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La crisis climática y la caducidad del paradigma capitalista

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La caída del modelo neoliberal, versión diseñada para darle un último respiro a un sistema económico que se agota, no es sólo un fracaso táctico del modo de producción capitalista que pudiera remediarse con nuevas fórmulas de ajustes de alcances limitados que, a corto plazo, inevitablemente se derrumban por la mayor desigualdad que generan y la mayor profundidad de la fractura entre sociedad y naturaleza.


La situación requiere un nuevo paradigma económico y de desarrollo, reestructurando por completo las viejas categorías, incorporando esta vez la infaltable participación de la naturaleza en todos los procesos de producción y reproducción de la humanidad

Se va poniendo en evidencia que estos procesos responden a crisis de mucha mayor hondura, llegando a tocar y remover estratos muy profundos de las relaciones estructurales entre economía, sociedad y naturaleza. Trabajar en estos terrenos para buscar soluciones implica entrar de lleno a cuestiones claves de epistemología, ética y ontología. Sin un pensamiento de estas características no daremos con los conceptos apropiados para avanzar y salir nuevamente a tierra firme desde los críticos escenarios en que nos ha situado la historia.

Una condición básica de toda auténtica epistemología es la prueba de la consistencia del paradigma que analiza. En los casos en que los conceptos fundamentales que articulan el paradigma se refieren a realidades del mundo objetivo susceptibles de experiencia, no basta con la demostración de la consistencia abstracta de su entramado conceptual. En estos casos se requieren juicios de realidad, lo que significa probar la coherencia entre lo afirmado por el paradigma y la realidad verificable de los hechos consumados.

El paradigma es una herramienta conceptual para comprender, compartir y tratar los sucesos que ocurren al interior del espacio de dominio definido entre las fronteras que traza su arquitectura y diseño, único espacio donde tiene vigencia.

En caso de que el escenario y la trama interior del espacio de dominio sufran un cambio sustantivo, el paradigma deja de cumplir la fuerza probatoria de apoyo y de mandato a las actividades que se desenvuelven en su interior.

Por ello no es raro que la continuación del uso sin transformación sustantiva de un paradigma que ha perdido vigencia por los cambios materiales de sus condiciones de origen no responda como se pide a los llamados que desde su interior se realizan para obtener determinados resultados.

Un ejemplo de esto se presenta justamente ahora con la crisis climática y los llamados que se hacen para remediarla desde dentro de las fronteras del paradigma capitalista. Se pretende buscar, sin transformación radical de los postulados de este paradigma, soluciones cuyas medidas no tienen ninguna eficacia debido a que los parámetros reales del escenario ya no corresponden a los que estuvieron al inicio de su formulación y tuvieron plena vigencia mientras ellas se mantuvieron durante siglos.

La situación requiere un nuevo paradigma económico y de desarrollo, reestructurando por completo las viejas categorías, incorporando esta vez la infaltable participación de la naturaleza en todos los procesos de producción y reproducción de la humanidad. Esto significa incorporar a la economía política tanto los aportes como el deterioro que sufren en los procesos de producción social los ecosistemas y los recursos naturales. Esta condición es la única que puede asegurar que la naturaleza no sea explotada como un barril sin fondo. De hecho, la tierra y en particular la biosfera son sistemas limitados y finitos y hay pruebas suficientes que ya muchos de sus componentes críticos se están agotando.

El metabolismo económico social que se realiza entre las actividades productivas humanas y de la biosfera fue seccionado y reducido conceptualmente en la economía política en uno de sus aportes más esenciales en los inicios de la era industrial en el siglo XVIII, en coincidencia con el inicio de la Edad Moderna y del capitalismo, el desarrollo de la burguesía como clase dominante y la fundación de la economía política clásica con Smith y Ricardo.

El recorte fue estructural. Imprimió un sello clásico y definitivo durante la vigencia del paradigma a los conceptos de fuerzas productivas, mercancía, valor, trabajo y capital. Otros conceptos derivados como dinero, mercados, intercambio de equivalentes recibieron también ajustes en su significado.

