En estos días se cumple el natalicio número 200 de Karl Marx. Pocos hombres llevan sobre sus hombros y su historia tanto que decir en nuestros días. Este enorme peso es tanto positivo como negativo. El poder que hay en uno y otro lado de la balanza es muy grande y lo que se diga de ello puede ser importante.
Marx está en un cruce de caminos estratégico. Comprender lo que hoy significa, abrirse camino y explicarlo, puede ayudar mucho para resolver problemas que nos apremian. Es un registro de gran sensibilidad. Corresponde a su genio, a su inmenso trabajo de investigación empírica, a su desarrollo teórico entroncado en la filosofía alemana, en especial en Hegel y Kant, a sus hondas raíces en la economía clásica de Smith y Ricardo y a su comprensión, compromiso y experiencia del movimiento popular de masas de su época. Es un hito no sólo inevitable sino extremadamente útil para comprender el hoy y el mañana.
Respecto de su pensamiento, sus escritos y sobre todo sus frutos teóricos y prácticos, hay que actuar con gran cautela y con bisturí muy afilado. Es indispensable levantar la lápida que ha caído sobre su figura y su memoria. Tarea de asepsia indispensable. Está tan sepultada su figura que se hace muy difícil lograr extraer y hacer uso de la enorme carga de energía reprimida en estos contenedores tapiados. Una de las claves del general desamparo de la izquierda podría esconderse en los complejos acertijos con que han quedado sepultadas y selladas estas enseñanzas.Hoy día son los éxitos del capitalismo y sus excesos los que están llevando a romper los equilibrios básicos y a transgredir los límites planetarios del Sistema de la Tierra, reduciendo el espacio operativo seguro de la humanidad.
No es fácil descifrarlas. No es fácil aprovechar su potencia y su energía. Pero es inevitable. El mismo capitalismo está levantando los primeros pliegues de las pesadas mantas con que se han cubierto las claves sociales de la ingeniería humana descubiertas por Marx y Engels.
En estos 200 años la burguesía ha sido extremadamente sagaz en la comprensión del sistema que le ha tocado dirigir y aprovechar para su beneficio, así como de los peligros que enfrenta su sostenimiento. Durante la guerra fría ha mostrado una singular astucia en descubrir fortalezas y debilidades de su dominio y de sus enemigos, logrando hasta ahora triunfar en su defensa y en su despliegue global.
Hoy enfrenta nuevas pruebas. Está en juego una vez más la continuidad de su poder como clase dominante. Es la partida que se juega hoy en múltiples tableros de complejas claves.
También hay que decir que los 200 años no han pasado en vano, no sólo por la historia que ha ocurrido y su íntima relación con las propuestas marxistas, sino también porque las ciencias han avanzado y contamos con nuevos instrumentos cognitivos.
Como en cualquier otro de los grandes, Newton, Darwin, Einstein o Freud, hay aciertos y errores en sus teorías. Lo que diferencia a Marx es que sus tesis tocan tejidos de alta sensibilidad de nuestras identidades, compromisos y emociones. Es muy distinto no coincidir con una tesis de Newton que no hacerlo con una de Marx, o demostrar errores o arcaísmos en una u otra.
Por otra parte, las ciencias sociales no tienen la capacidad de verificación empírica de las ciencias naturales, de modo que quedan muchas áreas en sombra, de incertidumbre y de disputa, en que la toma de posición es más subjetiva y queda sujeta a la presión de intereses de distintos tipos, muchos de ellos neurálgicos.
A medida que se van desnudando los problemas críticos más profundos de la actualidad va aumentando la necesidad de una crítica al sistema económico y político de mayor profundidad. De ello depende cada vez más la salud de la sociedad global. La conciencia de los riesgos a que estamos siendo sometidos cada vez a mayor profundidad están despertando la necesidad de una crítica de mucho mayor calado que las existentes. Todas hasta ahora han sido fácil presa del sistema y digeridas sin dificultad. La filosofía tiene en esto un rol esencial que jugar, siempre que entienda primero de qué se tratan los verdaderos problemas de la actualidad.
Hay una sutil paradoja que puede servir de clave para entender el presente. Es el esfuerzo de llevarlas sistemáticamente a la práctica – en gran parte debido a Lenin – y el mismo fracaso de las propuestas revolucionarias de Marx lo que ha conducido al capitalismo a una consolidación y una expansión global insospechadamente amplia y prolongada. La fortaleza adquirida por la burguesía en la lucha contra-revolucionaria a escala global, el desarrollo y sofisticación de sus aparatos de Estado, de sus sistemas de defensa físicos, de sus fuerzas armadas, y la compleja superestructura jurídica, política, institucional y cultural desarrollada en una lucha de siglos, lo que le han permitido sostenerse cada vez con mayor seguridad y sortear las crisis de diversos tipos y lugares que le ha tocado enfrentar.
