El lema del himno institucional de Carabineros de Chile, destaca dos conceptos valóricos; a saber, el orden y la patria, como expresión de una característica que nos define como nación: nuestra tradición legalista. Se destaca en este lema un rasgo identitario del país y su gente. El apego a la normatividad jurídica, su respeto a la ley, a las instituciones y a las autoridades que las representan; nos entregan cualidades que no tendrían varios de nuestros vecinos regionales. Estas cualidades nos han hecho afirmar que, en nuestro país, las instituciones funcionan, dando estabilidad al desarrollo nacional.
Orden y patria, son los valores que guían a nuestra policía uniformada que, con errores y aciertos, ha sido la única institución que, a través de su actuar profesional, ha encarado el difícil escenario delictual y criminal que se articula en todo el país
En ese contexto jurídico/valórico, la frase con que se inicia el himno de Carabineros de Chile: “Orden y Patria es nuestro lema”, da cuenta de la importancia del orden público, como principio rector del accionar de esta policía uniformada, en consonancia con las directrices legales y normativas por las cuales se rige el Estado de Chile.
Durante estos últimos años, el accionar de Carabineros ha cobrado una importancia decisiva, no sólo en lo que tiene que ver con resguardar el orden público, sino que por el hecho de haber asumido un rol controlador efectivo, frente a desafíos mayores como lo fue el estallido social del año 2019 y el combate al crimen organizado, en el que los carteles de la droga, instalados en el país, llevan a cabo una guerra violenta y sanguinaria.
En el caso del estallido social, más allá de los cuestionamientos, muchas veces legítimos, a la institución policial por su actuación en los convulsionados meses que siguieron al 19 de octubre del año 2019, fueron los carabineros quienes salieron a las calles de las ciudades más importantes del país, para contener el desborde social, expresado en saqueos, incendios de infraestructura pública y violencia generalizada. Fue el accionar de Carabineros de Chile, lo que nos permitió salir a trabajar y continuar con una vida más o menos normal.
En lo que tiene que ver con el combate al crimen organizado, el tráfico de drogas y todas las acciones ilegales asociadas a estas actividades ilícitas, nuestra policía uniformada ha sido exigida al máximo de sus capacidades profesionales, sin contar, muchas veces, con el equipamiento necesario, para llevar a cabo su tarea de manera óptima.
Más allá de la presencia y acción de Carabineros frente a este nuevo escenario delictual y criminal, es necesario destacar y advertir que su actividad profesional ha contribuido decisivamente para mantener la gobernabilidad en el país y, con ello, permitir que el Estado de derecho no sucumba a manos de las nuevas organizaciones criminales. El principio rector del Estado de derecho que apunta a una gobernanza basada en el cumplimiento de la ley, ha sido-en efecto- la motivación de nuestra policía uniformada, utilizando todos sus recursos para que se establezca la supremacía de la ley, en lo que a esta policía compete, en su trabajo diario en terreno.
Los hechos demuestran que nuestros Carabineros han dado una lucha frontal contra el crimen organizado, cuya sofisticación hace difícil su persecución, captura y procesamiento. En esta lucha, la ciudadanía ha quedado perpleja frente a los asesinatos y agresiones sufridas por los miembros de la Institución. Sólo por mencionar ejemplos deleznables, podemos recordar el asesinato de los tres carabineros en el municipio de Cañete, en la provincia de Arauco, en la zona centro-sur de Chile. Tres policías jóvenes, entre 30 y 43 años, con hijos pequeños, fueron finalmente quemados y puestos en el pick up del vehículo institucional que utilizaban para realizar una diligencia policial. Recién en estos días, la policía, luego de una investigación rigurosa y silenciosa ha detenido a tres sujetos, que eventualmente serían los autores materiales de estos asesinatos. Un cuarto sospechoso, se encuentra prófugo. Esperamos que la justicia haga su trabajo y que las condenas se correspondan con estos crueles actos criminales.
El caso más reciente, hace pocos días, da cuenta de la detención de alrededor de 18 sujetos de nacionalidad extranjera, en el contexto de una fiscalización realizada en el barrio Franklin, en las inmediaciones del Persa Biobío, en la comuna de Santiago, Región Metropolitana. Este grupo agredió a los funcionarios policiales con golpes de puño, pie y también con una piedra en medio de un control policial preventivo.
Dada esa situación de control policial, al menos 10 hombres atacaron a los policías, lográndose la detención de dos de ellos por maltrato de obra a Carabineros. Un tercer delincuente fue detenido también por agresión a los policías. Este sujeto, además, se encontraba en estado de ebriedad.
Lo descrito no trata sólo del control del orden público. Es mucho más que eso. Como señalábamos antes, es el Estado de derecho el que finalmente se pone en juego, desde la más básica posibilidad de transitar tranquilamente por la ciudad. En esa línea de análisis y reflexión, también se tensiona y pone en juego, nuestro sistema político democrático representativo. Sobre este punto, nos preguntamos una y otra vez, qué pasa con nuestra clase política y, en particular, con nuestros parlamentarios. Frente a estos eventos criminales, cada vez más violentos, se reacciona desde la partitocracia con declaraciones ampulosas, llenas de indignación a las que siguen, muchas veces, cuestionamientos ideológicos o de otro tipo, que van quitando fuerza a esa indignación inicial.
