En los años 90, cuando se reinició el proceso democrático en Chile, el gran cambio en la política chilena fue que hasta ese entonces los políticos eran grandes oradores, que entusiasmaban a las masas con sus oratorias y con eso les bastaba. En los 90 eso cambió, radicalmente y un político no podía llamarse político si no sabía de economía y se transformó en un técnico-político. Hoy, en el nuevo siglo, eso también ha evolucionado y a un político no le basta con saber de economía y ser un buen orador. Un político del nuevo milenio tiene que saber de energía y de medio ambiente si quiere ser creíble.
Los nuevos estudios mundiales de la emisión de gases invernaderos producidos en el planeta, han demostrado que la contaminación producida por las megacentrales hidroeléctricas, es cuatro veces superior a lo que hasta ahora se creía. Los informes que daban como ciertos esos parámetros en las décadas del 70, 80 y 90 del siglo pasado hoy no son reales, Con los nuevos parámetros utilizados para medir la contaminación ambiental en la actualidad, por el mejoramiento de las herramientas y de los procesos científicos de medición, que entregaron una nueva realidad que fue inesperada, se ha desmitificado lo que hasta hace poco teníamos como cierto en la generación hidroeléctrica. Antes esta forma era reconocida y aceptada como una de las mejores en términos ambientales como energía limpia y amigable para el entorno y sus comunidades, lo que las hacia “sustentables y bien valoradas”.
Esta nueva realidad, sustentada por información más certera y mucho más científica, ha hecho que países desarrollados y miembros de la OCDE, hayan tomado una mayor conciencia por el medio ambiente y entender la verdadera importancia que representa para el hombre moderno en todo orden de cosas, la búsqueda de modelos más armónicos, humanos y con más sentido común, como parte esencial para obtener un desarrollo consecuente y sustentable en el tiempo. Entendiendo que el hombre no está al servicio de la empresa y sí la empresa al servicio del hombre, proponiendo un cambio radical del paradigma social y de cómo las sociedades desarrolladas han evolucionado en su relación con las formas y los modelos de desarrollo en busca del bien estar.
Solo basta con seguir la historia de los formatos de desarrollo países afines con Chile, como lo son Suecia, Islandia, Holanda, Nueva Zelanda, Noruega, Sudáfrica, de cómo han entendido la relevancia del medio ambiente y la importancia de la armonización en las políticas de desarrollo energético, ejecutando modelos de desarrollo más sustentables, donde el hombre como concepto esté antes que todo y no como nosotros en Chile, que aún creemos que el hombre es sacrificable para permitir el progreso y el tan ansiado desarrollo.
En Chile recién hemos empezado a entender en conciencia y con altura de mira, la importancia de esta relación interdependiente entre desarrollo-medioambiente-energía-social. No es fácil en un principio, ¡pero nada lo es! Lo positivo es que esa conciencia ha hecho reflexionar a un país como Chile, que bajo la presión de una ciudadanía más instruida y más consciente de sus valores y derechos, ha tenido la capacidad de replantear esa búsqueda.
En el pasado, los conflictos socio-ambientales no tenían relevancia. Se actuaba pensando que el desarrollo lo era todo, que el hombre era sacrificable por un bien supremo y que la generación de empleos era ya en sí mismo un objetivo que se debía lograr a como de lugar y no importando cómo. Ese paradigma obsoleto ante la nueva perspectiva en la realidad actual, lo transformamos en el pilar fundamental de sustentación. Hoy esta convicción ha cambiado en todo sentido, porque la ciudadanía ha tomado conciencia que el verdadero camino hacia un desarrollo consecuente y armónico, pasa por sobre todas las cosas de como lo logramos y no precisamente se puede vivir solo bajo la paradoja del destino final de lo que se pretende. Hoy más que nunca es importante respetar los derechos de los ciudadanos y su proyección de vida, en valores de preponderancia inmediata que no pueden ser trastocados y pasados a llevar por modelos, que no entiendan la significancia final que tienen que tener para ser armoniosos y sustentables con el hombre como un bien supremo, descartando lo descartable, a través de la justificativa social y lograr en sí mismo el balance adecuado.
En Chile recién hemos empezado a entender en conciencia y con altura de mira, la importancia de esta relación interdependiente entre desarrollo-medioambiente-energía-social. No es fácil en un principio, ¡pero nada lo es! Lo positivo es que esa conciencia ha hecho reflexionar a un país como Chile, que bajo la presión de una ciudadanía más instruida y consciente de sus valores y derechos, ha tenido la capacidad de replantear esa búsqueda. El debate está sobre la mesa y hoy nos encontramos en una verdadera transición ideológica de las funciones reales del modelo y de lo que pretendemos de él. Entendiendo que el sentido común y la humanización del modelo es sin duda alguna el objetivo final de lo que pretendemos.
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