio?
El próximo sábado estarán los jóvenes manifestándose, y para calentar el ambiente, el #YoRespeto se usa como uno de los hashtags emblema de ellos.
No basta con vociferar consignas pro-diversidad y pro-respeto a las diversas comunidades en redes sociales, también hay que practicarlo en la vida diaria. Y los LGBTI nos dan una tremenda lección sobre aquello. Porque todos tienen que estar, pero siempre en la justa medida y no justificando ni mucho menos teniendo en un altar hechos nefastos y horribles que ocurrieron hace ya 41 años.
En sintesis: Que el #YoRespeto no sea solo durante un fin de semana ni de estos días. Que se prolongue por el resto del año. Y si sumamos más gente, mejor todavía. ¡Claro que podemos! ¡Esa es la idea! Porque solo con respeto y diversidad vamos a lograr ser el país que anhelamos.
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Alfredo A. Repetto Saieg
Es simple y a la vez muy complejo: Chile no es un país democrático por lo que no podemos hablar de diversidad ni mucho menos de respeto. No lo fuimos en el pasado ni lo somos hoy porque jamás tuvimos una Constitución que emanara de la voluntad popular. De hecho, la del ’33 impuso el orden portaliano, la de 1925 fue redactada por una reunión de notables y el proceso electoral para su «aprobación» estuvo lleno de irregularidades; sobre la Constitución de 1980 ni hablar. Podríamos decir que por lo menos somos una isla de estabilidad dentro de una Latinoamérica convulsionada e insatisfecha. Pero eso tampoco es cierto porque aquella estabilidad siempre se logró a expensas de los intereses de los sectores populares, es decir, coartando, negando e incluso reprimiendo la lucha de los trabajadores por sus derechos.
Por lo anterior no nos queda más que concluir que el régimen político chileno, profundamente autoritario desde su origen, se consolida a través de la violencia, de la primacía de la lógica de la élite, también a partir de la explotación, de la flexibilización y de la humillación de quienes intentamos vivir de un salario también definido de antemano por las necesidades de la patronal. ¿Respeto, diversidad? ¿Dónde está la democracia? ¿Acaso en unas elecciones cuyo sistema electoral ofende cualquier valor democrático?