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¿Felicidad o conformismo?

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Según un reciente estudio del PNUD,  un 77% de los chilenos se declara “feliz” con su vida. Este número asombra, no sólo porque contrasta con la cara de los conciudadanos en el día a día, sino que además se contrapone a la visión de la sociedad que tenemos. Según el mismo estudio, un 59% cree que no se respetan sus derechos. Peor aún, los chilenos evalúan con nota 4,1 a las oportunidades que entrega el país a las personas.

Probablemente uno esperaría una correlación directa entre el grado de felicidad de las personas y las oportunidades que el Estado otorga, pero nuestro país posee un modelo de desarrollo que hace perfectamente entendible la aparente contradicción. Y es que una sociedad dominada por el individualismo que promueve el violento neoliberalismo implantado en dictadura – y profundizado en la “transición” – no podría tener resultados distintos.

La visión que el modelo nos ha obligado a tragar es que nuestro bienestar depende de nosotros, no importando las diferencias abismales de origen entre las personas. Es decir, si usted nació en Lota, tiene las mismas oportunidades que una persona que nació en San Carlos de Apoquindo, sólo que lamentablemente tendrá que esforzarse infinitamente más. Esta mentira se sustenta en el supuesto de que el Estado asume el rol de emparejar la cancha para que, así, las diferencias ab ovo entre un lotino y un santiaguino del sector oriente no sean impedimento para que estos “compitan”. Igualdad de oportunidades, le dicen.

Es evidente que esta utopía neoliberal no se cumple para la mayoría, sino que colisiona de frente con la cruda realidad: en Chile, el decil más rico gana 27 veces más que el decil más pobre. No obstante esto, la maquinaria basada en el mercado funciona perfectamente, ya que promete que “cualquiera” puede alcanzar el sueño americano, no “todos”. Y es en esta esperanzadora trampa donde descansa gran parte de la estabilidad incuestionable del modelo, ya que muestra a la pobreza como consecuencia de la flojera de los individuos, reduciendo el papel del Estado a un simple espectador subsidiario. Así, el modelo ha hecho que las personas tiendan al individualismo y a la competencia, olvidando totalmente la cooperación y el bienestar social.  Además, y aquí se explica, en parte, ese 77% que entrega el PNUD, el conformismo se ha instalado en los sectores menos favorecidos de la población como reemplazo de la felicidad, pues la imposibilidad de romper la brecha de desigualdad genera un estancamiento inevitable en las expectativas de las personas.

Este conformismo enquistado en nuestra idiosincrasia es, al igual que el modelo neoliberal, una triste herencia de la dictadura y de una transición democrática condescendiente con ella. Las generaciones víctimas de Pinochet y sus Chicago Boys tienen incorporada una cuota de desesperanza que se originó al ver que, a pesar de haber ganado el “no” en el plebiscito de 1988, gobernó el “sí” en términos económicos, conservando incluso su ilegítima Constitución.

Resulta comprensible para parte de nuestra población, entonces, que exista cierto conformismo con el modelo de sociedad que tenemos. Un gran porcentaje de chilenos creció rindiendo pleitesía al mercado y, dado el violento contexto al que estuvieron expuestos, se criaron carentes de una consciencia crítica para cuestionarlo. Pero eso, por suerte, está cambiando. Las nuevas generaciones tienen incorporada una dosis importante de rebeldía debido a que, como dijo alguna vez Ricardo Lagos, tuvieron la fortuna de “haber nacido en democracia”.

La visión que el modelo nos ha obligado a tragar es que nuestro bienestar depende de nosotros, no importando las diferencias abismales de origen entre las personas. Esta mentira se sustenta en el supuesto de que el Estado asume el rol de emparejar la cancha para que, así, las diferencias ab ovo entre un lotino y un santiaguino del sector oriente no sean impedimento para que estos “compitan”. Igualdad de oportunidades, le dicen.

Es impresionante ver cómo hoy los estudiantes secundarios elaboran propuestas para temas de alta complejidad como una reforma tributaria y es esperanzador ver que los dirigentes universitarios hablan de “reconstruir el tejido social” para alcanzar la tan anhelada revolución estructural del modelo. Las generaciones nacidas en democracia no se conforman con la imposición político-económico-social de la dictadura y la cuestionan con una rebeldía envidiable. Si este ímpetu generacional, parafraseando al historiador chileno Gabriel Salazar, pasa de ser un movimiento de masas  a ser un movimiento ciudadano soberano, entonces finalmente Chile podrá abandonar el conformismo heredado y avanzará hacia la verdadera felicidad.

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11 Comentarios

jorge1812

“Chile podrá abandonar el conformismo heredado y avanzará hacia la verdadera felicidad”.

Tu última frase me genera un poco de ruido.

Me pregunto ¿Cuál sería la verdadera felicidad? ¿Quién determina eso?

¿El Estado debe determinar cuál es la verdadera felicidad de las personas?

¿No es acaso esa pretensión, de que un abstracto, que el poder (en realidad unos cuantos poderosos) saben mejor qué podría hacer felices a las personas, lo que eleva a algunos a la categoría de dictadores? ¿No era España el paraíso hace algunos años atrás, lo mismo Estados Unidos, lo mismo la URSS?