De esta forma se excluyó al viejo estilo de clase dominante como realidades extraeconómicas a la naturaleza y sus recursos. Todos los ecosistemas y servicios prestados por ellos a los procesos productivos quedaron excluidos de las categorías de la economía política, aun cuando fueran esenciales para la producción y reproducción de los humanos. Se consideró que su contribución material a estos procesos vitales no agregaba ni reducía valor, no generaba activos ni pasivos ambientales, desconociendo su innegable participación en la generación de riqueza y formación de capital, así como la reducción del patrimonio natural cuando las actividades productivas humanas generan pasivos ambientales.

La razón de esta exclusión provino principalmente de la abundancia y la aparente total disponibilidad de recursos naturales como el aire, el clima, el agua dulce, la biodiversidad y un conjunto de condiciones bio geofísicas de equilibrio sistémico que se consideraron como inmutables y dadas de antemano como propiedades permanentes de la Tierra y la biosfera.

La distinción que se hizo entre valores de uso y valor de cambio (valor) sirvió para reconocer, por una parte, la unidad material del metabolismo sociedad – naturaleza y, por otra, la separación radical entre ambas. En términos de la economía política de Marx, en esta separación y extrañamiento creciente se encuentra la raíz de la profunda alienación del hombre y la gran fractura entre humanidad y naturaleza que caracteriza en esencia al capitalismo.

El paradigma capitalista es ya un producto de esta gran fractura, abismo irreparable en ese contexto, que instala al homo sapiens como animal superior por encima del resto de la naturaleza y que a la vuelta de unos pocos siglos se transforma por sus mismas actividades en una situación material por completo distinta, con una humanidad orgullosa de su poderío frente a una naturaleza en un inevitable proceso de destrucción.

No se hace posible la reversión de este proceso metabólico destructivo ilimitado sin emprender el trabajo de cambios radicales en el paradigma dominante. Estos cambios debieran apuntar al pleno reconocimiento de la profunda igualdad valórica entre la tierra y todos sus habitantes. Por tanto, también al reconocimiento del gran ensamble metabólico material que determina a la especie humana y con ello a la incorporación con plenos derechos de las fuerzas productivas naturales sin distinción jerárquica a la producción y reproducción de la vida humana. Con ello también al reconocimiento del aporte de la naturaleza en el sentido más amplio a la creación de riqueza, al desarrollo de biodiversidad y al desarrollo humano como ser natural y social.

La crisis climática, una de las más graves demostraciones de la destrucción de las condiciones naturales previas a la industrialización de la modernidad, está señalando a gritos la realidad profunda del mundo en que vivimos y el abismo en que nos encontramos. Por fortuna nos están convenciendo de la gravedad de la situación y obligando a reestructurar las relaciones que definieron el tipo de metabolismo codificado en la modernidad por la burguesía y el capitalismo. Nos están diciendo que no hay otra salida que democratizar en profundidad nuestro paradigma fundamental, con el reconocimiento de la unidad material y la misma jerarquía ontológica a la naturaleza como totalidad.

Esta nueva condición obliga a reestructurar por completo nuestras categorías económicas de modo tal que todas sus operaciones y actividades incorporen en sus cálculos y proyectos, en la contabilidad de negocios e intercambios, en las cuentas locales y nacionales, esa igualdad fundamental.

Sólo de esta forma, con un golpe de timón claro y decidido, podemos apelar a los instrumentos de real eficacia para el cambio de rumbo que necesitamos, iniciando la construcción de un camino que nos lleve a un modo de vida sustentable.

Tal vez así podamos decir que no demasiado lejos llegará un día en que el capitalismo será exhibido en un museo como una vieja locomotora que trabajó durante siglos con eficiencia en los rieles de la historia, pero que como todo sistema vivo tuvo su fecha de vencimiento y hubo que retirarlo.

 

TAGS: #CambioClimatico Capitalismo Emergencia Climática paradigma

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27 de octubre

Importante contradicción que nos insinúa José Miguel. ¿Cómo sería hoy una propuesta paradigmática fuera del capitalismo?