El marxismo ha resultado ser una vacuna gigante del sistema capitalista para perpetuarse mucho más allá de lo esperado. Sus derivados teóricos y prácticos a escala nacional y global, y en definitiva el fracaso del sistema del socialismo real luego de una larga guerra fría, han polarizado y galvanizado a millones de personas en contra de la crítica sistémica y de cambios estructurales en la sociedad, posibilitando la perpetuación y profundización del capitalismo allí donde ya había echado raíces y su expansión a nivel global. En esta lucha el capitalismo ha conseguido ponerse fuera de todo riesgo político y social, superando los desafíos de la lucha de clases.
Como resultado de este complejo proceso el capitalismo – es decir, la burguesía – ha perdido sus capacidades de autosanación mediante el desarrollo de mecanismos de crítica interna, potente y profunda, que nazca de sus propios recursos intelectuales, técnicos y organizacionales, capaces de penetrar en sus raíces sistémicas y en sus enclaves más decisivos.
El capitalismo podría haber sido capaz de intervenir su propio ADN, pero su propia historia la ha llevado a desmantelar sistemáticamente estas capacidades. Las ciencias naturales no le sirven porque han sido férreamente encasilladas cada una en su disciplina. Las ciencias sociales se han empobrecido, perdiendo su capacidad crítica profunda y aceptando un rol instrumental de menores alcances en el entramado social. La filosofía ha buscado refugio en un ecosistema sustituto luego del fracaso de sus versiones más afiladas, quedando en la práctica esterilizada, sin apoyo en la realidad, sin fuerza ni capacidad de comprender el presente ni de formularse las preguntas esenciales de la época. Tendrá que reeducarse y reencontrar su camino acercándose a las ciencias naturales para volver a tocar la realidad.
Hoy día son los éxitos del capitalismo y sus excesos los que están llevando a romper los equilibrios básicos y a transgredir los límites planetarios del Sistema de la Tierra, reduciendo el espacio operativo seguro de la humanidad. Ahora las razones principales de vulnerabilidad del sistema no provienen del ámbito sociopolítico sino de los problemas demográficos, ambientales y científico- técnicos, origen de los crecientes riesgos existenciales y la transgresión de los límites planetarios.1
Esto nos está indicando un cambio profundo del escenario global y la necesidad de buscar sus claves críticas en otros ámbitos. Persistir en buscarlas en lo que nos enseñaron Marx y Engels no nos conduce ya a los lugares adecuados. De persistir en ellos iremos por caminos equivocados. Hay elementos críticos en ellos que aún prestan utilidad, como el fetichismo de la mercancía, la alienación, la plusvalía y la explotación del hombre por el hombre, sin embargo, la complejidad que alcanza la crítica y la contra crítica, sobre todo en el pasado, eliminan mucha de su carga utilizable.
Lo que ahora requiere mayor visibilidad son las grandes cuestiones que se levantan debido a la incapacidad práctica de controlar las leyes de desarrollo capitalista, como haber convertido a la ciencia y la tecnología en el factor decisivo de su dinámica, el estrechamiento del espacio operativo seguro de la humanidad y la irrupción de un enjambre de riesgos existenciales sin posibilidad de control.
También resulta decisivo observar que estos avances están entrando a territorios de extrema sensibilidad, como son la captura, almacenamiento y manejo de los datos personales y privados por parte de grandes conglomerados. Este vector del desarrollo capitalista contiene una carga explosiva de dimensiones incalculables sobre los pilares de la identidad y la persona y también de las instituciones políticas y colectivas en general. El capital ha pasado de acumular y controlar recursos necesarios para la satisfacción de nuestras necesidades básicas a manejar los activos que constituyen la esencia de nuestra libertad.
Los poderes alcanzados y visualizables a futuro de la ciencia, la tecnología y la industria terminarán por romper los equilibrios básicos que sirven de soporte a los sistemas políticos y económicos que conocemos. El problema más decisivo de hoy es encontrar solución a los riesgos existenciales y a los potenciales eventos catastróficos originados en nuestras propias actividades. Incluir en estos esfuerzos el análisis en profundidad de las claves de la dinámica capitalista se hace indispensable.
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