De hecho ¿No es acaso una frase un tanto historicista o milenarista, como decir que Chile podrá alcanzar el reino de los cielos?

    alvaro

    alvaro

    La aristotélica pregunta acerca de la felicidad tiene tantas respuestas que sería soberbio aventurar una definitiva, por eso (tal vez fui poco claro) no definí el concepto, sino que intenté describir que debe superarse el actual conformismo para avanzar hacia la felicidad, sea cual sea nuestra particular visión sobre ella.

    En ningún caso el Estado debe tomarse la atribución de imponernos una visión de felicidad, más aún, tiene la tarea, según mi opinión, de asegurar que TODOS los individuos tengan la oportunidad de escoger, de forma autónoma, su camino «hacia la felicidad». El incumplimiento de esta tarea ha hecho tender a la Sociedad hacia el conformismo, atentando en contra del multidimensional concepto de felicidad.

    Te agradezco el comentario.

    Matias Garreton

    Como otras preguntas existenciales, «que es la felicidad?» no tiene respuesta. Lo que si podemos saber es «que hace que las personas se sientan felices?»

    Encuestas estandarizadas en todo el mundo muestran algunos consensos. El aumento del ingreso hace mas felices a los pobres, no a los ricos. Vivir en una sociedad desigual hace infelices a los desfavorecidos. Tener pareja estable, hijos, buena salud y creer en algun dios nos hace mas felices.

    Esto no agota el tema, porque tambien hay que considerar la predisposicion individual, pero da señales claras acerca de ciertas condiciones que pueden mejorarse por medio de politicas publicas. Por ejemplo redistribuyendo ingresos, mejorando las condiciones y oportunidades de trabajo, con politicas de salud, natalidad y educacion en todas sus etapas.

    En esta perspectiva, aunque no sepamos que es, la felicidad si puede ser un objetivo social y politico bastante concreto.

solopol

solopol

soy enteramente contrario a lo que fue la dictadura y todo lo que nos heredó, en un plano politico lo que dices es muy cierto, pero hablando en un plano más común eso del conformismo es una caracteristica nuestra, no debemos culpar a nadie. De hecho dudo de que el pais se haya puesto tan opresivo como es por culpa de la dictadura, siento que esta sociedad es opresiva y no tiene nada que ver con lo que el estado disponga o no. A eso me referia cuando decia por ahi que la politica no es todo, ciertamente en un sentido politologico puede serlo, no soy politologo, pero en un plano mas comun, de lo que normalmente se entiende por politica, entendida como lucha por el poder (votaciones, candidatos, gobierno, partidos), no todo es politica, y precisamente esa tendencia a reducir todo a una cuestion de poder me parece autoritaria. O sea, que se puede esperar de una sociedad en que siempre se habla de quien va a gobernar, quien gobierna, quien saldra electo, quien va a liderar, etc etc, aburridisimo. Perdon pero no somos felices, te encuentro toda la razon. Saludos

solopol

solopol

Y por cierto no es verdad que durante la dictadura el pais se despolitizo, en realidad se politizó, a secas, era todo el tiempo hablar de politica, no habia más tema que ese, para que no digan que soy facho y que defiendo la dictadura, en realidad insisto, no somos felices, somos muy aburridos y no tenemos tema, y no sabemos si quiera hablar de un arbol de color ojo sin decir si es comunista o lo contrario, sds.

    alvaro

    alvaro

    Tal vez seamos un país «triste» por una cuestión genética, pero el conformismo, creo yo, comenzó a gestarse en Dictadura, donde se implementó el modelo segregado de Sociedad que tenemos, y se consolidó en la transición a la Democracia, periodo en el que se intensificó dicho modelo.

    Y tienes razón, no todo puede ser política, pero si el Estado actúa atentando en contra de la felicidad de las personas, obligándolas a conformarse con un modelo de desarrollo injusto, entonces la actividad política se torna fundamental.

    solopol

    solopol

    No creo en la genetica, creo en la cultura, hay sociedades con distintas caracteristicas, en todo caso tienes razon en tu comentario y quise hacer un matiz, siempre es dificil estar totalmente de acuerdo. Sds

    solopol

    solopol

    Desde un punto de vista politico, intelectual, te encuentro razon, el problema es que la felicidad y el conformismo son un tema emotivo y por tanto subjetivo, dependen de cada persona.

vasilia

vasilia

la felicidad se puede palpar todos los dias cuando uno se sube al metro o al Transantiago. Uy, que caras tan dichosas se ve todos los dias ahi!!!

No creo que este informe este errado, creo que le preguntaron a la gente en momentos que estaba bajo los efectos de los antidepresivos y otros psicotrópicos. Porque Chile es cuasi campeon mundial en consumo de estas drogas. Curioso para un pais tan feliz.

Roberto Valenzuela López

Este tema me recuerda a la obra de Mário Toral, «Memoria Visual de una Nación» que se encuentra desplegada en la estación del metro U. de Chile. Siempre que la veo, contemplo el gris invernal de nuestra historia, siempre tan triste y tan melancólica. Parece que siempre ha sido así.
Esa obra te enseña diversas épocas de nuestra historia y todas ellas están cruzadas por el color de la tristeza. Al menos eso es lo que creo yo.

    solopol

    solopol

    La historia en todas partes es triste, el punto es no hablar solo de historia.