La Señora O es una mujer correcta y, como tal, tiene claro lo que se debe y no se debe hacer.
La Señora O comienza el día temprano, se asegura que su marido tenga el diario disponible al desayunar y que su Nana María prepare el jugo de naranjas tal como a él le gusta. Luego, se preocupa de que sus hijos (nueve) hayan sido despertados, bañados, vestidos y que nada falte en sus mochilas preparadas por Nana María la noche anterior.
Sale al trabajo la Señora O. A alguna ONG o repartición pública a la que ha decidido dedicar su tiempo. Maneja con prudencia la 4×4 hasta su destino. El sonar de sus pulseras y el golpecito de tacones anuncian su llegada.
Se espanta la Señora O al conocer las historias de terribles mujeres que dejan a sus hijos en jardines y salas cunas gran parte del día. ¡Qué diría su profesora de psicología de la universidad si supiera esto!, piensa para si. Incluso, algunas de esas madres llegan en busca de sus hijos con los pies con arena. O son muy sucias o estaban tomado el sol en la playa leyendo COSAS .Igualmente reprochable, vuelve a pensar.
Luego de escuchar varias otras historias macabras de deshumanidad y después de un concienzudo análisis decide que, mientras ella se desempeñe en el cargo, las malas madres de Chile no seguirán siendo subsidiadas en su hedonismo por los impuestos de los ciudadanos honrados de este país. El Cote (su hermano) estaría orgulloso, piensa otra vez.
Maneja de vuelta a su casa la Señora O, hay invitados a comer esta noche. El aviso de mensaje en su Blackberry interrumpe a los hermanos Ariztia que suenan en su radio. Sus palabras han trascendido a los medios y la gallada esta molesta. He sido sacada de contexto, yo nunca dije que todos los flojos sean pobres. Mi primo Felipe es un buen ejemplo. Piensa por última vez.
Llega a su casa la Señora O. Con tanto alboroto se ha retrasado con los preparativos de la cena con los Larraín. Le queda tanto por hacer y es tan poco tiempo. Decide que Nana Maria tendrá que quedarse hasta más tarde hoy. Los problemas del trabajo no son excusa para descuidar las labores en el hogar. No piensa, es impronta labrada por su madre y Camino.
Son las 18:30 en casa de la Señora O y la mesa está dispuesta a la espera de los invitados. Se sienta cinco minutos, respira profundo. Dos neuronas distraídas descargan sincrónicamente dentro de su cráneo cubierto por lisa cabellera. Cómo es posible que existan mujeres flojas incapaces de trabajar y cuidar una casa.
Fuera de la casa de la Señora O, la Nana María apura el paso para alcanzar el bus de acercamiento. Mientras avanza su corazón también se acelera, mezcla del esfuerzo y la preocupación. La abruma llegar tarde a recoger a su nieto que esta en el Jardín. Si tan solo atendieran hasta las siete no tendría que pasar susto cada vez que a la Señora O se le ocurre invitar gente a comer. Piensa.
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Foto: Cade Buchanan / Licencia CC
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