Al momento de hablar sobre los diversos desafíos que se deben encarar hoy en relación a los cambio del porvenir, la sociedad chilena ha tenido una inmensa capacidad de olvido más que de memoria, y es justamente ese olvido el que hoy marchita toda expectativa de cambio, cosa que siempre se ha puesto en palestra como necesario y fundamental para remodelar o volver a estructurar la sociedad que se ha edificado en el paso de los dos siglos de nuestra historia.
Bien podría hablarse de que el desafío de hoy es la reforma, pero se ha aprendido a despreciar los cambios lentos que la misma política ha ofrecido como solución a la contingencia nacional. Hasta ahora, hemos visto cómo los cambios han sido articulados verticalmente, cosa heredada desde la sala de «los expertos» y que recuerda al laboratorio científico donde la autoridad en la materia es quien tiene el derecho de aplicar o crear nuevos procedimientos en desmedro de la vanguardia joven. Ya Foucault había dicho que la verdad estaba intrínsecamente relacionada con el poder, y es algo que aún hoy no hemos logrado dilucidar completamente, pues, como toda verdad, duele asumirla y hacerse responsable a la vez.El desafío actual es similar a mirar sin cerrar los ojos, mirar todo lo que se pueda sin la necesidad de desviar la vista, cosa que hasta hoy nos ha pesado como sociedad profundamente.
Para hacer más trasparente la situación, el modo de producción de ciencia en Chile es un ejemplo perfecto para el mito que se ha erigido en la sociedad: el lema del «progreso» es la cruz que ha de llevar la ciencia por delante, ese emblema que ha levantado como medio de justificación a toda la empresa científica y cognoscitiva que edifica la sociedad en todos sus capilares. De esta manera, no es difícil identificar donde también se ha profesado al progreso como estandarte, es decir, en dictadura.
La herencia de dictadura no es fácil de desentrañar pues se halla en todos los intersticios que estructuran la cultura y sociedad. Sin embargo, el modo de hacer ciencia es uno de los desafíos a nivel país que calan hondo en todas las dimensiones institucionales. Vemos cómo en los colegios se habla de la ciencia neutra, aquello que vela en pos del beneficio social, y a pesar de ello: ¿No es la ciencia otro de los mecanismos por los que se vale el discurso económico? La ciencia jamás es neutra, está atravesada por dimensiones políticas y económicas; políticas porque toda investigación tiene implicaciones inmediatas con la vida cotidiana; y económicas porque tras toda investigación, el financiamiento y el capital disponible están ya determinados por su campo a estudiar.
Como también ocurre en nuestra herencia política, la ciencia ha levantado un mito; ese mito que necesitamos para que expertos llenen nuestras inseguridades: En psicología los famosos test que desligan al psicólogo de su compulsión a diagnosticar desplazando su responsabilidad; En ciencias sociales la pretensión de volver estadístico y dato todo acontecer social para separar al investigador de su objeto de estudio. Esa inseguridad constitutiva, una especie de minoría permanente de edad al modo en que Kant la comprende, ha sido el lastre que ha impedido muchos avances hacia otros caminos que hoy han sido marcados como estigmas en la cotidianidad.
Para finalizar, pues una extensión mayor no es propicia en una columna, la cuestión ha sido planteada a modo general pero, a pesar de aquello, es necesario ver un poco más allá del horizonte que hoy nos aprisiona, descubrir que los mitos son símbolos que se constituyen en la repetición, y aquellos mitos han sido reproducidos una y otra vez en nuestro imaginario social, aquello que entra en el sentido común de como emotivo, casi como una madre, aprisionando en el fantasma del progreso todo nuestro anhelo de igualdad en diferentes ámbitos.
Además, de mano de la ciencia como una de sus herramientas, el poder se ha justificado y apropiado de distintas instituciones que no son fáciles de identificar, pues cuando se las identifica, la sublimación de aquel objeto puede sufrir la caída de su peso simbólico. Por lo tanto, el desafío actual es similar a mirar sin cerrar los ojos, mirar todo lo que se pueda sin la necesidad de desviar la vista, cosa que hasta hoy nos ha pesado como sociedad profundamente.
Comentarios
22 de mayo
La palabra progreso es muy extensa, oscura, inaprensible, de bordes indefinidos por lo tanto cualquier discurso en su entorno probablemente esté equivocado, desde el colectivo que se llama progresista hasta el progreso como meta económica. Ello no significa que tengamos que abandonar cierta dirección al progreso quizás como estadios de desarrollos más humanos, más justos, sustentables y que aporten a una mejor calidad de vida de las personas, en ese contexto, se descubren muchos quehaceres, muchos discursos, mucha ideas en el ambiente que no son más que piedras en el camino o intentos por destruirlo todo, esos intentos constituyen en realidad fuerzas están cada día más coordinadas, son más eficiente y quizás consigan su objetivo final, convertir en escombros los últimos 40 años de avance de nuestro país.
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23 de mayo
Cuando hablo en este caso de progreso me refiero al progreso que el positivismo (que se apoderó de la ciencia chilena completamente) predica. Ese proyecto de dominio (tanto del cuerpo, la mente, la naturaleza, etc.) es el que tiene al mundo como está hoy, pues la ciencia se ha arrimado a la esfera económica capitalista como uno de sus justificadores y protectores. No hablo de progreso como un paso hacia adelante, sino comprendida desde el positivismo.
Por lo tanto, y así para despejar dudas sobre el uso de tal palabra, mi intención es marcar que el progreso capitalista es el que guía a la ciencia y al país, ese progreso que intenta dominar al hombre para su explotación, a la naturaleza a diestra y siniestra sin tener más planes que la hiper-producción. Pero ojo, no hablo de que explotar la naturaleza sea algo malvado, siempre y cuando no se haga como se hace ahora, sin considerar los daños ecológicos profundos tanto como el daño a la comunidad que ha creado la maquinaria en Chile como caso particular, y en el mundo como caso general.