El tema va más allá de lo que hace o no el Gobierno; va en un cambio de actitud, el dejar de mirar a una persona en silla de ruedas como débil, o como el que no puede lograrlo, cuando debemos verlo como una persona que tiene los mismos derechos y sueños que uno, con derecho a ser feliz y realizarse.
Hace unos días hice una prueba en mi Twitter que me llamó mucho la atención, y a la vez me dio mucha pena. Coloqué “autista”, “síndrome de Down”, “parálisis cerebral”, ”albinismo”, “retraso mental”, en el buscador de la red social, y me di cuenta de qué tanto discrimina la gente a las personas con capacidades diferentes. Lo primero que vino a mi mente, es qué tanto servirá una ley antidiscriminación, si lamentablemente el reírse y mofarse de las personas por su condición de
salud o condición física o discapacidad en nuestra cultura y en nuestro diario vivir, es un rasgo ya adquirido.
Vemos cómo en nuestros programas de televisión abierta, personas con tics o problemas de lenguaje, peso o estatura mayor o menor, son motivos de risa y burla a la usanza de los antiguos circos en donde sus atracciones principales eran personas con capacidades diferentes; nos reímos junto a nuestra familia y traspasamos ese sentimiento a nuestros hijos, que lo llevan a los colegios, en donde se burlan, mofan y apodan a compañeros.
Vemos en nuestros noticiarios la ignorancia de no saber cómo referirse a algún trastorno o capacidad diferente que presente alguna persona que este involucrada en un hecho noticioso, representando siempre con el título “algún tipo de retardo mental” o con sus facultades mentales perturbadas.
En nuestros políticos, que al querer referirse a los contrincantes con quienes tuvieron algún problema reciente, los llaman sordos, mudos, autistas y retrasados. Y comentarios de la gente común que son los que son en mayor cantidad Comentarios como “esta canción suena en mi cabeza cada vez que estoy de autista”; “¿y si vuelve Bachelet, qué? ¿Nos vuelve la parálisis cerebral?”. Son comentarios textuales. Siento, como padre, que a nosotros no nos beneficiará mucho la ley antidiscriminación, ya que la sociedad en la que estamos insertos, discrimina de forma natural.
Necesitamos cambios de fondo, que veamos la discapacidad como una condición y no como una incapacidad. ¿Qué hacemos cada vez vemos reportajes en los noticieros de la poca accesibilidad al sistema que tienen los discapacitados? Comentar “chuta, qué pena por él, que nadie lo ayuda”, “uh, el Transantiago no lleva a las personas en silla de ruedas”; “el Gobierno no les da oportunidades a los discapacitados”.
El tema va más allá de lo que hace o no el Gobierno; va en un cambio de actitud, el dejar de mirar a una persona en silla de ruedas como débil, o como el que no puede lograrlo, cuando debemos verlo como una persona que tiene los mismos derechos y sueños que uno, con derecho a ser feliz, realizarse como persona, y como profesional. Le llamamos concienciación, que debe impartirse desde la educación prebásica, como norma general de la educación, debe representar respeto e igualdad, y también la integración debe cumplir un rol fundamental de apoyo. Que los profesionales de la educación hablen del tema naturalmente, que también se hable en la casa que se comparta, que se converse.
Crecimos viendo la discapacidad como una enfermedad social que a nosotros no nos toca y, lamentablemente, si nosotros no educamos a nuestros hijos bajo el concepto de igualdad, ellos seguirán discriminando por naturaleza, y si queremos una sociedad igualitaria y pluralista, lo primero que debemos hacer, es empezar por casa.
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Foto: kepibear
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