Este mes de septiembre se cumplen 50 años del lanzamiento de la canción de John Lennon Imagine, es una oración positiva que imaginaba un mundo en paz y sin religiones. Donde no existan las diferencias sociales, sin guerras, sin prejuicios, ni discriminación. En fin, es un himno que habla del anhelo, que tenemos muchos, de un mundo mejor y unido. Y resulta que, para superar tanto la pandemia como la crisis climática, necesitamos la unidad, no existe otra solución posible.
Partamos diciendo que los dos desafíos que enfrenta hoy la humanidad son por nuestra culpa, principalmente por no escuchar las advertencias de los científicos y por haber construido un mundo globalizado dominado por la economía (motivo por el cual no se escucha a la ciencia), que es esencialmente depredador, que privilegia el consumo, el individualismo, la ganancia a corto plazo y al mismo tiempo desecha nuestro lado humano, principalmente la solidaridad. Olvidando que dominamos este planeta gracias a la cooperación.Emulando la canción de John Lennon, de estas dos crisis debe surgir una sociedad mejor y más solidaria, con un capitalismo renovado inclusivo y sostenible.
Con la pandemia y la crisis climática, nos enfrentamos a amenazas globales. En ambas situaciones, nuestra respuesta no ha sido la más adecuada. Por ejemplo, rápidamente obtuvimos vacunas contra el virus, pero ¿de qué sirve si no las hacemos llegar a la mayoría de la población mundial? ¿de qué sirve si quienes tienen acceso a ellas no se quieren inocular?
Debemos comprender que nuestros destinos están entrelazados. La vacunación funciona cuando la mayoría de nosotros la recibe. Piensen por ejemplo, que vamos en un barco con dificultades y para repararlo o bien trabajamos todos para que no se hunda o nos hundimos y ahogamos todos con él. Pero ¿Qué pasa si algunos pasajeros insisten que es alarmista afirmar que el barco se está hundiendo y las reparaciones son un engaño? ¿O si los pasajeros de 1era clase se apropian de los botes salvavidas? ¿Y si el capitán no confía en el 2do oficial y este no deja de cambiar de opinión? ¿y si los pasajeros no dejan de agredir a los marineros?
Si aplicamos el ejemplo del barco a la Emergencia Climática y para que aquilaten la gravedad y magnitud del desafío, estamos en un Titanic que no tiene botes salvavidas, tampoco existen otros barcos en las cercanías que nos puedan venir a rescatar, ni isla a la que podamos ir, así que o salvamos el barco o salvamos el barco.
Aquí entran en juego la parte negativa de las redes sociales, que es posible revertir, ellas han inducido una atmósfera de desconfianza generalizada, con instituciones corroídas y sectores sociales polarizados. Situación que ha debilitado nuestra mejor habilidad y es la de hacer cosas buenas y juntos. Es decir, la capacidad de cooperación ha sido anulada por una tecnología que pensábamos nos uniría. Aquí recurro a un pensamiento de José Saramago: “El mundo se está convirtiendo en una caverna igual que la de Platón: todos mirando imágenes, creyendo que son la realidad«. Esto se puede comprender bajo el concepto de sesgo de confirmación.
Para salir de esta crisis es imperioso reconocer que nos equivocamos, que debemos escuchar más a los científicos y menos a los economistas (sí es que queremos tener garantías de éxito). Debemos entender que la vida está por sobre el mezquino interés del dinero y que la felicidad no la logra quien más bienes materiales posee.
Para hacer funcionar esta tribu global podemos recurrir a nuestros orígenes, entender que somos animales sociales, recordar el estilo de vida que tuvimos la mayor parte de nuestra existencia, cuando vivíamos siendo cazadores/recolectores. Período en que teníamos líderes que trabajaban al igual que todos en la tribu, era una sociedad igualitaria (no lo veamos con sesgo político, estoy explicando el estilo de vida de aquel período, que nos permitió llegar a todos los rincones del planeta). En estas sociedades no existían las clases sociales, ellas nacen con el invento de las ciudades.
La pandemia reveló que nos hace vulnerable el depender de extensas cadenas de valor y para solucionarlo, la economía global tendrá que reformularse para acercar al Productor con el Consumidor, o sea, una economía menos globalizada y más regionalizada. Buscar la autosuficiencia y dejar de depender tanto de productos manufacturados en países tan distantes, que en varios casos son producidos con mano de obra esclava y/o destruyendo el medio ambiente. Con este objetivo, hay que recuperar y fortalecer la integración regional, desarrollando una economía enfocada a lo local. Claro que hay que partir dejando de lado nuestras diferencias y dejar de ver con recelo a nuestros vecinos.
Darnos cuenta de que los países crecen gracias a la inversión interna, la inversión extranjera no llega por beneficencia o algún fin altruista, ella busca la ganancia rápida y al más bajo costo.
El otro punto importante es admitir nuestra ecodependencia e incorporar la idea de reciprocidad con los demás seres vivos y con la naturaleza, tanto a nivel local como global. Las distintas economías y estilos de vida deben tener en cuenta esta interdependencia y aceptar que somos parte de un todo con los otros y con la naturaleza. Al mismo tiempo, los Estados deben tener leyes que vayan en esa dirección y que además, impidan que unos pocos se enriquezcan y beneficien con el sufrimiento de otros y/o destruyendo el medio ambiente.
Emulando la canción de John Lennon, de estas dos crisis debe surgir una sociedad mejor y más solidaria, con un capitalismo renovado inclusivo y sostenible. Entender que hay que modificar estilos de vida, hábitos de consumo, al mismo tiempo que nos reencontramos con la Naturaleza, volver sentirnos parte de ella y demandarle lo que esta puede dar y no más.
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