El porcentaje de personas con discapacidad que participan en las elecciones políticas no es significativo, por lo que este grupo es invisible para la clase política.
Tengo 56 años, estoy tetrapléjico y en silla de ruedas. Soy profesor, consultor y escritor, desde que me accidenté en 2011, luego que me cayera al interior de un bus del Transantiago, mis temas preferidos tienen que ver con discapacidad, integración y accesibilidad.
Recordando, en el libro del escritor chileno, José Donoso, “El obsceno pájaro de la noche” (1970), aparece un personaje que es hijo de dos aristócratas. Este niño es deforme y grotesco. Ante la monstruosidad del niño, su padre, le crea un mundo ficticio, en un fundo de su propiedad, donde todos los habitantes son fenómenos. De este modo pretende que el niño no se sienta incómodo y distinto, para así protegerlo de las burlas que en la sociedad normal, llena de prejuicios.
Ésta bien podría ser una metáfora de lo que está pasando en Chile con los discapacitados.
Somos atendidos en hospitales, clínicas y centros privados de salud, en donde la discapacidad tiene el rango de normalidad, donde ésta nos hace sentir cómodos y a gusto; donde todos los trabajadores de la salud están a nuestra disposición o debieran estarlo; donde ver personas con muletas, hombres y mujeres en sillas de ruedas, personas con manos, brazos y piernas amputadas, personas en estado vegetal, es algo común. En este universo sentimos que somos “normales”.
Según el Primer Estudio Nacional de la Discapacidad, en Chile hay 2.068.072 personas discapacitadas, correspondiente al 12,9% de la población chilena, de los cuales un 7,2 presenta un grado leve de discapacidad, un 3,2% moderado y un 2,5% severo (1).
Uno de los principales derechos de los ciudadanos es el derecho a voto, cuestión que está planteada en la Constitución chilena, reforzada por la Ley 20.422, de 2010, que establece normas sobre igualdad de oportunidades e inclusión social de las personas con discapacidad, ratificada por la Convención de Naciones Unidas sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad y la Convención Interamericana para la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra las Personas con Discapacidad. Sin embargo, esto se ve bien en la letra para los discapacitados, mas no en los hechos.
En las últimas elecciones presidenciales, en donde hubo escasa participación en las urnas, con un 50,6% de abstención en primera vuelta y un 58,21% en la segunda, del total de votantes (según el Servicio Electoral, Servel) el porcentaje de participación electoral de las ‘personas con discapacidad’ (PcD) fue de 2,1% en la primera vuelta, unas 20.000 personas, según registros de la Defensa Civil.
Como se ve, el porcentaje de PcD que participan en las elecciones políticas no es significativo, por lo que este grupo es invisible para la clase política.
Entre otras razones, ello se debe a la depresión en que se encuentra este grupo, a la falta de transporte adecuado, a la inaccesibilidad de las escuelas y liceos, a la desidia de las autoridades para construir rampas y a la falta de incentivos para votar.
En el primer gobierno de la presidenta Michel Bachelet, el encargado de la discapacidad era apenas un programa, dependiente de Ministerio de Planificación, el Fondo Nacional de la Discapacidad (Fonadis), el cual pasó a ser el Servicio Nacional de la Discapacidad (Senadis) con rango de servicio en 2011, cuando Mideplan se convirtió en el Ministerio de Desarrollo Social bajo el gobierno de Sebastián Piñera.
Esperamos que el Senadis, por un parte, conserve su rango en la práctica, y por otra, que el nuevo gobierno incremente más allá del 4,8% (aumento de este año respecto del año 2013) el presupuesto destinado a la discapacidad, para ayudar estos ‘monstruos invisibles’ a salir de sus casas para integrarse a una sociedad, que los necesita para aprender a aceptar a otros como un legítimo otro, para convivir con ciudadanos diferentes, pero con los mismos deberes y derechos que todos.
Nota:
(1) En donde ‘discapacidad leve’ corresponde a “personas que presentan alguna una dificultad para llevar a cabo actividades de la vida diaria, sin embargo la persona es independiente y no requiere apoyo de terceros y puede superar barreras del entorno”; ‘discapacidad moderada’ corresponde a “personas que presentan una disminución o imposibilidad importante de su capacidad para realizar la mayoría de las actividades de la vida diaria, llegando incluso a requerir apoyo en las labores básicas de autocuidado y supera con dificultades sólo algunas barreras del entorno”; ‘discapacidad severa’ corresponde a “personas que gravemente dificultada o imposibilitada la realización de sus actividades cotidianas , requiriendo el apoyo o cuidados de una tercera persona y no logran superar las barreras del entorno”.
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Foto: Wikimedia Commons
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