Siento coraje y debo expresarlo. Hace dos semanas que he pensando mucho sobre el actuar de todos (me incluyo) en esta sociedad. Resulta que mi hijo de cinco años me contó que una de sus compañeras le pegaba patadas. No me lo dijo con pesar ni con dramatismo alguno, así que yo no le di gran importancia, solo me remití a preguntarle cada vez que venía de la escuela como le había ido. Como aprecié que la situación se repetía, no tuve mas remedio que poner al tanto de ello a la profesora, sin exagerar por supuesto, ya que creo que hay cosas que debe aprender a solucionar solo, bajo supervisión, así que siempre que puedo motivo a mi hijo a que no se deje pasar a llevar.
Iba bien con mi pseudo monitoreo, hasta que le conté la situación a mi mejor amiga, quien tuvo el ingenio de contarle al papito de la niña abusadora, del cual es conocida, la gracia de su pequeña. Este en respuesta le dijo que su hija talvez lo hacía porque era muy discriminadora.
Reconozco que me sentí indignada: ¡que se creía el papito ese, en venir a discriminar a mi hijo! Luego me dio impotencia por no poder contestar, así que terminé descargando mi enojo con mi amiga, a quien le respondí que los niños no son los que discriminan, sino que son los papitos los que generan esa tendencia.
Ella se fue enseguida de mi casa, un poco molesta, porque como descubrí más tarde, le tiene mas aprecio del que debe reconocer al papito, así que lo justificó diciendo que la niña es así por culpa de la mamá.
No puedo describir lo mal que me sentí con el hecho, me dio un poco de pena saber que un papa discriminara a mi hijo. Mi frustración creció cuando me vi a mi misma, cesante, mantenida en la casa de mis padres y con un hijo lleno de necesidades.
Ahora mil injurias brotan cuando escucho el nombre del papá, al que considero un soberano imbécil, no porque me haya ofendido el orgullo, sino porque no entiendo como un hombre de treintaytantos acusa a su hija, una niña de 5 años de ser discriminadora y lo hace más encima con pesar, olvidando que los niños a temprana edad aprenden del comportamiento de sus progenitores. Y no solo eso, cuando estamos hechos y derechos, las familias que formamos llevan el ADN cultural de nuestra ascendencia.
Pretender justificar los golpes que le da su hija a mi hijo bajo el alero de la discriminación me parece canalla; ya sea verdad o no que su hija discrimine a tal punto de golpear, el hecho de atribuir tal defecto a uno de sus vástagos es horrible y hasta cierto punto idiota.
Nunca me había sentido discriminada, ni siquiera la pequeña discapacidad que tiene mi hijo, (una hemiparesia derecha leve) ha significado que él sea victima de exclusión de parte de sus compañeros, al menos hasta ahora.
Me queda la duda a que discriminación hace referencia este papito fascista, si alude al lado social o a lo físico: ambas formas son inaceptables. Aunque estimo que se trata de una discriminación física, porque si bien este pobre hombre posee una mejor situación socioeconómica en relación a la mía, la escuela a la que ambos niños asisten no tiene nada de maravilloso, es un establecimiento de monjas, en donde la matricula es de diez mil pesos y la mensualidad de once mil, relativamente asequible y con gran numero de niños vulnerables que reciben recursos del Estado.
Entonces, si él discrimina en lo social, lo estaría haciendo a más de la mitad del curso: pobre niña abusadora si le da por pegar a más chiquillos (ya me entere que mi hijo no es su primera víctima).
Por otro lado, puede que este sujeto, en su mentalidad de empresario moderno, crea que hace RSE a través de sus hijos o que el colegio hace responsabilidad social con los niños vulnerables, en fin, no me puedo imaginar que pasa por la cabecita de este padre.
No me creo superior ni inferior a nadie, somos tan distintos como iguales, sin embargo sigue existiendo gente que hace de las diferencias un abismo, olvidando que son estas mismas diferencias son las que hacen que la sociedad se mueva, cambie y crezca.
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