Es hora de volver a hablar del capitalismo como se hace con la ley de gravedad, el movimiento de los astros o la caída de los cuerpos.
La carga ideológica de las discusiones y conceptos empleados en su análisis, las referencias a la política y la ética con que se lo juzga habitualmente, han pasado a constituir derivados que lo contaminan y enturbian, muchas veces gatillando respuestas automáticas que no prestan ninguna utilidad.
Hay temas de sociología y política que requieren un rigor científico distinto. Marx lo dice en su Crítica de la Economía Política: la transformación material de las condiciones de producción económica debe ser constatado con el rigor de las ciencias naturales; de estas transformaciones dependen los cambios en las relaciones de producción y de propiedad. Las superestructuras jurídico – políticas, el Estado y las formas ideológicas cambian en consonancia con estas. Las relaciones de producción pueden transformarse en pesadas trabas al desarrollo de las fuerzas productivas. Cuando ello ocurre se inicia un período de revoluciones.El capitalismo ha aprendido en su historia y ha llegado a ponerse fuera de todo riesgo. Se expande y profundiza globalmente, con distintos regímenes, formas estatales e ideologías
¿Qué vemos hoy? El capitalismo ha aprendido en su historia y ha llegado a ponerse fuera de todo riesgo. Se expande y profundiza globalmente, con distintos regímenes, formas estatales e ideologías. Se adapta con flexibilidad a las nuevas condiciones, realiza los cambios necesarios manteniendo su esencia, dando curso al desarrollo de las fuerzas productivas de cualquier manera.
Sus problemas no derivan de las carencias y necesidades de las masas bajo su influencia sino de sus excesos y de las vías que abre para cumplir y superar sus rendimientos. Su voracidad en el consumo de recursos y haber convertido la ciencia y la tecnología en el centro neurálgico de sus negocios ponen en riesgo la existencia de la humanidad y de toda forma de vida en la Tierra.
Las sociedades actuales siguen siendo de clases sociales en lucha, con distintos intereses, pero su dialéctica de desarrollo es mucho más compleja. La lucha política requiere considerar y estudiar detalladamente esta compleja dialéctica, atendiendo y combinando de manera oportuna y apropiada los distintos órdenes de problemas y destinando a cada foco los recursos orgánicos, intelectuales y técnicos que requiere.
Lo que dentro de la lucha política se consideró hace una o dos décadas diletantismo ecológico o ambiental, una especie de sofisticada y elitista forma de retirarse de la escena, se ha transformado en problemática medular y en primera línea de cuestiones que reclaman atención urgente.
Aparecen además nuevos problemas. La fuerza del proceso de acumulación y el ciclo de reproducción del capital empieza a licuar sus bases naturales de origen, llevándolo a la creación de un sujeto histórico de creación industrial, siguiendo los pasos de la industria del deseo y cuya anatomía futura es impredecible.
Las nuevas tecnologías cambian en profundidad con naturalidad sorprendente nuestro escenario, el hogar y la familia, los lugares de trabajo, el barrio, la ciudad y todo en la aldea global a la que pertenecemos. El verdadero asalto de empresas gigantes a nuestra intimidad, con la captura y manejo de los datos del ADN de nuestra identidad, es una lucha en extremo difícil, en la que seremos ínfimos enanos si no nos unimos en una estrategia más que inteligente. Sería casi un milagro que escapáramos a su sometimiento, más aún cuando están en los umbrales o ya manejan la mejor tecnología en dos áreas decisivas: inteligencia artificial y computación cuántica.
Pese a los críticos problemas, pareciera al menos que el sistema económico produce lo suficiente y que estamos lejos de la revolución. Sin embargo, estamos frente a una difícil paradoja.
El capitalismo desarrolla las fuerzas productivas a niveles que ya traspasan en diversos puntos los umbrales de riesgo existencial, dentro de los cuales hemos sobrevivido como especie. Se avanza abriendo los sellos de seguridad que han protegido nuestra evolución por millones de años. La estructura del átomo, el genoma humano y la manipulación de la materia a escala nanométrica son ejemplos de ello. Hay varios otros en curso en los laboratorios.
Por otra parte, el modelo de desarrollo capitalista nos lleva a transgredir los límites planetarios que aseguran nuestro espacio seguro de operación. Los estudios del Stockholm Resilience Center, institución científica que definió una metodología para determinar las variables básicas del espacio vital de la humanidad, establecen que en 2015 ya habíamos transgredido 4 de los 9 límites planetarios críticos.
La paradoja salta a la vista: el acelerado desarrollo de las fuerzas productivas bajo las relaciones de producción y de propiedad capitalista arriesga llevarnos a la pérdida catastrófica del capital social acumulado por la humanidad en miles de siglos. Podríamos retroceder a la época de las cavernas o perder partes sustantivas de nuestra civilización, lo que podría ocurrir por guerras, plagas incontrolables, accidentes o terrorismo.
Incluso podría ocurrir de manera silenciosa y sin sobresaltos si simplemente seguimos como vamos. Solo el cambio climático podría destruirnos si no lo controlamos a tiempo. A las pérdidas sociales habría que agregar las enormes pérdidas de capital natural, ecosistemas y especies naturales que guardan la memoria de millones de años de evolución.
Desconozco cuanto sabía Einstein de economía, pero una de sus reflexiones nos ayuda a pensar en las encrucijadas en que está la nuestra cuando declaró: “Yo no sé que armas se usarán en la tercera guerra mundial, pero sí se que en la cuarta se luchará con palos y piedras”. Una sentencia sobre la guerra, pero también de sabia economía.
Cuando Einstein la formuló estábamos frente al primer riesgo existencial de naturaleza antrópica: las armas nucleares, la guerra atómica. Hoy estamos frente a un enjambre de este tipo de riesgos. Me habría gustado preguntarle: ¿Qué nos aconsejaría usted ahora? Creo que nos diría: “piensen como humanidad; es hora ya de pensar como especie”.
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