Por estas fechas a lo largo y ancho de nuestro país, se conmemoró el “Día del Niño”. Como es tradicional y con casi un mes de anticipación, las grandes cadenas comerciales comenzaron a sugerir a padres y madres los objetos que con certeza, sería el regalo perfecto para festejar a los pequeños en su día. Tiempos de celebración, de alegría, de consentir y “engreír” a los más chicos de la casa, como dirían nuestros hermanos del Perú.
Tantas familias saldrán con sus hijos a lugares divertidos, los atiborrarán de obsequios y golosinas a modo de expresarles el amor que los inunda y ojalá fueran todas. Lamentablemente la alegría alcanza, como muchas otras cosas en nuestro país, sólo a unos pocos. Hace pocos días, el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos del Niño, condenó a Chile por la violación sistemática a los derechos esenciales de niños, niñas y adolescentes bajo la tutela del Estado. A juicio del diputado René Saffirio esto reviste especial gravedad, “por ser la primera vez que se condena a Chile por violaciones a los DD.HH. desde el retorno de la democracia”.¿Qué tanta responsabilidad le compete a los medios de comunicación por meternos por los ojos hasta el hartazgo el dichoso día del niño en la publicidad, cuando a diario sabemos que otros están muriendo en el completo desamparo?
¿Queremos y respetamos a los niños en Chile? Pienso que no y que merecemos el repudio internacional por eso. En nuestro país los niños vulnerables tutelados por el Estado viven en riesgo permanente, son golpeados, abusados sexualmente y postergados. ¿Lo peor de esto? son muchos, siguen esperando y como ciudadanos no nos levantamos en su nombre. La indolencia, el egocentrismo y la competencia nos han secuestrado a tal punto que lo que le pase a los demás nos importa poco. Un pueblo que ama a sus niños los defiende, se manifiesta, opina y en Chile esto no sucede. Constatamos la tragedia por medio de reportajes en televisión, nos conmovemos y seguimos en lo que estábamos.
Llevamos años presenciando como se vulneran sistemáticamente los mal llamados “menores en riesgo social” y digo mal llamados porque no sé si están más en peligro sueltos en la sociedad o al alero de sus “protectores”. El negocio detrás de “sostener” niños es un monstruo grande que pisa fuerte y todavía no podemos contra él. ¿Qué tanta responsabilidad le compete a los medios de comunicación por meternos por los ojos hasta el hartazgo el dichoso día del niño en la publicidad, cuando a diario sabemos que otros están muriendo en el completo desamparo?
En un impulso creativo, un canal se permitió mostrar a un niño de 9 años en horario de protección, para festinar con su extraña intelectualidad alejada del promedio y sus padres lo permitieron. El chico fue expuesto como gracia y la masacre en redes sociales no tuvo piedad. Cayó pésimo, fue objeto de insultos, amenazas y todo un linchamiento cibernético sin precedentes. Terrible porque él dijo que ve las redes, sabe de esos comentarios y no le importa. Tiene 9 años pero también confesó que casi no tiene amigos y no juega, en un tono soberbio y despectivo. Quisiera saber qué desforestación neuronal aqueja a los adultos que lo rodean porque me dieron ganas de llevarlo a jugar con tierra, andar en patines y trepar un árbol.
Inaudito que en pleno siglo 21 la televisión se tome la licencia de transgredir la letra C de la Convención de los Derechos del Niño, que tiene que ver específicamente con el respeto a sus etapas y el desarrollo integral hasta la adultez, en vivo, señal abierta y para todo el país. Todavía más increíble, con el beneplácito de los padres porque “les pagaron”, según reconoció el propio invitado. Personalmente me inquieta profundamente que tampoco al día de hoy se haya pronunciado ningún experto sobre la exposición y las consecuencias que podría tener en el niño poeta en redes sociales, donde más de uno pedía la dirección para hacerle bullying. A nadie le importa.
En agosto de 2018 Chile no tiene moral para conmemorar a la infancia por un lado, mientras barre debajo de la alfombra los que van cayendo en el camino. En nuestro país el grueso de los niños vulnerables y los que no, asisten a clases en aulas-frigorífico, muchos colegios todavía mantienen no baños sino letrinas, la rotación de maestros es inverosímil en las escuelas y la locomoción colectiva los expulsa, los agrede, no los lleva. Chile no quiere a sus niños.
¿Pero si Chile no quiere a sus niños y lo sabemos, en qué estamos nosotros? ¿Seguiremos conformándonos con el primer domingo de agosto para hacerle la vida grata sólo a los nuestros o haremos honor a la sangre que corre por nuestras venas para salir a defenderlos a todos? Reflexionemos por favor en grande, por todos los que no caben en el pensamiento de nadie, por los postergados que vinieron al mundo a soportar vejaciones y no ven salida a su calvario porque ellos son el futuro y nos necesitan. Exijamos, pataleemos, marchemos, gritemos por ellos en este, que también es su día aunque todavía no lo sepan. Porque me duelen y me importan, hoy para empezar yo los abrazo a todos.
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