Intentaremos un balance provisional del momento que vivimos marcado por dos sucesos de impacto profundo, haciendo un contrapunto con dos de las tesis principales de Marx y Nietzsche, tal vez los filósofos de mayor trascendencia desde el siglo XIX.
Más allá de toda negación y tergiversación que se haga del pensamiento de ambos, no cabe dudar del poderío de sus teorías y su efecto modelador que llega a nuestro tiempo. A ellos les dirigiremos dos preguntas, una a cada uno, ambas conducentes al mismo lugar.
Marx y Nietzsche pueden considerarse los grandes pensadores de una física social revolucionaria, los descubridores de sus leyes básicas de desarrollo. En esta tarea ambos desnudan y denuncian desde frentes distintos la filosofía dominante en su tiempo.
Nietzsche identifica y denuncia el nihilismo y la metafísica vigente en Occidente desde Platón. Como platonismo invertido elimina el mundo de esencias ideales supremas que convierten nuestra realidad en un mundo de meras apariencias, postulando la vida como valor supremo, una vida como voluntad de poder siempre acrecentado para la conquista y el dominio de la Tierra. Declara la muerte de Dios y la necesidad de una transvaloración de todos los valores.
Marx pone de cabeza el enorme edificio del idealismo alemán que culmina con Hegel y establece su teoría materialista, histórica y dialéctica. El fundamento de toda la historia humana residiría en el desarrollo incesante de las fuerzas productivas materiales de la vida humana, sobre las que se montan las relaciones sociales de producción, las superestructuras jurídicas y políticas y las ideologías.
En el marco de estas propuestas fundamentales, la pregunta que nos parece pertinente para ambos surge del escenario dominante hace décadas sobre los límites de esa voluntad de poder y dominio en expansión (Nietzsche) y sobre el desarrollo constante de las fuerzas productivas (Marx), dado que la humanidad ha llegado ya a dimensiones planetarias, se convierte en sociedad global y emergen y se multiplican los riesgos existenciales que amenazan su continuidad.
La ley esencial en ambos casos indica que la vida seguiría su marcha acrecentando su poder y desarrollando fuerzas productivas crecientemente poderosas. Pero ¿cómo acrecentar nuestro poder cuando topamos con límites planetarios y nuestro espacio operativo se estrecha día a día de forma al parecer inevitable?
Ya con el nivel alcanzado surgen los primeros riesgos existenciales de naturaleza antrópica. El calentamiento global desde la Revolución Industrial. El poder atómico desde Hiroshima y Nagasaki. En las últimas décadas se agregan Inteligencia Artificial, Biotecnología, Nanotecnología, Electrónica y muchos otros, todos asociados a ciencias y tecnologías de vanguardia de doble faz: amplios beneficios y a la vez peligros extremos.
Se requieren correcciones profundas en nuestra cultura y civilización. El surgimiento del interés y la conciencia sobre los riesgos existenciales abre un camino promisorio, pero los requisitos de poder y de fuerza para evitarlos o controlarlos son hasta ahora insuficientes.
A los riesgos existenciales de origen antrópico se agregan ahora fenómenos de extrema gravedad, de alcance global y origen natural, con un fuerte componente de origen antrópico, como la pandemia del coronavirus que estamos sufriendo.
Según Marx y Nietzsche la vida se abrirá paso de una u otra manera. No podría dejar de hacerlo salvo que una catástrofe acabe con ella. Sería impensable que el mundo siga en desarrollo sin resolver los riesgos existenciales que resultan del creciente poderío científico – tecnológico. Sin embargo, este es el centro neurálgico de las más grandes empresas y negocios y la herramienta clave del poder bélico y geopolítico, lo que hace extremadamente complejo y difícil su control.
Ni Nietzsche ni Marx previeron escenarios parecidos; no alcanzaron a visualizar nada semejante ni límites a las leyes que descubrieron. Ninguna posibilidad entonces de rastrear en ellos vías de solución.