Por otro lado, el gobierno se mueve entre la parálisis frente a lo abrumador de los hechos, con declaraciones delirantes que señalan que aún no estamos tan mal como otros países del vecindario, hasta el anuncio de megamedidas iluminadas y que resolverían muchos de los problemas de seguridad que nos afectan. Es el caso de la información sobre una nueva cárcel en la comuna de Santiago, con estándares europeos. Efectismo discursivo puro, ante la situación caótica que se vive en muchas partes del país. Sectores de la ciudadanía pide angustiada la salida de los militares a las calles para apoyar el resguardo de la población, frente a pandillas y carteles que hacen de la ciudad el escenario del tráfico de drogas o el ajuste de cuentas entre grupos rivales. Todas estas desesperadas peticiones de la ciudadanía, pudiendo no ser las más acertadas, dan cuenta de la necesidad, como hemos señalado en otros espacios de reflexión, de transitar hacia una democracia directa, mediante la cual, las personas se manifiesten empoderadas respecto a decisiones como la construcción de una cárcel en el centro de la capital, o el resguardo de la población, por parte de las Fuerzas Armadas.
Ante estos hechos incuestionables, los parlamentarios siguen entrampados en la redacción de un reglamento del uso de la fuerza y los cuestionamientos sobre la proporcionalidad de la respuesta de las policías frente a un enemigo cada vez más organizado y con una capacidad de fuego impresionante.
Mientras tanto, en el día a día, el Cuerpo de Carabineros sigue saliendo a las calles para enfrentar los inabarcables tentáculos del crimen y la delincuencia. A estas alturas de la crisis que vivimos, en materia de seguridad pública, ya no parecen válidas las críticas sobre la capacidad de respuesta o el tiempo que se demora en reaccionar nuestra policía. La verdad es que se encuentra superada en todas las dimensiones de esta problemática compleja y aún así restablece el orden en la medida que eso es posible. Más allá de la acción policial, corresponde al Ministerio Público, los fiscales y jueces, aplicar la ley para sancionar estos hechos.
Lo importante es que entendamos que la gobernabilidad se pone en peligro y que no estamos en condiciones de proyectar soluciones a largo plazo, sin actuar sobre una inmediatez que aparece desbordada y que atenta contra la vida de todas y todos los ciudadanos, que salimos a trabajar, estudiar o a realizar actividades de diversa naturaleza, pudiendo ser afectados por la acción criminal. La gobernanza específica ejercida en cada región del territorio nacional, también sufre las consecuencias de la intervención en las ciudades, pueblos y zonas rurales, del crimen organizado. Esto se traduce en una suerte de paralización de la actividad social en su conjunto, ya que el miedo ha hecho perder los espacios públicos y reducir los horarios en que se transita por los lugares en que desarrollamos nuestra vida laboral y social.
La clase política debe comprender la situación en que nos encontramos hoy, no en 5 o 10 años más. De esa forma, siempre llegaremos atrasados con las soluciones para un problema que, por un lado, involucra cada vez a una mayor cantidad de jóvenes que se unen a carteles y pandillas y, por otra parte, amenaza con la destrucción de nuestro sistema político, mediante la corrupción que puede permear a todas las instituciones del estado.
Por de pronto, Carabineros de Chile sigue cumpliendo su función y así resguarda el orden público, pero también ejerce un rol fundamental para cautelar el tan preciado Estado de derecho, con el que la clase política hace gárgaras sin actuar en forma ejecutiva y rápida. Lo más probable es que continúe habiendo mártires en la institución policial y el país se paralice frente a hechos criminales cruentos, propios de una cultura de la muerte que claramente viene desde fuera del país. La pregunta es si vamos a seguir observando estos hechos y reaccionado con discursos más bien viscerales, anuncios para más adelante o discusiones legales hasta ahora inconducentes, o más bien reconoceremos, a través del gobierno y los legisladores, que estamos viviendo una crisis ahora, que requiere una respuesta que no es ideológica, para que la ciudadanía vuelva a sentir que vive en una sociedad que lo protege en sus libertades esenciales.
Orden y patria, como señalábamos al comienzo de esta columna, son los valores que guían a nuestra policía uniformada que, con errores y aciertos, ha sido la única institución que, a través de su actuar profesional, ha encarado el difícil escenario delictual y criminal que se articula en todo el país. Han protegido a la ciudadanía en su vida cotidiana, mientras la clase política se debate con una confusa retórica que mezcla elementos ideológicos con intereses personales, dando la espalda al pueblo que claramente desconfía de todos los actores políticos, sintiéndose cada día más vulnerable.
Referencias:
Himno de Carabineros de Chile. https://es.scribd.com/document/376484307/Himno-de-Carabineros-de-Chile
Bobbio, Norberto. (2002). Diccionario de política, 13° edición, 2 tomos, Ed. Siglo XXI, México.
BÓCKENFÓRDE, Ernst Wolfgang (2002): Estudios sobre Estado de Derecho y la Democracia (Madrid, Trotta).
Diaz Otero, Lois González y Novo Vázquez. (2012). Ciencia política contemporánea. Editorial Uoc; 1er edición.
Jorge Brower Beltramin
Profesor Titular
Facultad Tecnológica
Departamento de Publicidad e Imagen
Universidad de Santiago de Chile
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