Nueva muerte de una niña y un niño en las noticias, todavía impacta, remece. Al menos no es tan natural como antes, se dice con horror, con vergüenza, se sabe abyecto. Otro fallecimiento de la niñez en nuestro país, resultado de un asesinato adulto y no del azar o las contingencias. Antes se acusó de parricidio por una confesa abuela que tenía sus cuidados personales desde un Tribunal de Familia; similar situación ocurrida muy recientemente, pero donde lo excesivo del abuso sexual pareciera indignar de un modo distinto. Y las penas se piden más duras, los castigos se piden mayores y más sofisticados; se llega tarde para sancionar y para prevenir.
De estos casos, de esta narración de hechos reales realizados hasta este punto, creo que pueden hacerse algunas preguntas respecto de los procesos y procedimientos sostenidos por diversas instituciones que, buscando intervenir con niños y sus familias, terminan por administrarlos en un silencio que los excluye. Por lo mismo, recuerdo otros muchos casos por atendidos en la Red SENAME por mí y mis colegas, en donde resulta posible extrapolar algunas similitudes y condiciones que -sin intentar ser generalizaciones- me parecen interrogantes a considerar.Creo que el rol de la comunidad y barrio también resultan imprescindibles en visiblización y prevención de estas situaciones
Preguntas del tipo: ¿Cómo llegó un familiar a tener los cuidados personales desde Tribunal de Familia, luego de qué evaluación?, ¿se hizo audiencia o los cuidados cambiaron por oficio?, ¿estaban correctamente velados sus derechos por abogados competentes?, ¿estuvieron interesados antes a un programa de SENAME, con qué objetivos y resultados; alta o deserción de los programas?, ¿con una frecuencia que respondía las necesidades subjetivas o tiempos prefijados e inmutables?. En el caso contrario de lo anterior, ¿cómo se llegó a que no era pertinente un apoyo psico-social?, puesto que mucho más profundo sería preguntarnos si los dispositivos psico-sociales existentes, su diseño y metodologías pueden brindar una atención que considere la escucha de factores dinámicos y vinculares del psiquismo, además de sólo medir y contabilizar comportamientos esperados para ciertos criterios ideales de individuos con tal o cual competencia parental.
También preguntar si en colegios/jardines se apreciaron algunos indicios de maltrato físico y/o psicológico, lo mismo incluye a instituciones de salud que realizaron atenciones previas. Esto ya que muchas veces estas conductas de agresión son cronificadas en el tiempo, y generalmente para concluir en lesiones físicas graves o asesinato sus inicios son de mediana-larga data hasta que eclosionan en momento actual. En este punto, creo que el rol de la comunidad y barrio también resultan imprescindibles en visiblización y prevención de estas situaciones, ya que facilita desmitificar que sólo los familiares sanguíneos pueden cuidar y responder por un niño/a. Todos/as somos responsables de la generación que nos sucede, y los/las niños, niñas y adolescentes merecen especial cuidado y protección física y emocional, no bastando con la mínima satisfacción de necesidades biológicas, sino también alimentando con afectos, palabras y vínculos.
En este sentido, también sería importante poder incorporar en el diseño y ejecución de programas públicos las condiciones de escucha a historias familiares y sus recorridos, matriz en donde se instala el plano simbólico donde devendrá la persona en formación dentro de su linaje. Una orientación no tanto para conocer sólo qué tipo de familia se es en la actualidad, sino cómo se llegó a serlo entre muchas otras opciones, entre sus estructuras y contingencias, en el deseo de vida que las moviliza. O no.
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