28 de octubre

Hernan. He centrado mi crítica en la exclusión que hace la economía política burguesa, vigente desde la modernidad en todo el mundo, de todo aporte o detrimento de valor que provenga de la naturaleza. La economía política extrae del metabolismo sociedad – naturaleza todos los aportes al proceso productivo y reproductivo de la humanidad que no incluyan trabajo humano por muy esencial que estos sean. Todo valor de cambio, en cualquier forma que se manifieste, monetario, mercantil, salarial o capital, sólo incluye y mide el valor agregado por el trabajo humano. Los aportes de la naturaleza, y en particular de la biosfera, se excluyen como factores extraeconómicos. Todo este manejo no es nuevo en la historia de la civilización. La sociedad burguesa y el capitalismo sólo llevan al extremo general algo que venía gestándose con mucha anticipación, esto es, desde que hubo intercambio entre equivalentes medidos con un bien común aceptado por ambas partes. Este equivalente general fue en definitiva el dinero. Las relaciones capitalistas introducen algo nuevo: la explotación del trabajo asalariado por el capital. Pero lo que interesa para tu pregunta y lo medular de mi propuesta es que toda esta historia, idéntica en esencia, debe reestructurarse de raíz, incorporando el porte material de los procesos naturales a la cadena de creación de valor y riqueza social, por tanto también a la acumulación de capital. Asimismo, restando los pasivos naturales o ambientales a estos procesos.

any

28 de octubre

Estimado Jose Miguel se necesita generaciones de Hernan Duran, con una educacion empatica y…publica, tal vez, para generar este cambio de paradigma desde la raiz del problema.

28 de octubre

Estimada Any. Una cuestión esencial es entender que el cambio de paradigma está siendo forzado por el cambio en las condiciones materiales en que se realiza el metabolismo humanidad – naturaleza. El paradigma dominante en todo el mundo hereda, desarrolla y fija para la selección de todas las opciones económicas la escala de valores antropocéntrica que se fue forjando durante siglos y consagra de la forma más general la economía política burguesa y el capitalismo. Esta escala establece que la única fuente de valor, en el sentido clásico y también marxista, es el trabajo humano necesario para la producción de bienes y servicios. Considera como factores y fuerzas extraeconómicas el aporte que hace la naturaleza y en particular la biosfera para la producción y reproducción de lo vida humana. Este paradigma antropocéntrico es arcaico y esta obsoleto, porque la condición material en que se formó durante siglos era el supuesto de la disponibilidad y la abundancia, en muchos casos ilimitada, de los recursos, fuerzas y capacidades bio geofísicas de la tierra y la biosfera. Mantener este paradigma es continuar en el camino cuesta abajo que conduce inevitablemente a la destruccion de las condiciones de vida de la humanidad. Por tanto, no se trata de cambio de modas o estilos de vida solamente. Se trata de integrar en la formación de valores y precios siempre y en todos los campos los aportes de la naturaleza. No sólo en los países capitalistas. En todos y para siempre.

any

29 de octubre

Jose Miguel a eso me refiero, para hacer un cambio valorico, tiene que haber una educacion….parafraserando la convencion se los derechos del niño» recibir una educacion que fomente la igualdad,la amistad y la justicia entre todo el mundo».

31 de octubre

El planeta no puede ser explotado hasta el infinito, no tiene espacio ni recursos para ello y debemos compartirlo entre todos los seres vivos. Por lo mismo. podemos efectuar un cambio, hasta ahora hemos clasificado los países en desarrollados, en vías de desarrollo y subdesarrollados, pero, debiéramos agregar otra clasificación y es países sobre desarrollados y serían aquellos que necesitan más de un planeta Tierra para mantener su estilo de vida.

En los sobre desarrollados debe recaer la responsabilidad mayor de contribuir en cumplir los objetivos del Acuerdo de París.

