Es parte del paisaje oral. De la memoria auditiva de todos y todas quienes alguna vez nos hemos montado en un avión (allá lejos en el tiempo, en la prehistoria pre Covid) y, ya instalados en el asiento, escuchamos la voz en off: “Cross check y reportar”. Aunque una frase clásica, su significado no es de conocimiento tan masivo.
“Cross check y reportar” se refiere al proceso de “chequeo cruzado” que realizan las azafatas (o azafatos), donde luego de verificar que en su lado está todo en orden, van al lugar de su compañera/o y hacen lo propio. De esta forma se aseguran que, en un viaje de complejidad como el aéreo, todo esté funcionando bien. Es, en el fondo, un contrachequeo.
Recuerdo esto porque en los últimos días he leído, sistemáticamente, sobre personas que plantean como positivo no tener vínculos con nadie, ninguna organización, ningún grupo, ningún colectivo. Que, como llaneros solitarios, van por el mundo tumbando molinos de viento, develando traiciones, alertando al resto con la perspicacia que ellos, y solo ellos, pueden tener. Que sus altos valores, y alta autoestima, les hacen impenetrables a la duda, al error.
Aunque suena bonito y llama la atención, lo cierto es que la participación en organizaciones, con asambleas, reuniones y directorios, no tiene solo el objetivo de entorpecer el trabajo y crear camarillas tipo mafias que se protegen entre sí, que actúan corporativamente. Puede ocurrir, pero el sentido original es precisamente que el trabajo en pos del interés común requiere reflexiones, acciones y visiones colectivas. Porque la unión hace la fuerza pero también permite la autorregulación entre pares.
Por eso la organización es relevante. En el trabajo con otros y otras, en el intercambio de opiniones, salen mejores ideas, podemos reconsiderar lo que en algún momento nos pareció genial, e incluso visualizar lo que originalmente no estaba en el horizonte personal. Eso es el sentido de hacer comunidad, donde hay que aplacar el legítimo ego en pos del interés común. Cuesta, pero es necesario cuando estamos de acuerdo en que compartimos los objetivos de fondo.
No contar con esos mecanismos de examen colectivo, siendo juez y parte de la validez de las propias acciones, como superhéroe con capa sin legitimidad más que la propia visión del bien y el mal, no es necesariamente positivo. El científico loco en un cuarto oscuro haciendo descubrimientos es una simpática imagen, pero poco tiene de comunidad, además que, como saben los verdaderos investigadores, poco también de realidad.
Por eso la organización es relevante. En el trabajo con otros y otras, en el intercambio de opiniones, salen mejores ideas, podemos reconsiderar lo que en algún momento nos pareció genial, e incluso visualizar lo que originalmente no estaba en el horizonte personal.
En el futuro construido nos necesitamos todos y todas: los de ayer, los de hoy y también los que vendrán.
En Aysén reserva de vida se tiene muy claro: “Aysén Reserva de Vida, es el resultado de una construcción colectiva afianzada a lo largo de muchos años de esfuerzos, aciertos, desaciertos y consensos múltiples, abierta a nuevos aportes basados en valores por los cuales los seres humanos, sin distinción alguna, podemos acceder a un territorio donde se garantice la calidad de vida de las generaciones actuales y futuras” reza un documento construido y consensuado hace ya más de una década.
Por eso el llamado final de aquella declaración: Somos todos y todas, únete tú también.
Los contenidos publicados en elquintopoder.cl son de exclusiva responsabilidad de sus respectivos autores.
Te invitamos a conocer nuestras Reglas de Comunidad