Leer por segunda vez a los 63 un libro que devoraste a los 17, realmente es leerlo por primera vez. No abundaré más en esto pues muchos lo han experimentado y también muchos otros lo han descrito magistralmente.
Recorriendo estanterías en la antigua librería de viejos San Cristóbal de Av. Francia en Valparaíso me topo con: La Peste. Albert Camus. Editorial Sur, Buenos Aires. Quinta Edición, 14-Xll-1957. Valor: $6.000.-
Son 204 amarillentas páginas de 43 líneas cada una de una letra liliputiense que significa un esfuerzo hasta para los privilegiados de visión 20/20. Me estremezco con el relato del cual no haré análisis alguno. ¿Acaso estoy calificado para hacerlo? Además, prefiero quedarme con la vivencia personal, y, egoístamente, no compartirla.
Lo que motiva estas líneas es el final del libro, del libro físico, no de la novela, pues me faltan aún las 4 páginas finales por una razón (¿o sinrazón?) sorprendente.
Ocurre que esta edición, ¡De sesenta años!, que debe haber pasado por muchas manos (tiene líneas subrayadas, signos de expresión, comillas, etc. con grafito, tinta y pasta que dejan muy claro que más de un lector ha tenido), aún conserva un defecto de Imprenta: las páginas 201-202-203-204…¡están pegadas!
¿Debo yo ser el que rompa esa unión, esa ligazón sexagenaria? ¡Ni loco! ¿Por qué razón no lo hicieron las decenas de lectores que me precedieron?
¿Cómo? Si, no leyó mal: pegadas. Si la página es un rectángulo A-B-C-D, la 201 con la 203 están enteramente unidas de B a C, o sea, de arriba abajo, quedando de esta forma solo unas pocas líneas del final en la 204 y totalmente oculta a la lectura, imposible de ser leídas, las 202 y 203. Incluso, la 204 y la contratapa se hallan aún unidas por aproximadamente por 1/6 de extensión en la parte superior izquierda, en A.
Entonces, ¿debemos concluir que nadie se atrevió nunca a deshacer este error de imprenta y terminar definitivamente de leer la novela? Es cierto que en la 199 Camus avisa que el relato ha concluido y el resto es un resumen que no conlleva mayor misterio aparte de constatar que el paranoico Cottard no acepta el fin de la peste y enloquece definitivamente, disparando a mansalva sobre inocentes transeúntes que celebraban eufóricos en las calles el término del encierro.
¿Debo yo ser el que rompa esa unión, esa ligazón sexagenaria? ¡Ni loco! ¿Por qué razón no lo hicieron las decenas de lectores que me precedieron? Tengo la respuesta, y no es otra que por la misma aprehensión que me consume e inhibe a poner fin a este error: al romper esas uniones, inmediatamente se incubará en mi cuerpo la semilla de la peste y brotarán, primero en la ingle y después bajo el cuello y axilas, dolorosos y nauseabundos bubones, infectándome por completo hasta, en menos de 48 horas, morir entre atroces convulsiones, delirando febrilmente tal como les sucedió a miles en Orán, tal como fue el final del extraordinario, sufriente y lúcido Tarrou…
Los contenidos publicados en elquintopoder.cl son de exclusiva responsabilidad de sus respectivos autores.
Te invitamos a conocer nuestras Reglas de Comunidad
henrymiller54
¡Que buena historia¡ Obvio que al milico le debe haber asustado tener en el cuartel a un lector de Camus: seguro corruptor de la tropa…
en dictadura se contaba este chiste:
-«¿sabe ud. por qué los milicos siempre patrullan de a tres?
-no, ¿porqué?
-porque uno sabe leer, el otro sabe escribir y el tercero vigila que estos dos intelectuales no se pasen a la izquierda…»
Juan M
Yo fui obligado a leerme ese apestoso libro en mi época escolar, era 3ro medio, solo leerme la primera pagina causaba el mejor efecto que los somníferos, pero teníamos que leerlo, porque la prueba de Castellano era de ese libroasco, justo me llamaron para el servicio militar, estábamos bajo la dictadura militar, asi que había que presentarse no más. Cuento corto, tuve que esperar de pie desde las 07:00 de la mañana hasta las 14:00 horas, asi que aproveché de leerme La Peste de Albert Camus, terminé de leerlo y me llamaron a reconocimiento, apenas entre y vieron a un flacuchento con anteojos de poto de botella con el mentado libro, me hicieron las preguntas de rigor militar, el oficial nazi con pinta de CNI vio mi libro y me pregunto si había sido capaz de leerlo, le dije que si, me dijo que tomaras mis cosas y que me largara. No me acuerdo de casi nada del libro ni como me fue en la prueba, solo se que fue mi salvación.
Gracias, San Alberto, me salvaste de una, te debo un cirio.