Saludos

01 de noviembre

Estimado Fernando: la idea de agregar la categoría de países “sobredesarrollados” para caracterizar a aquellos que necesitan más de un planeta Tierra para subsistir no me parece apropiada debido a que países como Chile, muy lejanos todavía del desarrollo y por tanto aún mucho más de un supuesto sobre desarrollo, ya han caído en Sobregiro Ecológico según los datos de la Red Global de la Huella Ecológica (GFN, por sus siglas en inglés). El 18 de mayo de 2020 Chile se convirtió en el primer país latinoamericano en entrar en esta categoría debido a su estilo de vida y nivel de consumo. En mi opinión la antigua denominación de la asimetría desarrollo / subdesarrollo tiene plena vigencia y expresa la relación de explotación de las economías centrales desarrolladas respecto del mundo del subdesarrollo. Claramente esta contradicción tiene su historia. El mundo ha cambiado mucho desde que esos conceptos fueron elaborados, pero a mi juicio siguen vigentes. Introducir una nueva categoría como la de países sobredesarrollados más que ayudar a comprender lo que ocurre con la crisis climática y la destruccion del planeta, confunde la cosas. ¿Podría pensarse que Chile siendo un país subdesarrollado, o con mucho un país de desarrollo medio, deberíamos también incluirlo entre países sobredesarrollados? No me cabe duda que hay sectores sociales de élite que tienen niveles de consumo de este tipo, pero esto nos lleva al problema de la desigualdad, que como sabes está en la médula del asunto.

09 de noviembre

José Miguel, al leer la columna se me vienen términos a la mente, tales como cadenas de Markov, termodinámica y acceso a (con un afán de “igualdad”) que me hacen pensar que la idea que planteas, desde un punto de vista filosófico, tiene todo el interés que pueda atraer, sin embargo, desde un punto de vista realista, el anhelo de colgar en la muralla de un museo al capitalismo es algo imposible. Más realista me parece intentar abordar la situación con diversas medidas factibles, sin entrar al campo de cuáles podrían ser.

La tendencia, marcando el camino desde dónde venimos y hacia dónde vamos, nos indica que vamos hacia la extinción de especies y recursos, porque esto no ha dejado de suceder desde que tal cosa comenzó, afectando a todo el equilibrio planetario. La ley sobre entropía nos muestra que el caos solo se acrecienta y que seguiremos siendo víctimas de la vanidad humana que desea todo aquello que ven sus ojos, presionando a los actores productivos a ser más competitivos.

La teoría bíblica predijo un envejecimiento del planeta tal cómo envejece un vestido y claramente esto está sucediendo, por lo tanto, pienso que es de mayor utilidad utilizar el intelecto humano y las capacidades de diálogo para pensar y actuar de forma en la que podamos llegar a decir que producto de una actuación colectiva racional pudimos desacelerar los efectos que le causamos al planeta, porque cuidarlo es cuidar de nosotros mismos y de quienes vivirán después de nosotros.

09 de noviembre

Rolando. Los buenos deseos y la apelación a la buena voluntad nos tienen donde estamos. Lo que propones cae dentro de las estrategias fallidas que menciono. El poder del capital es en todos los ámbitos inmenso. Eso lo sabemos todos y hace mucho rato. El punto clave está en el tipo de metabolismo humanidad naturaleza en que hemos entrado en un proceso de aceleración creciente desde la modernidad industrial capitalista. Ya sabemos que este metabolismo es primitivo, torpe, sucio, avaro, egoísta. Por cierto la tecnología avanza y con ello la productividad y el uso más eficiente de los recursos. Pero el capitalista privilegia por sobre todo su interés privado. Si bien la burguesía fue revolucionaria e innovadora y lo es aún en muchas partes, se impone siempre la elección del mínimo costo para generar sus productos. Mi propuesta es incorporar en todos los procesos económicos la totalidad de los costos y no sólo los determinados por el trabajo humano. Incorporar por tanto siempre los aportes de la naturaleza en el valor de bienes y servicios. En términos relativos muchas veces subirán de precio, pero se inhibirá la extracción injustificada y sin retorno de los aportes de la naturaleza. Mejoremos la eficiencia del metabolismo humanidad naturaleza por vías adicionales al ciego mandato del mercado y del capitalismo. Ciencia, conocimiento, educación, cultura, espíritu! Cambio de paradigma. Superación del límite antropomórfico del que nos domina. Es ya un arcaísmo!

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