A mediados de los 80′, cuando no éramos OCDE, no estábamos inundados de Mall y la gente buscaba una diversión sana y barata, me hice cargo de un cine en un pueblo del Sur.
El boliche acarreaba con una mala fama descomunal y solo pronunciar su nombre era sinónimo de malas películas , suciedad y encuentros amorosos en todos sus grados.
Sin embargo, al igual que la Marca Registrada «Japón» era antes de la Segunda Guerra sinónimo de mala manufactura y después de la rendición los productos japoneses pasaron a ser reconocidos por su buena calidad, al cine en cuestión le ocurrió algo similar.
Una buena manito de gato, una ampliación de la capacidad, unos baños impecables y empleados uniformados tuvieron como consecuencia largas filas a la entrada, mas aun los fines de semana y el día de rebaja, todo un espectáculo que jamás el pueblo había presenciado.
Pero, por más que los esfuerzos se orientaran a la excelencia en el servicio, impredecibles eventos de la madre naturaleza mas de alguna vez jugaron en su contra. De los más notables y asombrosos, es este: Los murciélagos son especie protegida debido a que noche a noche devoran millones de insectos en los campos, y en una zona eminentemente agrícola pasan a ser el insecticida eficaz por el cual el agricultor no debe desembolsar ni un peso.
Fue así que en un caluroso verano una colonia de estos horrendos bichos se alojaron en el entretecho del cine, y con un desparpajo asombroso, por la noche se les podía ver en lo mas alto de la bóveda de la sala. Claro que solo los trabajadores nos dábamos cuenta de su presencia pues el público estaba absorto en la pantalla.
Coincidió con la visita de estas criaturitas el estreno de Gremlins 2, aquellos horrendos seres cuyas travesuras terminan casi siempre en desastre.
En una parte de la película, los Gremlins se toman la caseta de proyección de un cine en New York, amarran al proyeccionista («cojo» se les decía en Chile antes que una máquina automática los reemplazara pasando de un tirón 120 o mas minutos de película y no en rollos de 20 minutos como era en ese tiempo). Los espantosos Gremlins traban el crono (conjunto de rodillos por donde se desliza el celuloide) y dejan solo la linterna (espacio donde se produce la nítida y potente luz por el arco eléctrico de dos carbones (+ y -) ) activada, logrando con esto que el celuloide se queme por el exceso de calor al no correr a su velocidad normal de 24 cuadros por segundo.
Cuando el celuloide se quema (en la vida real) esto se refleja en la pantalla como si cientos de globitos color café hirvieran por unos segundos. Los cinéfilos viejos presenciaron esto más de una vez. Este mismo efecto se produjo en la película de Spielberg, ocasionando que el público real de aquel cine del sur se confundieran y comenzaran a silbar reclamándole al «cojo» por la falla.
El argumento continúa y los Gremlins se ponen frente al lente (que solo arrojaba luz) proyectando así sus perfiles como sombras chinescas sobre la pantalla. Es en esos momentos cuando el público del cine (el del sur) se da cuenta que la falla no es tal y pertenece a la ficción del film, riendo y aplaudiendo el efecto, mientas el público del cine de New York comienza a abandonar despavorido la sala.
Pero… y esta es la parte sorprendente, atraídos por la fuerte luz decenas de murciélagos que se alojaban en el cine (el del sur) se tiraron a la pantalla… ¡y el público pensó que era otro efecto más de la magia de Spielberg y aplaudieron confundiendo a nuestros horrendos mamíferos voladores con los Gremlins, mientras los que conocíamos la película y a nuestros residentes indeseados nos reíamos a carcajadas en el foyer!
Al día siguiente subimos al entretecho y los sorprendimos durmiendo, tan inertes como el Conde Drácula por las mañanas.
Llenamos dos sacos de murciélagos y los fuimos a botar en pleno campo, a 20 kms. del cine, poniendo fin a su estadía en el recinto objeto del esmero nuestro de cada día por el buen servicio.
Siempre he pensado que esta curiosa historia pudiese ser relatada en otra película, produciendo un efecto similar a cuando ponemos un espejo frente a otro observando un verdoso e infinito espacio.
¡y el público pensó que era otro efecto más de la magia de Spielberg y aplaudieron confundiendo a nuestros horrendos mamíferos voladores con los Gremlins, mientras los que conocíamos la película y a nuestros residentes indeseados nos reíamos a carcajadas en el foyer!
Los contenidos publicados en elquintopoder.cl son de exclusiva responsabilidad de sus respectivos autores.
Te invitamos a conocer nuestras Reglas de Comunidad
Comenta este artículo
1 Comentario
Carlos Genovese
Excelente historia y muy apta para cinéfilos. Felicitaciones. Saludos