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Francisco Huenchumilla y el tango del perdón

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“El viajero que huye, tarde o temprano detiene su andar”, rezaba Gardel en su «Volver» eterno, llorado en un tango amargo como la sangre derramada en medio de una matanza.

“El Estado de Chile debe pedir perdón principalmente a los mapuche que no se les reconocieron ni la mitad de sus tierras (…) tanto por los atropellos cometidos como por su abandono posterior. (…) No se puede responder por los errores del pasado, pero como administrador actual de la institución, sea quien sea, se puede reconocer que acciones como las que se cometieron no pueden volver a ocurrir”.

Estas palabras argumenté el día 31 de julio de 2012, en una columna publicada por El Quinto Poder. Hoy, ese viajero que tanto huía de este gesto simbólico, ha detenido su andar.

Antaño, los caballos de las milicias hacían tronar los cráneos de los mapuche muertos en las noches alejadas de los años ochenta del siglo XIX, arrebatándole los frutos de la existencia a la tierra misma que los parió, cristalina.

Poco después, las carretas cargadas de futuro, progreso y pacificación llegaban a habitar la Frontera al alero de ideologías que propugnaban la limpieza de la barbarie de las hectáreas trigueras. Reclutadas estas familias en el continente de la luz, bajo cánones de perfección, llegaron aquí con el objetivo de crear esa “tercera raza” laboriosa que, a su vez, haría los menesteres mejor que los carrilanos que pululaban por estos lares.

A ellos fue que el intendente Huenchumilla Jaramillo ha pedido perdón por el despojo, por la displicencia cometida hacia el pueblo mapuche, que desde pretérito habita esta sección del actual Chile.

Este columnista tuvo ocasión de presenciar un primer adelanto de lo que serían palabras decidoras sobre el presente y el futuro de las acciones políticas a seguir, en la ceremonia de asunción del Consejo Regional, el 11 de marzo. Delante de nuestra pequeña clase política local, dio muestras de un acabado conocimiento histórico –amén de la postura del Premio Nacional de Historia, Jorge Pinto, sobre la materia- y de un emplazamiento clave: algo debía cambiar en el barco que es nuestra Región. Al día siguiente, leyendo la “carta de navegación” a seguir en su gestión, lo confirmó pidiendo “perdón al pueblo mapuche por el despojo que el Estado de Chile le hizo de sus tierras, y también a los colonos venidos desde lejos porque el Estado de Chile los trajo a un lugar inadecuado en un momento inoportuno”. A trece décadas del fin de la Ocupación de Wallmapu, no se había emprendido gesto alguno por remediar, al menos simbólicamente, esta situación.

Interpretaciones sobre este gesto, pueden haber muchas.

Partamos por reconocer que el Estado nacional, a juicio de Jorge Pinto, se propuso “cerrar el círculo de su propia creación”, a pesar de mantenerse abierta una herida que ha impedido concretar el discurso de unidad nacional que impuso nuestra clase dirigente en el siglo XIX. El error de las autoridades fue dirigir la fuerza militar contra los mapuche, quienes demostraron centenariamente su capacidad de pactar acuerdos. Y no sólo se les derrotó en lo bélico: también en lo político, lo cultural y lo social. Asimismo, la actitud de los primeros colonos aportó mucho al comportarse como “señores feudales en (sus) pedazos de terreno”, como señalara El Cautín del 28 de enero de 1888.

“El perdón como reparación”, ha defendido el Intendente. “El perdón como compromiso”, creo firmemente, debe ser el siguiente escalón.

Claramente, las y los descendientes de quienes vivenciaron estos hechos no tienen culpa. Distinta es la responsabilidad que se ha tenido de reducir todo a criterios mercantiles: becas, compra y venta de tierras, llamar permanentemente a la confrontación por medio del Estado de Sitio, mandatar a la ejecución de allanamientos violentos, montajes, asesinatos, detenciones arbitrarias, ataques e incendios a camiones y escuelas, la plantación descarnada de pinos y la sequía que acompaña, la elaboración de “Planes” que no son más que la suma de proyectos que se ejecutan normalmente. Todo ha desembocado en una situación insostenible que debe solucionarse por medio del diálogo, como ha mencionado reiteradamente Francisco Huenchumilla.

Es un gesto inmensamente valorable, que enaltece. Pero no por ello no se debe dejar de estar alerta.

El perdón debe traducirse en ejercicios concretos que lo lleven a cabo. Si bien hay que confiar en la buena fe de las nuevas autoridades y se han dado señales de diálogo con diversos sectores mapuche (misteriosamente, además, el helicóptero dejó de rondar los cielos de Temuco), hay que traducirlo necesariamente en la desmilitarización de las comunidades, en izar una bandera representativa de nuestro pueblo originario en las reparticiones públicas, en la recuperación territorial, en el cambio de nombre de algunas calles. Lo anterior, sólo por nombrar algunas sugerencias.

“El perdón como reparación”, ha defendido el Intendente. “El perdón como compromiso”, creo firmemente, debe ser el siguiente escalón.

Los libros de Historia del mañana tendrán nuevos párrafos para agregar al análisis, a la introducción de un capítulo o a la discusión respecto de la Frontera. Francisco Huenchumilla permitió que el viajero se detuviera.

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3 Comentarios

Alejandro Gálvez Escobar

Al oír en las noticias de la mañana un extracto de la carta del señor Francisco Huenchumilla, autoridad de la región. Pienso y creo como un simple espectador ciudadano a la distancia histórica y física que este debe ser verdaderamente el punto de inicio de una solución al conflicto histórico. El gesto de reconocer y pedir perdón es el inicio a la gran deuda histórica que tenemos con nuestras raíces. Es cierto que han habido victimas de uno y otro lado, victimas inocentes. No podemos vivir enajenados de nuestras raíces, no podemos pretender vivir en paz, haciendo a un lado al hidalgo pueblo mapuche. En vez de negarlos o avergonzarlos debiéramos sentirnos orgullosos de este aguerrido pueblo, cinco siglos de lucha a negarse desaparecer. » Carta de navegación » me parece bien.

Jorge Osses Dañín. Abogado, jubilado

Los últimos crímenes contra el pueblo mapuche se cometieron en la ley de Alessandri la 14.511,, que permitió pedir judicialmente la restitución de las tierras indígenas.Después de años de tramitación el particular vencido y obligado a entregarlas, se podía acoger al beneficio de la expropiación. A los mapuches se les entregaba dinero, pero el «huinca»se quedaba con las tierras-.Cada uno tocaba dos chauchas. Al crimen se le agregó la cruel ironía

servallas

Tengo la sensación que esto se hace pa´la galería. Si realmente se quisiera hacer algo por parte del estado, hace rato que se hubiera institucionalizado un nuevo trato.