Es probable que se sigan multiplicando los riesgos extremos y de letalidad mayor, lo que significa que el autodominio y autocontrol de la humanidad como un todo se hace indispensable. Cualquier cabo suelto puede conducir a su destrucción. ¿Nos acercamos a un escenario de “Gran Hermano” con tecnologías ya disponibles?
Los más profundos secretos serán guardados con el mayor celo por quienes impulsan y controlan los avances científicos y tecnológicos de vanguardia en las áreas más estratégicas.
En estas condiciones, el escenario de la pandemia abre espacio a nuevas preguntas:
Es probable que se sigan multiplicando los riesgos extremos y de letalidad mayor, lo que significa que el autodominio y autocontrol de la humanidad como un todo se hace indispensable
Respuesta: el daño a la Tierra es ciertamente mayor al que reconoce el promedio de la humanidad y de estos no todos se esfuerzan por defenderla o restaurarla, por lo cual cada día es mayor su deterioro.
Respuesta: es posible y ese final puede ser abrupto.
Respuesta: es posible; hasta hoy esa impotencia es palpable, y además es aún débil la conciencia sobre su creciente gravedad.
Respuesta: es una posibilidad, pero no podemos asegurar que no daremos con una salida.
Respuesta: no sabemos cuánto depende de nosotros y cuanto de otros.
Respuesta: con ella experimentamos muchas situaciones inéditas con el nivel de información actual, pero probablemente los poderes dominantes impedirán aprovechar todo el potencial positivo que contienen.
Respuesta: es probable que haya grandes cambios, pero sería prematuro por el momento aventurar respuestas concretas.
Respuesta: la pandemia hizo evidente la insospechada fragilidad y vulnerabilidad de nuestro mundo, pero es prematuro asegurar que ya sopesamos correctamente su firmeza o debilidad.
Respuesta: prestar atención oportuna a la buena información del proceso en todo el mundo es indispensable.
Respuesta: no parece aconsejable descartar escenarios peores que los actuales.
Respuesta: es posible; consta que la pandemia acelera muchos procesos de importancia local y global.
Respuesta: imposible predecir hoy el término de la pandemia. Los puntos de vista de su evolución y evaluación son y seguirán siendo múltiples.
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Jose Miguel
Agradezco Claudio tus comentarios. No conozco más que de oidas a Matte-Blanco, pero conozco bien tu trayectoria de filosofía y tu seriedad para buscar respuesta a problemas complejos. Sería muy útil para mi y los lectores de esta columna que nos des un par de pistas del porqué crees que sería un buen derrotero tu propuesta.
anysur
y que es el desarrollo y la producción para el inconsciente del común? , no en términos académicos.
Claudio Duran
Me parece que la descripción que hace el autor en este trabajo abre un panorama inquietante para el presente y el futuro de la humanidad. O tal vez debiera decir angustioso. José Miguel Arteaga se ha hecho un especialista en el tema «riesgos existenciales» y sin duda es necesario alertar sobre ellos: tal vez, el desarrollo del virus presente ha servido como un caso modelo de lo que puede ocurrir con un riesgo existencial mucho mayor como es el cambio de clima. En este caso se trata de la posibilidad de que la vida humana termine o se vea extraordinariamente mermada. Es necesario preguntar y preguntarse por qué no somos capaces de visualizar este riesgo existencial. La respuesta no es fácil por supuesto y requiere probablemente de visiones más contemporáneas que las de Marx y Nietzsche sin negar el aporte de estos dos autores. Por mi parte sugiero recurrir al psicoanálisis y a una derivación suya: la teoría Bi-Lógica del psicoanalista chileno Ignacio Matte-Blanco. Esta vertiente del desarrollo de la psicología puede contribuir a entender el interior del ser humano: las extrañas y circunvalantes manifestaciones psicológicas nuestras que nos pueden llevar a confundir la realidad con las fantasías de la especie.