Difícil no pontificar cuando de dinero se trata. De moverse desde un cínico realismo que nos dice que todos tenemos precio hasta el voluntarismo inocente de que lo realmente importante está más allá del papel moneda. Ambas visiones enraizadas profundamente en miradas de sociedad divergentes, pero que conviven no sólo allá afuera. También en nuestro interior.
El dinero no tiene moral.
En términos estrictos, no es más que un mecanismo estándar para el intercambio de bienes y servicios. Desde que gracias a la agricultura no todos hacemos de todo para sustentarnos (la caza y recolección ya no se estila mucho) requerimos de lo que otros producen. Y así, para no tener la complejidad de ver con cuántas vacas me das una tele (o al revés) recurrimos al práctico método consensual.
Pero por muy aséptico que sea el dinero, efectivamente permite ciertos fenómenos que sin él serían difíciles, si no imposibles, de concretar. Y menos aún a escala global.
Uno de ellos es la acumulación.
Acumular bienes (e incluso servicios, aunque parezca extraño) que en la realidad material no sería posible. Intente ser propietario físico de todas las lechugas, papas y autos del mundo, y veamos cómo le va. El dinero nos da esa posibilidad, la cual incluso trasciende el tiempo y el espacio: Podemos acumular a futuro, lo que aún no existe.
Otra característica es ponerle precio a lo que no lo tiene. En realidad, nada primariamente lo tiene, dado que tal es una categorización relacional, humana. Mejor dicho permite ponerle precio a lo que no debiera tenerlo. ¿Cómo es posible compensar económicamente destruir un ecosistema, una vida?
Una persona con dinero no tiene para qué ser simpática. Es decir, para satisfacer sus necesidades no necesita la voluntad de nadie, ni relacionarse con nadie de una forma distinta que la del intercambio monetario.
Los ejemplos anteriores, y como ocurre en todos los casos realmente relevantes, entran ya en el plano valórico. Debate que se profundiza al analizar cómo el dinero complejiza la posibilidad de formar comunidad y fortalecer la necesaria interdependencia social.
Una persona con dinero no tiene para qué ser simpática. Es decir, para satisfacer sus necesidades no necesita la voluntad de nadie, ni relacionarse con nadie de una forma distinta que la del intercambio monetario.
Aunque suene a caricatura, en los pequeños poblados es visible esta realidad con quienes gracias a su actividad económica no requieren participar en organizaciones comunitarias, no hacen ni necesitan gauchadas, no demandan de nadie más que de ellos (y ellas) mismos. Claro, alguien puede decir que para generar capital se requiere a otros y a otras. Una verdad a medias, toda vez que existen muchas fortunas heredadas (la acumulación de patrimonio intergeneracional es otro tema al cual es necesario hincarle el diente) y muchos casos en que la riqueza se basa, precisamente, en no considerar a los y a las otras (y no tener escrúpulos en saltarse la fila) sino sólo a sí mismo. Lamentablemente, nuestro Presidente es un claro ejemplo de ello.
Así las cosas, el dinero efectivamente es caldo de cultivo para el individualismo. Contradictorio si consideramos que si hay algo que ha permitido a la humanidad sobrevivir como especie es precisamente el trabajo conjunto, la colaboración. Y en esto, la capacidad de comunicarse con otros y otras, actuando colectivamente sobre la base de nociones abstractas.
Tan abstractas como el dinero.
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any
Pero, con dinero hoy la mayoria es esclavo….tiene dinero para …, porque tienes un trabajo remunerado,pero, con las jornadas laborales, no hay derechos en la practica, yo no tengo derecho a salud, es decir, tengo que conseguirme una licencia si quiero ir a medico, realizar los examenes pertinente, tratamiento,etc. No puedo ir al banco, ni a hacer ningun tipo de tramites porque la jornada laboral no lo permite, no eres libre. Hacer familia, recreacion y pensar en participar en organizaciones comunitarias se hace cada vez mas dificil.
abechtold
El dinero ha sido uno de los inventos humanos mas notables, y con mayor poder para hacer el bien que ha existido.
Como también puede ser usado de mala forma. Ambos casos, bien y mal, dependen de lo que las personas hagan con el.
Por lo tanto el juicio de valor se debe hacer sobre los usuarios, no sobre la herramienta.
Ahora bien, ¿porqué es notable en el lado positivo? Porque su capacidad de concentrar poder ha sido tal que le ha quitado poder a personas que por otras razones podían concentrarlo. Cuando las aristocracias y monarquías eran dueñas del poder, fue el dinero de los burgueses quien los desbancó. Asimismo permitió a otros comprar su libertad; y mas modernamente, permitir que poblaciones marginadas pudiesen tener un poder que de otra forma nunca hubieran tenido: el dinero es el instrumento mas democratizador que ha existido. Permite que cualquiera, indistinto a su raza, color, genero, etc tenga poder. Eso es maravilloso.
El lado negativo, lo describe el autor de la columna.
Pero, finalmente, querer romper el termómetro cuando hay fiebre o vender el sillon de don Otto, es otra de la formas de demonizar un elemento que en realidad es neutro, y son nuestras pulsiones y deseos los que pueden tener un reproche moral.