En Chile, el índice de cesantía es valorado sólo por algunos sectores de la población. Además del gobierno y sus instituciones, a quienes más les importa es a los profesionales jóvenes, primera generación en su familia en llegar a la universidad.
Con el retorno de la democracia a Chile en la década del 90, comenzó un proceso de mayor acceso a la educación superior. En ese entonces, cursar una carrera profesional para un estudiante de escasos recursos, provinciano, aunque buen alumno y con capacidades, era un privilegio, un “regalo del cielo” y de sus méritos ya que sólo mediante beca (en algún %) lo hacía posible.
Los profesionales que estudiaron pensando que no caminarían por el sendero de la cesantía se equivocaron. Hoy viven llenos de deudas, por créditos bancarios y de casas comerciales, y también por créditos para pagar sus estudios.
A inicios del 2000 se apreciaba la misma tónica, esta vez aumentaba la cantidad de alumnos que ingresaban a la universidad, los estudiantes se las rebuscaban de una u otra forma: Beca Presidente de la República y Crédito Fondo Solidario para universidades estatales era lo más usado. Estaba también el crédito CORFO, claro que para acceder se necesitaba demostrar patrimonio. Era el ocaso de Prueba de Aptitud Académica (PAA) y los estudiantes buscaban de una u otra forma llegar a la universidad. Conjugaban los puntos obtenidos en la prueba con las ponderaciones que asignaba tal o cual universidad. De esta forma, no era extraño ver numerosos jóvenes trasladarse de región, tener que dejar su familia para residir en otra ciudad donde había una universidad que ponderó más alto sus resultados y los admitió en la carrera deseada. Luego vino la PSU, era un cambio en el modelo de prueba, ya no era sólo ejecutar sino que además había que pensar un poquito. Se abre un poco más el acceso, hay más becas, para universidades estatales, privadas del Cruch y privadas. Más adelante se implementa el Crédito con Aval del Estado (CAE) que aunque usurero permitió el acceso a más estudiantes a la educación superior.
Ahora bien, más allá de hacer una apología a la educación superior de este país, quiero enfocarme en los que hasta aquí se identifican como estudiantes, los que hoy son profesionales jóvenes, que llegaron a la universidad con dos cosas: una mochila con cuadernos y una maleta llena de sueños. Estudiantes que lograron sortear sus carreras con éxito, batiendo todos los obstáculos sociales, económicos, emocionales, y políticos que se les presentaron. Eran aquellos que no provenían de un sector privilegiado, no tenían influencias ellos y ni sus familias, no había “pitutos” más allá del jefe o patrón de la fábrica/empresa donde trabajaba alguno de sus familiares. No había “contactos influyentes” en su círculo más allá del alcalde de la comuna, de quién recibían una beca para pagar la matrícula en la universidad. Hoy en día, profesionales que deben lidiar con el tortuoso índice de desocupación, son ellos quienes se preocupan, ellos y el gobierno. Más allá que el último estudio indicara que el desempleo en Chile se mantiene en 7% como una noticia alentadora (se esperaba 7,1%), y que el ministro Rodrigo Valdés se sienta satisfecho con el alza del IMACEC de junio a 1,4% e indicara que “esto muestra que la economía va tomando impulso”, los verdaderos satisfechos o preocupados son los cesantes, profesionales y no profesionales. Aquellos que llevan meses cesantes, que caminan mirando el suelo como si estuviesen buscando la dignidad que sienten algún día perdieron, que se calientan la cabeza buscando la forma de generar algún tipo de ingreso y llevar al hogar, que utilizan todo lo que está a su alcance para bajar ese 7%.
Los profesionales que estudiaron pensando que no caminarían por el sendero de la cesantía se equivocaron. Hoy viven llenos de deudas, por créditos bancarios y de casas comerciales, y también por créditos para pagar sus estudios. No sólo ellos también sus familias, que muchas veces tuvieron que transar pagar la mensualidad o copago en la universidad de sus hijos a cambio de que faltara en casa (dinero que nunca debió salir). Son ellos, los profesionales jóvenes, los que hoy resienten este índice de desempleo, son precisamente ellos los que más se preocupan, y claramente son ellos los que hoy por hoy intentan reducirlo, sin contactos influyentes ni “pitutos”, sin aprovechamientos de ningún tipo, con esperanza en la meritocracia y con la misma maleta llena de sueños con que un día terminaron la universidad.
Comentarios
09 de agosto
Interesante artículo. En él, sin embargo, falta un hito importante en lo relacionado a la cesantía (y también malos sueldos) de algunos profesionales, este es la producción universitaria inorgánica en algunas disciplinas que requieren baja inversión. El afán de lucro de algunas universidades ha resultado en que algunas profesiones están sobresaturadas, en cuyos casos los únicos beneficiados fueron los dueños de estas casas de estudio.
+3
22 de mayo
lamentablemente me siento identificado en este caso ya que llevo casi 4 años sin poder ejercer mi carrera e tenido que trabajar en lo que sea por la necesidad de pagar el credito . de echo e viajado a santiago y no hay caso . pero no soy el unico hay que hacer ver esto por que mucha gente cree que el primer año salen de la carrera y tienen el primer año de empleabilidad de echo asta le dedique un video a este problema https://www.youtube.com/watch?v=7TiB-Wre1lo&t=25s
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