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El otro Chile

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Septiembre llega veloz y escandaloso con cinco días libres para tomárselos y gastarlos en cuanta fonda haya, aunque sea la más lejana. La idea es consumir en honor a la Patria. Sin embargo, bajo todo este espíritu patriota (que por cierto solo se asoma para el 18 o bien para insultar a los peruanos o bolivianos) se esconden las miradas impotentes de más del 70% de la población, que gana una miseria, que vive aquejado por las deudas, que se va al trabajo todo apretado en el metro, que gasta casi $30.000 al mes solo en pasaje. ¿Qué pasa en septiembre con nuestras demandas como ciudadanos, como trabajadores, como dueñas de casa, como estudiantes?

No es posible que cada año tengamos que ver como el “pan y circo”, impuesto por el Estado, atrofia la organización de los trabajadores, estudiantes y ciudadanos en general. Cada vez vamos llegando más arriba, vamos teniendo más voz y alcanzando metas; hasta que llega una fiesta nacional que nos impulsa a celebrar en grande a todos mientras en el Congreso se aprueban leyes genocidas. Y créanme que no exagero. Miren bien los diarios, las televisiones, los programas de radio y todo medio oficial de comunicación: bañados todos por la fiesta de la unidad nacional (siendo que cada día vivimos mas segregados, de manera abstracta y física), mientras los niños mapuche son baleados en el sur, cuando en Freirina las pestes de Agrosuper siguen enfermando pobladores, mientras los obreros de la construcción siguen trabajando sin seguridad y los mineros sin planes de escape. Cuando aún no se implementan mejoras en la educación, en la salud pública y menos en el transporte. Mientras siguen reprimiendo con más violencia cada día a cualquier persona que ose levantarse en contra de esta grave injusticia social. Entonces díganme ustedes, ¿qué tenemos que celebrar?

Si vamos a la base de la festividad, el 18 de septiembre se conmemora la Primera Junta Nacional de Gobierno, pese a que todos estos “patriotas” aristócratas mantenían su fidelidad al rey mientras Napoleón lo tuviese prisionero. Recién el 12 de febrero de 1818 es donde se consolida la “Independencia” de Chile. Y la pongo entre comillas con justo motivo ya que esta “independencia” es mantenida a lo largo de la historia con dos grandes robos a países extranjeros: el de 1879, tras quitarle Arica, Tacna y Tarapacá a nuestros países vecinos para explotar los minerales hasta el día de hoy, y claro, el guano. Y la constante ocupación y robo de las tierras ancestrales al pueblo mapuche con la que Chile sustenta su economía agrícola. Con esto y los cientos de actos cometidos por el Estado de Chile y su “glorioso” ejercito (que de glorioso no tiene nada, ya que ha empuñado sus armas o para disparar en contra de los mismos civiles en 1973 o para disparar en contra de países vecinos para vender sus tierras a países europeos) nos queda poco de espíritu patriota en la cabeza.

Y no crea usted que este pensamiento es algo radical o una cosa nueva, Sepa usted que hace mas de cien años atrás, Recabarren retrató a la sociedad chilena de ese entonces y escribió los motivos de porque no teníamos nada que celebrar como proletarios. Al analizar su texto nos encontramos con una sorpresa leve pero para nada novedosa: La burguesía de este país siempre se ha puesto por encima de los trabajadores, los acorrala y persigue para que no se organicen, para que sigan trabajando y no se detengan a pensar en su mísera condición de trabajo.

Tenemos diversas maneras de ver y/o celebrar estas fechas, pero no podemos pretender tapar el sol con un dedo, nuestra independencia es limitada dependiendo de la situación: eres libre de trabajar toda tu vida y vivir por siempre con deudas, y para cuando jubiles te den una pensión que ni para remedios te alcance. Eres libre para estudiar en un colegio público con delincuencia en la sala de clases pero no para ingresar a la universidad. Eres libre de hacer una fila eterna en un hospital público, pero no de que te atiendan y te den soluciones si tienes algo de mayor gravedad.

No es posible que cada año tengamos que ver como el “pan y circo”, impuesto por el Estado, atrofia la organización de los trabajadores, estudiantes y ciudadanos en general. Cada vez vamos llegando más arriba, vamos teniendo más voz y alcanzando metas; hasta que llega una fiesta nacional que nos impulsa a celebrar en grande a todos mientras en el Congreso se aprueban leyes genocidas.

Por último, solo agregar que esto solo es un llamado a unirnos desde abajo, desde donde siempre nos hemos visto, en las poblaciones, en las villas, en los barrios marginales, en donde tenemos nuestro propio Chile, un Chile diferente al que se muestra para afuera, un Chile sin trabajo, sin casas dignas, un Chile en donde te cortan algo tan básico como el agua si es que no la pagas. Vivimos sometidos a la dictadura de las transnacionales que son protegidas por el Estado chileno. Mientras ella rija nuestro destino, no tendremos nada que celebrar junto a ellos. Celebremos con nuestro vecino, con nuestros amigos, no celebremos con el tipo de gente que te dice que la alegría ya viene, pero que no te deja claro para quien viene exactamente esa alegría.

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Foto: Diana Onell / Licencia CC

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Sebastian Inostroza

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